Siempre habrá momentos difíciles y días complicados en nuestra vida.
Nos da la impresión de que, así de sencillo, ciertas cosas no estaban destinadas a pasar, o que algunos proyectos no estaban destinados a funcionar.
Siempre enfrentaremos decepciones, pero también recibiremos muchas bendiciones.
Todo lo que se nos pide es que superemos nuestros infortunios. Deja que Dios te muestre nuevas maneras de encarar viejos problemas.
Deja que Dios modere tus convicciones y te muestre todo lo que está oculto detrás de cada escena: la profunda paz del cambio de estaciones, la majestad de lo que significa tener y ser un amigo, la alegría que se descubre al comprender que nunca es tarde para volver a empezar...
Deja que Dios brinde abundancia a tu alma y a tu corazón.
En fin, deja que te ayude a alcanzar todo lo que deseas, a ser todo lo que quieres.
Se trata de una regla muy sencilla: cuanto más das, más recibes. Y cuanto más des a Dios, más te gustará hacerlo.