domingo, 8 de julio de 2018

Volvamos a su cruz

Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Marcos 8: 34-35
Muchos olvidan que ese lugar existió, donde los salvó y les dio sentido a su vida, ese rincón donde Un hombre sin merecerlo sufrió, fue humillado y no le importó. Donde por amor, todo por amor, pudiéndose bajar de esa cruz, prefirió hacer la voluntad de su padre, el más bueno y santo de todos, y murió como la persona más vil y mala.
A muchas personas ya no les conmueve ese episodio, ese agonía que Jesús padeció, y eso sucede cuando dejan ese primer amor, cuando se vuelven al lugar de donde JESÚS los sacó un día, cuando dejan la relación con Dios, y la cruz se les empieza hacer más liviana. Qué problema cuando ¡LA CRUZ YA NO PESA!
Cuando da lo mismo doblar o no las rodillas para orar, cuando se busca el mejor pretexto para no ir a alabar a esa persona que dio su vida por cada uno, cuando en una esquina se encuentra su palabra llena de polvo, cuando ya no hay hambre de Él, de su presencia. Quizá sea la falta de emoción, o tal vez se está volviendo más atractivo el mundo que SU PRECIOSA SANGRE DERRAMADA, porque se deja de valorar lo que Él hizo, se sueltan de su mano, y ya no les da un escalofrío su pasión de camino al Calvario.
Porque empiezan a dejar que el enemigo los domine con pensamientos, deseos y actos con los cuales desprecian Su muerte por nosotros.

¿Qué dice la Biblia Acerca De los juramentos, el Jurar, las promesas y los Votos?

¿No prohíbe la Biblia jurar o prestar juramento?  ¿Por qué lo hicieron en el Antiguo Testamento?

Jesús dijo:
“Pero yo os digo: No juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;” (Mateo 5:34). 
Y Santiago, medio hermano de Jesús, escribió: “Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.”(Santiago 5:12), así que nosotros como cristianos no deberíamos jurar por nada, pero, ¿por qué hay juramentos en el Antiguo Testamento? ¿No es un acto pecaminoso, como hemos leído?
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En primer lugar, el Antiguo Testamento tiene docenas de referencias de hombres haciendo votos, pero ¿un voto (promesa) y un juramento son lo mismo?
Jurar implica poner por testigo a alguien para asegurar con ello el fiel cumplimiento de un compromiso. Generalmente se jura por un poder divino o por un poder humano o institucional; es este último caso, jurar sobre la Biblia o la Constitución, por ejemplo. Mientras que prometer (hacer un voto), decir la verdad o cumplir fielmente un cargo, es un compromiso consigo mismo que adquiere quien lo hace, sin poner por testigo a nadie ni a nada. Un compromiso personal con algo, con un cargo, una causa, un deber. Eso sí, un voto o un juramento en el Antiguo Testamento suponía la vida para quien lo cumplía y la muerte para quien lo quebrara.
No Jurar
En el Antiguo Testamento, Dios hablándole a Israel, dice:
“A Jehová tu Dios temerás, a él solo servirás, y por su nombre jurarás” (Deuteronomio 6:13). Por eso nuestra iglesia no jura como testigos porque no podemos jurar por el nombre de Dios, porque no hay nadie más grande. Sin embargo, Dios habló por medio del profeta Jeremías, y dijo: “Si te volvieres, oh Israel, dice Jehová, vuélvete a mí. Y si quitares de delante de mí tus abominaciones, y no anduvieres de acá para allá, y jurares: vive Jehová, en verdad, en juicio y en justicia, entonces las naciones serán benditas en él, y en él se gloriarán.”(Jeremías 4:1-2).

¿Qué evidencias hay de la existencia de Dios?

Resultado de imagen de ¿Qué evidencias hay de la existencia de Dios?¿Existe Dios? Es interesante que se dé tanta atención a este debate. Las últimas encuestas nos dicen que alrededor del 90% de la gente en el mundo de hoy, cree en la existencia de Dios o en algún poder más alto. Aunque, de algún modo, la responsabilidad parece recaer en estos que creen que Dios existe, para de alguna manera probar que su existencia es cierta, la realidad nos dice que verdaderamente, la responsabilidad está sobre los que no creen.

Pero la existencia de Dios no puede ser probada o desmentida. Hasta la Biblia dice que deberíamos aceptar por fe el hecho de que Dios existe, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Si Dios lo deseara, simplemente podría aparecer y probar a todo el mundo que existe. Pero si lo hiciera, no habría necesidad de fe. “Jesús le dijo: porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).


Sin embargo, esto no significa que no haya evidencias de la existencia de Dios. La Biblia declara, “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras” (Salmos 19:1-4). Al mirar las estrellas, al entender la inmensidad del universo, al observar las maravillas de la naturaleza, al ver la belleza de la puesta del sol, vemos que todas ellas apuntan hacia un Creador, Dios. Si esto no fuera suficiente, también hay evidencia de Dios en nuestros propios corazones. Eclesiastés 3:11 nos dice, “
Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin. Hay algo en lo profundo de nuestro ser que reconoce que hay algo más allá de esta vida y alguien más allá de este mundo.

Intelectualmente podemos negar este conocimiento, pero la presencia de Dios en nosotros y a través de nosotros, está ahí, es evidente. A pesar de todo, la Biblia nos advierte que todavía hay algunos que niegan la existencia de Dios, “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmos 14:1). Debido a que más o menos el 98% de la gente a través de la historia, en todas las culturas, en todas las civilizaciones, en todos los continentes, creen en la existencia de algún tipo de Dios, debe haber algo (o alguien) causante de esta creencia.

Pero además de los argumentos bíblicos para la existencia de Dios, hay argumentos lógicos. 

Primero, tenemos el argumento ontológico. La forma más popular del argumento ontológico, usa básicamente el concepto de Dios para probar Su existencia. Comienza con la definición de Dios como “Ése del cual no puede ser concebido uno más grande”. Además se sostiene que existir es mayor que no existir, y por tanto el mayor ser concebible debe existir. Si Dios no existió, entonces Dios no sería el mayor ser concebible, pero eso contradiría la definición misma de Dios. 
El segundo es el argumento teológico. El argumento teológico dice que desde que el universo despliega su maravilloso diseño, debe haber habido un diseñador Divino. Por ejemplo, si la tierra estuviera unos pocos cientos de kilómetros más cerca o más lejos del sol, no sería capaz de mantener mucha de la vida que en la actualidad lo hace. Si los elementos en nuestra atmósfera fueran diferentes aunque solo fuese en un pequeño porcentaje, cada cosa viviente sobre la tierra moriría. Las probabilidades de existencia de una simple molécula de proteína formada por casualidad es 1 entre 10 elevado a la potencia 243 (es decir, 10 seguido de 243 ceros). Y una simple célula consta de millones de moléculas de proteína. 
Un tercer argumento lógico para la existencia de Dios es el denominado argumento cosmológico. Cada efecto debe tener una causa (relación causa-efecto). Este universo y todo lo que en él hay es un efecto. Debe haber algo que causó que todo existiera. A la larga, debe haber algo “sinrazón” a fin de provocar que todo lo demás exista. Esa “sinrazón” es Dios. 
Otro argumento es el argumento moral. Cada cultura a través de la historia ha tenido alguna forma de ley. Todas tienen un sentido de lo correcto y lo erróneo. El asesinato, la mentira, el robo, y la inmoralidad son rechazados casi universalmente. ¿De dónde vino ese sentido de lo correcto y lo erróneo, sino de un Dios santo?