sábado, 5 de abril de 2014

¿Así que tú eres cristiano...? ¿Y no te gusta orar?

Cada vez que piensas en orar parece que hay otra cosa más urgente que hacer. Siempre encuentras una excusa para no hacelo. El diablo no quiere que ores porque sabe que orar no es un monólogo, él sabe que Dios te escucha. 

El diablo sabe que la oración es la única herramienta que hace que el cielo intervenga en la tierra. 
El diablo sabe que si oras, tu familia se convertirá a Cristo, tus amigos también, sabe que si oras te parecerás más a Cristo.. ¡ese es su terror!
Cuando oras, tu espíritu se conecta con el Espíritu de Dios, todo tu ser pasa por una transformación y te conviertes en un cristiano poderoso, santo, y lleno de autoridad.
Y cuando oras, te conviertes en una amenaza para el diablo, tu oración es el medio por la cual traerás el cielo a la tierra, a tu casa, a tu ciudad, a
 tu nación. El diablo lo sabe muy bien y lucha constantemente, y su única obsesión es... que no ores; de esta forma los propósitos de Dios se harán añicos, serás más propenso a caer, te desanimarás, y abortarás el sueño de Dios.

El diablo no quiere que ores, porque sabe que si oras serás indestructible, porque sabe que si oras, el reino de Dios será establecido donde pongas la planta de tus pies... el diablo sabe muy bien que si oras, conocerás el corazón de Dios, que conocerás Sus propósitos, y te convertirás en un instrumento de avivamiento para esta tierra.

El diablo no quiere que ores, porque sabe que Dios está buscando a alguien que esté en la brecha por esta tierra, y que si Dios te encuentra en oración, podrás ser elegido para ganar tu generación.

 El diablo no quiere que ores, porque...


El limpiaparabrisas

Eran cerca de las once de la noche. Unos minutos antes había dejado a mi novia en su casa. 
Una persona caminó hacia mi vehículo e inmediatamente puse el seguro. Era un joven con el rostro sucio, que blandía en su mano derecha un trapo pretendiendo limpiar el parabrisas… Dije que no sin mucho entusiasmo. El insistió y mi paciencia se agotó, sentí que la sangre se me subía a la cabeza, bajé el cristal de mi ventanilla y me encaré con el joven casi gritándole: ¡Ya te dije que no!
La primero que me llamó la atención de él fue que olía mal, sin embargo, al fijarme detenidamente en su rostro, observé que además de sucio, estaba pálido y con una expresión de tristeza. ¡Con ese trapo tan sucio, dije, más bien me vas a ensuciar el vidrio!
Él bajo su cabeza y guardó silencio. La actitud humilde del joven me impactó.
Me sentí incomodo, y para tratar de suavizar la situación le dije: 
-¿Por qué no te compras una paleta limpia cristales y así das un buen servicio? 
Es que no tengo dinero, respondió con una voz tan suave que parecía un murmullo. 
- Bueno, pues ahorra y cómprate uno, le respondí. Levantó los ojos y me dijo: 
- Está bien señor.
El incidente, quizá por ser algo muy frecuente en nuestra ciudad, se me olvidó. Pasó el tiempo, y una noche, en el mismo semáforo, un joven con el cabello suelto al viento y una sonrisa contagiosa, se me acercó alegremente y me preguntó: 
- ¿Ahora, señor, me deja limpiarle el cristal?
El joven lucía radiante, como si un rayo de felicidad iluminara su vida. Quedé unos instantes impávido, paralizado, hasta que logré reconocerle. Era el mismo joven de aquel incidente.
Ahora estaba limpio y blandía en su mano derecha, una paleta de esas con que limpian parabrisas.
- Mire, Don... , agregó el joven, le hice caso, ahorré, me compré un limpiador y ahora me va muy bien. 
Una carcajada brotó desde mi corazón, era como el reconocimiento de culpa por mi altanería de unos meses atrás. Por supuesto le respondí, y el joven, de forma eficiente, limpió el parabrisas. Le pagué por sus servicios, y lo agradeció gentilmente.
Por la noche repasé lo sucedido. Ese joven no tenía recursos ni esperanzas. Pero la necesidad y la voluntad de salir adelante bastaron para asirse a una posibilidad: cambiar su trapo sucio por un instrumento más eficaz, y así mejorar sus ingresos. Se esforzó y lo logró.
Cuántas veces, me pregunté, muchos de nosotros con más recursos y más estudios, nos hundimos en el desánimo, y caemos en el abandono y negligencia.
Ese joven sencillo, pobre y posiblemente analfabeto, me mostró con su ejemplo, la luz que muchas veces necesitamos, para ver en medio de la oscuridad del desánimo y la desesperación, para volver a intentarlo de nuevo, para renovar la fe en nosotros mismos y levantarnos con éxito, con la victoria.

