sábado, 18 de noviembre de 2017

Católicos & Protestantes - ¿por qué hay tanta aversión entre ellos?

Imagen relacionadaPregunta simple con una complicada respuesta, ya que hay varios grados de creyentes, y diversas razones para la animosidad entre los diferentes grupos religiosos. Desde luego, esta batalla en particular tiene sus raíces en la historia. Hay ciertos grados de animadversión que fueron desde un desacuerdo amistoso (como lo reflejado en los numerosos diálogos ecuménicos producidos entre en estos dos grupos), hasta la persecución y el asesinato de protestantes a manos de Roma. Las enseñanzas de la Reforma, que identificaban al Papa como la Bestia del Apocalipsis y al Catolicismo Romano como el Misterio de Babilonia, son aún comunes entre los protestantes. Desde luego, cualquiera con esta opinión no va a acercarse como amigo a Roma en un futuro próximo.

Para la mayor parte, al menos en la actualidad, mucha de la animosidad viene de la misma naturaleza humana cuando trata con un desacuerdo fundamental sobre verdades eternas. Las pasiones se disparan en la mayoría de los asuntos importantes de la vida, y la fe de uno está (o al menos debería estar) en la cima del montón. Muchos protestantes piensan que los católicos enseñan un evangelio de obras que no puede salvar; mientras que los católicos romanos piensan que los protestantes enseñan una creencia fácil que no requiere más que provocar una explosión emocional por medio de una predicación manipuladora. Los protestantes culpan a los católicos de adorar a María y los católicos piensan que los protestantes son, aparentemente, demasiado torpes como para entender las distinciones que Roma ha hecho a este respecto. Estas caricaturas son con frecuencia difíciles de superar.

Detrás de los particulares desacuerdos sobre el papel de la fe y las obras, los sacramentos, el canon de la Escritura, el papel del sacerdocio, las oraciones a los santos, y todas las discusiones que rodean a María y el Papa, etc., está el mayor abismo entre el Catolicismo Romano y el Protestantismo, el desacuerdo en la autoridad. La manera en que uno responda a la pregunta sobre la autoridad, generalmente resolverá todas las demás. Cuando se trata de decidir un desacuerdo teológico acerca de la definición del dogma católico, no hay mucho que discutir en el lado católico, porque una vez que Roma habla, queda establecido. Esto es un problema cuando se trata de rebatir a un católico romano – la razón y la Escritura no son una autoridad final para los católicos. Estos siempre pueden retraerse a la “zona segura” de la autoridad Católica Romana.

El Perdón: más allá de nuestras heridas

Según el diccionario, perdonar significa “no tener en cuenta la ofensa o falta que otro ha cometido; librar a alguien de una obligación o castigo”. Es decidir obviar la falta que alguien cometió contra ti. Cuando se sufre una herida en nuestro corazón y es causada por personas cercanas a nosotros, muchas veces se nos hace difícil perdonar. Sin embargo, el único camino correcto para poder sanar y ser liberados de ese dolor es perdonando.
Este proceso del perdón no es fácil, es más, a veces puede tardar mucho. Más cuando permitimos que el rencor, la amargura y el odio se aniden en el alma, entonces es mucho peor aún. Si queremos ser seres infelices y vivir la vida a medias o incompleta, lo logramos no perdonando. Pero qué triste es vivir airados, peleados, en iras y contiendas que nada bueno aportan a nuestro interior.
Aunque sabemos que no es nada fácil, porque perdonar a alguien que te maltrató, robó, que quizá abusó de ti, que mató o que hizo cosas demasiado malas, destrozando tu corazón y sentimientos, no parece ser justo y es de hecho complicado. Pero cuando escoges perdonar lo haces más bien por tu salud emocional y física. Porque cuando no lo haces, sin querer estás permitiendo que esa persona pueda seguir robando, absorbiendo y destrozando tu preciosa vida.

El cristiano y sus ofrendas

No hay ninguna empresa sobre la faz de la tierra que marche correctamente sin tener ingresos suficientes para cubrir sus gastos, y que no tenga ganancias. Incluso un club social funciona a base de las contribuciones de sus miembros, y por supuesto la iglesia del Señor no es ninguna excepción.
A través de los siglos, y muy especialmente desde el siglo XIX cuando las grandes iglesias comenzaron a extender sus actividades al campo social, nació la idea de la iglesia como un cuerpo dadivoso e instructivo al cual se podía recurrir para el oportuno auxilio. Desde luego, no es un asunto de debate si la iglesia ha de cumplir con obras benéficas o no. Pero si algo se ha de obtener de una iglesia, es preciso que primero se invierta algo en ella, pues de otra manera no podría funcionar.
La iglesia del Señor tiene también sus funciones ordenadas por Jesús: 
a) la evangelización; 
b) el adiestramiento por los predicadores; 
c) las obras de caridad; y 
d) la administración y gastos generales (alquiler, luz, gas, agua, etc.).
En el pueblo de Israel Dios estableció un sistema obligatorio de pago del diezmo y otras contribuciones, claramente establecidas en la ley de Moisés. El Señor espera de los cristianos madurez y una conducta responsable en cuanto a las finanzas requeridas para la buena marcha de su iglesia (Hechos 20.35; 2 Corintios 8 y 9). La mente de Cristo, que ha de prevalecer en los hijos de Dios, es de carácter dadivoso y responsable, pues entiende que la obra del Señor no se financia por sí misma, como por arte de magia; sino que necesita del sacrificio permanente de todos los creyentes en Cristo.
Porque no es correcto echar la carga financiera sobre otros, pensando que “esos tienen más dinero que yo”. Hay una misma responsabilidad para todos. Es muy fácil sentirse desligado por mezquindad, y luego uno se avergüenza por su mala conducta (2 Corintios 9.4). Dios ama la generosidad de su pueblo (verso 5).
Todo “céntimo” que retengo con fines egoístas para atender primero mis cosas, no obligaciones contractuales, es una oportunidad menospreciada para servir a Jesús. La obra del Señor necesita hombres y mujeres dispuestos a sostener tan noble tarea de forma generosa y permanente.