viernes, 22 de marzo de 2019

Historia del Cristianismo

La historia del cristianismo es una parte importante de la historia de la civilización occidental. El cristianismo ha tenido una extensa influencia en la sociedad, una gran penetración en ella, en su arte, lenguaje, política, leyes, vida familiar, fechas del calendario, música y en la manera misma en que pensamos. Todo ha sido influido por el cristianismo durante casi dos milenios. Por lo tanto, es importante que se conozca la historia de la iglesia.

Historia del cristianismo – El inicio de la Iglesia

La iglesia comenzó 40 días después de la resurrección de Jesucristo (35 d.C.). Jesús había prometido que Él edificaría Su iglesia (Mateo 16:18), y con la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-4), la iglesia (“la asamblea de los apartados”) se inició oficialmente. Tres mil personas respondieron al sermón de Pedro ese día y decidieron seguir a Cristo. 

Por tanto, los primeros convertidos al cristianismo fueron judíos o prosélitos del judaísmo, y la iglesia estaba centrada en Jerusalén. Por esta razón, inicialmente el cristianismo fue visto como una secta judía, semejante a los fariseos, saduceos, o esenios. Sin embargo, lo que los apóstoles predicaban era radicalmente diferente de lo que otros grupos judíos estaban enseñando. Jesús era el Mesías judío (el Rey ungido), que había venido para cumplir la Ley (Mateo 5:17) e instituir un Nuevo Pacto basado en Su muerte (Marcos 14:24). Este mensaje, con la carga añadida de que ellos habían matado a su propio Mesías, enfureció a muchos líderes judíos, y algunos, como Saulo de Tarso, emprendieron acciones para acabar con “el Camino”. Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al Sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajera presos a Jerusalén. 
(Hechos 9:1-2)

Es muy apropiado decir que el cristianismo tiene sus raíces en el judaísmo (estos aún esperan la llegada del Mesías). El Antiguo Testamento proporcionó el fundamento para el Nuevo, y es imposible comprender plenamente el cristianismo, sin un conocimiento, aunque sea básico, del Antiguo Testamento (ver los libros de Mateo y Hebreos). El Antiguo Testamento explica la necesidad de un Mesías, contiene la historia del pueblo del Mesías, y predice la llegada del Mesías. En consecuencia, todo el Nuevo Testamento trata de la llegada del Mesías y Su obra de salvarnos del pecado. En la vida de Jesús se cumplieron más de 300 profecías específicas, probando que Él era Aquel de quien el Antiguo Testamento había profetizado.

Historia del Cristianismo –
El Crecimiento de la Iglesia Primitiva
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No mucho después de Pentecostés, las puertas de la iglesia fueron abiertas a los no-judíos. El apóstol Felipe predicó a los samaritanos (Hechos 8:5), y muchos de ellos creyeron en Cristo. El apóstol Pedro predicó a los gentiles de la casa de Cornelio (Hechos 10), y ellos también, recibieron el Espíritu Santo. El apóstol Pablo (el antes perseguidor de la iglesia), esparció el evangelio por todo el mundo greco-romano, llegando tan lejos como a la misma Roma (Hechos 28:16) y posiblemente a todo el camino hasta España. 

Hacia el año 70 d.C., Jerusalén fue destruido, pero los libros del Nuevo Testamento habían sido completados y ya estaban circulando entre las iglesias. Durante los siguientes 240 años, los cristianos fueron perseguidos por Roma, algunas veces al azar y otras veces por edictos gubernamentales. 

En los siglos II y III, el liderazgo de la iglesia se volvió más y más jerárquico conforme crecían en número. Muchas herejías fueron expuestas y refutadas durante este tiempo, y fue acordado el canon del Nuevo Testamento. Mientras, la persecución continuó intensificándose. 