¿Quién soy yo?



¿Quién soy yo?
Al recordar que Él dejó su hermosa gloria,
que vino a andar con los perdidos como yo,
que sufrió dolores y aflicciones,
y a la cruz Él fue por mí,
 yo me hago esta pregunta:
¿quién soy yo?
¿Quién soy yo, que un rey dejó su gloria?
¿Quién soy yo, para que, al Padre, Él
pidiera por mí?
Nunca podré comprender
por qué Él me amó así.
Hasta la cruz Él fue por mí
¿quién soy yo?
Sus palabras me ayudan a dejarle EL lugar
Si soy fiel la vida eterna heredaré
Nunca podré comprender
¿Por qué Él me amó así?
Hasta la cruz el fue por mí.
Pues, ¿quién soy yo?





¿Te cuesta pedir ayuda?

A la mayoría de las personas nos cuesta pedir ayuda o reconocer que “necesitamos” algo. Preferimos enfrentarnos a los problemas “a nuestra manera” o “hasta donde podamos llegar”. Pero debes saber, si eres de esa gran mayoría, que no estás actuando de forma correcta, porque todos somos hermanos y, por lo tanto, siempre necesitaremos los unos de los otros. En el servicio a Dios no tienen cabida los solitarios.
Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante! Eclesiastés 4:10
Es curioso observar que, las personas que se encuentran en una posición elevada, son a los que más les cuesta pedir ayuda. Podemos verlo, por ejemplo, en un matrimonio, cuando el esposo no desea consultar la inquietud que tiene a su pareja, por temor de creerse inferior a ella, o cuando un líder teme hablar sobre sus preocupaciones, por el mero hecho de pensar que pierde autoridad.
Generalmente nos cuesta pedir ayuda porque tememos perder algo, posiblemente la posición, la imagen, la autoridad, etc. Sin embargo, al actuar de esa manera, sin darnos cuenta, ya estamos perdiendo todas esas cosas por no actuar con sinceridad y humildad.
Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. Zacarías 4:6

Así es la vida - Crecimiento personal-espiritual

Muchas veces en la vida pensamos, incluso decimos, que queremos morir; pero la vida es muy valiosa, ¡como para infravalorarla! Todos somos muy importantes; piensa que, "aunque para el mundo no seas nadie, para alguien eres el mundo".
Muchas veces creemos que los otros son perfectos, pero no hay nadie así, todos somos iguales; lo que pasa es que, hay gente que tiene cosas que tú no tienes, de igual forma que tú tienes cosas que ellos no tienen.
Muchas veces te sientes mal por la forma como actúas y reaccionas, pero lo que ocurre es que a algunos lastimamos con más facilidad que otros; las virtudes de los demás siempre son más visibles para ti, que las tuyas propias.
Muchas veces te aferras a algo o a alguien; no está mal, pero trata de no hacerlo indispensable para tu vida; si te acostumbras a coger siempre un taxi, nunca andarás bien.
Muchas veces te desprecias, te miras al espejo y te insultas; no lo hagas, acepta tu realidad, como también el hecho de que sólo Dios puede transformar tu vida.
Muchas veces nos desesperamos y desilusionamos, pero si todo lo que esperamos o deseamos se cumpliera, ¿qué sería de las sorpresas?
Muchas veces nos traicionan los que creíamos amigos; pero es entonces cuando aparecen los verdaderos amigos que nos consuelan.
Por todos estos motivos no bajes nunca los brazos. Por todo esto vive la vida al máximo, sonríe, sé feliz, disfruta de la vida y confía en el Señor. Por todo esto ama la vida, quizás no sea muy larga, pero puede ser intensa y significativa.
Puede que te toque vivir cosas difíciles, pero con el Señor lo mejor está por venir. No hagas que tu vida sea un infierno, trata de vivir cada momento como si fuese el último. Toma con precaución las decisiones importantes, y si te equivocas, puedes derribar y construir de nuevo lo que construiste anteriormente.
Nunca cambies, siempre sé tú mismo; piensa que siempre hay gente dispuesta a recibirte con los brazos abiertos. Nunca creas que es tarde para volver a empezar. Nunca es tarde para realizar un sueño; no hay nada imposible para Dios.
La vida es gratis, es un regalo y los regalos no hay que rechazarlos. Pero para que ese “regalo” tenga algún sentido, tienes que preguntarle cuál es a quien te la regaló, pues de otra manera te estarás perdiendo el verdadero significado de tu existencia.