Fe y crisis de fe

Los seres humanos vivimos entre la fe y la crisis de fe. Aunque en algunos momentos sentimos una fe plena en Dios, en otros momentos dudamos hasta de su existencia.
Sin embargo, esta realidad no debe alarmarnos. No se puede llegar a tener una fe verdadera sin pasar por la crisis de fe.
I. El encuentro con Jesús provoca una crisis de fe.
Resultado de imagen de Fe y crisis de feEn la historia bíblica vemos como Jesús pasa casi inadvertido para Pedro y sus compañeros de trabajo. Jesús acostumbra a llegar a nuestras vidas así, sin que nos demos cuenta. Jesús le pide a Pedro que le preste una barca para predicar desde ella. Pedro no esperaba dicha petición. Jesús acostumbra a confrontarnos así, invadiendo nuestro terreno y cuestionando nuestros valores.
Después de predicar desde la barca, Jesús confronta a Pedro una vez más y le ordena que vuelva a pescar. Pedro, quien había estado pescando toda la noche, sabía que no se acostumbraba pescar durante el día. Jesús acostumbra desafiarnos así, poniendo un gran signo de interrogación sobre nuestra vida y haciéndonos dudar de nuestra situación. Jesús plantea la posibilidad de una nueva realidad.
II. El encuentro con Jesús nos lleva al reconocimiento de nuestro pecado.
Las palabras de Jesús llevaron a Pedro a evaluarse a sí mismo. De alguna manera, Jesús pone en nuestras mentes la duda existencial: ¿Acaso es nuestra vida todo lo que debe ser? O, por el contrario, ¿habrá algo nuevo en nuestro horizonte?
Pedro tuvo ciertos problemas para convencer a sus cansados compañeros de trabajo de la idea de que debían volver a pescar. Jesús demanda de nosotros una confianza radical en Él. Una confianza que nos lleve a renunciar a nuestra confianza en nosotros mismos. Una confianza que nos lleve a confiar primeramente en Dios.
La comparación con la voluntad de Dios nos confronta y convence de nuestro propio pecado. Somos personas pecadoras porque sobreestimamos nuestras propias habilidades, posibilidades y talentos.
III. El encuentro con Jesús nos compromete con la proclamación del Evangelio.
Reconocer nuestro pecado es difícil, pues nos llena de temor. Fijémonos en el temor de Pedro cuando ve el milagro de la pesca. Pedro, sintiendo plenamente su pecado, le pide al milagroso Jesús que se aparte de él. Pero Jesús no se va a apartar de nosotros; Jesús no va a "dejarnos tranquilos" hasta que analicemos nuestras vidas a la luz de la fe en el único y verdadero Dios.
Sin embargo, el temor desaparece cuando encontramos la voluntad de Dios para nuestras vidas. En el caso de Pedro, la voluntad divina era que se dedicara en cuerpo y alma a proclamar el Evangelio del Reino de Dios.
Dios desea que acatemos su voluntad, aunque tengamos que dejar atrás aquellas cosas que, aunque amadas, pueden apartarnos de la fe.
En definitiva, Dios nos invita, pues, a aceptar el mensaje salvífico del Evangelio de Jesucristo. Jesús nos invita a aceptar el mensaje del Evangelio y a convertirnos en pescadores, ya no de peces sino de personas que necesiten conocer a Dios.

El dilema de entender o sentir La Gracia de Dios

Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es invención humana; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.
(Gálatas 1:11 y 12).

Muchos creyentes han tratado de leer y estudiar lo que sea con el fin de comprender el significado correcto de la Gracia de Dios. Tristemente tratan de comprender un misterio del cielo como si fuese una fórmula matemática o una ecuación de química. 
Definitivamente, el tema de la gracia de Dios es un asunto mal entendido por los cristianos hoy en día. Sin embargo, es la doctrina de la gracia un aspecto fundamental y exclusivo de la fe cristiana. La gracia de Dios es una revelación al creyente, del carácter de Dios, de su amor y perdón a favor del pecador a través de la obra de Cristo.

Los dedicados a las matemáticas y a las ciencias abstractas han tratado de explicar el universo infinito y los conceptos de La teoría de la Relatividad, definiendo un símbolo llamado "lemniscata" para describir el infinito.
infinito amor de DiosEste símbolo, aplicado a las ciencias, esconde los extraños conceptos y poco intuitivos de los misterios de lo infinito. El símbolo del infinito normalmente se usa para expresar las cosas que no tienen límite. 
Concepto que es muy difícil de asimilar plenamente con nuestras mentes corruptas y finitas. Un ejemplo de ello es el concepto del universo que se expande siempre a velocidades cercanas a la de la luz. 
Este símbolo matemático lo habremos visto alguna vez en nuestras vidas los que hayamos estudiado las matemáticas modernas; sin embargo, no puede la mente del hombre entender plenamente el infinito porque sencillamente no estamos capacitados para ello.
Seguro que este ocho tumbado y sin un punto en el que pueda terminar su eterno recorrido, no puede describir el infinito e inmensurable amor de Dios. ¡Qué sería de esta tierra y de nosotros, los pecadores, si la Gracia de Dios no fuera nuestro sustento y supervivencia!

Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. (Lamentaciones 3:22 y 23).

La gracia de Dios no es una licencia para pecar, y tampoco es una herramienta para esconder nuestras culpas o nuestra propia carnalidad, sino que nos revela constantemente nuestra depravación. La gracia nos enseña a amar a Dios indescriptiblemente por Su amor y no por Su juicio.
La Gracia de Dios nos señala a Cristo, nos presenta a Cristo, y nos atrae de manera constante a Cristo. (Juan 1:17)