La resurrección de Jesucristo es importante por muchas razones:
Primero, testifica del inmenso poder de Dios. Creer en la resurrección es creer en Dios. Si Dios existe, y si Él creó el universo y tiene poder sobre él, entonces Él tiene el poder de levantar a los muertos. Si no tiene tal poder, no es un Dios digno de nuestra fe y adoración. Solo Él, quien creó la vida, puede resucitar después de la muerte. Sólo Él puede revertir a vida la atrocidad que es la muerte misma, y solo Él puede quitar el aguijón que es la muerte y dar la victoria sobre la tumba. Con la resurrección de Jesús de la tumba, Dios nos recuerda su absoluta soberanía sobre la vida y la muerte.
Segundo, la resurrección de Jesús es un testimonio para la resurrección de los seres humanos, que es un principio básico de la fe cristiana. A diferencia de todas las demás religiones, solo el cristianismo tiene un fundador que trascendió a la muerte y quien prometió que Sus seguidores harían lo mismo. Todas las otras (falsas) religiones fueron fundadas por hombres y profetas cuyo fin fue la tumba. Como cristianos, somos confortados por el hecho de que nuestro Dios se hizo hombre, murió por nuestros pecados, fue muerto y resucitado al tercer día. La tumba no pudo retenerlo. Él vive y ahora está sentado a la diestra de Dios el Padre en el Cielo. La iglesia viviente tiene una Cabeza viviente.
En 1 Corintios 15, Pablo explica en detalle la importancia de la resurrección de Cristo. Algunos en Corinto no creían en la resurrección de los muertos, y en este capítulo, Pablo da seis consecuencias desastrosas si es que no hubiera resurrección; 1) No tendría sentido el predicar a Cristo (verso 14); 2) la fe en Cristo sería vana (verso 14); 3) todos los testigos y predicadores de la resurrección serían mentirosos (verso 15); 4) nadie sería redimido del pecado (verso 17); 5) todos los creyentes que nos precedieron, habrían perecido (verso 18); y 6) los cristianos serían la gente más digna de conmiseración en el mundo (verso 19). Pero Cristo, sí se levantó de entre los muertos y “primicias de los que murieron es hecho” (verso 20), asegurando que lo seguiremos en la resurrección.
Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
jueves, 3 de mayo de 2018
Los 10 Mandamientos de La Ley de Dios
Los
diez mandamientos se describen claramente en la palabra de Dios, no hay ningún
error y ninguna interpretación que dé lugar a la omisión de alguno de ellos:
1. No tengas otros dioses aparte de mí. Amar a Dios, no solo sobre todas las cosas,
sino sobre toda persona y sobre todo cuanto existe.
2. No te hagas ningún ídolo ni figura de
lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo
que hay en el mar debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni
les rindas culto, porque yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso. Simple, no adorarás ningún tipo de imagen, no te inclinarás
delante de nada ni de nadie; solo ante Dios debemos postrar nuestras rodillas, porque solo Él es digno de alabanza y adoración.
3. No hagas mal uso del nombre del Señor
tu Dios, pues Él no dejará sin castigo al que use mal su nombre. No demos un mal testimonio de la Divinidad y Naturaleza de
nuestro Amado Padre Celestial, Él es Santo.
4. Trabaja seis días y haz en ellos todo
lo que tengas que hacer, pero el séptimo
día es de reposo consagrado al Señor tu Dios. El día de reposo, el de descanso es para el
Señor, para que disfrutes y compartas con los tuyos de su Divina Presencia.
5. Honra a tu padre y a tu madre, para
que vivas una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios. Este mandamiento es hermoso. Cuando fuiste buen hijo, sin duda
eres un buen esposo o una buena esposa, un buen padre o una buena madre.
6. No mates. No solo dejar a alguien sin respiración es
matar; también matamos cuando odiamos a nuestro prójimo, cuando le deseamos lo
malo, cuando albergamos resentimiento en nuestro corazón, etc. - “Todo
el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino
puede tener vida eterna”. 1 Juan 3:15.
7. No cometas adulterio. - "Ustedes
han oído que se dijo: No cometas adulterio. Pero yo les digo que
cualquiera que mira con deseo a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su
corazón. Mateo 5:27-28 (DHH).
8. No robes. Ni a Dios, ni al prójimo. ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me
habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y
ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, toda la nación me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi
casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré
las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que
sobreabunde. Malaquías 3:8-10 (RV 1960).
9. No digas mentiras en perjuicio de tu prójimo. Con la
lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas
creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición.
Hermanos míos, esto no debe ser así. Santiago 3:9-11 (NVI).
10. No codicies la casa de tu prójimo: no
codicies su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni
nada que le pertenezca. - El
resentimiento mata a los necios, la envidia mata a los insensatos. Job 5:2
(NVI).
No
importa lo que te hayan enseñado a lo largo de tu vida, lo que importa es lo
que dice la palabra de Dios, lee la Biblia y cumple con los mandamientos que el
Señor nos enseña. Si tienes dudas lee Éxodo
20:1-17, Deuteronomio 5:7-21.
El Señor nuestro
Dios nos mandó temerlo y obedecer estos preceptos, para que siempre nos vaya
bien y sigamos con vida. Y así ha sido hasta hoy. Y si
obedecemos fielmente todos estos mandamientos ante el Señor nuestro
Dios, tal como nos lo ha ordenado, entonces seremos justos.”
Deuteronomio 6:24-25
(NVI).
Éstos son los mandamientos,
leyes y decretos que el Señor su Dios me ha ordenado enseñarles, para que los
pongan en práctica en el país del cual van a tomar posesión. De esta manera honrarán al Señor su
Dios, y cumplirán durante toda su vida las leyes y los mandamientos que yo les
mando a ustedes, a sus hijos y a sus nietos; y así vivirán muchos años. Por lo tanto, israelitas, pónganlos en práctica. Así les irá bien y
llegarán a ser un pueblo numeroso en esta tierra donde la leche y la miel
corren como el agua, tal como el Señor y Dios de sus antepasados se lo ha
prometido. Deuteronomio 6:1-3
Primer mandamiento de Dios
La
Biblia nos dice que el primer mandamiento de Dios es “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, base de toda la
ley de Dios. Mateo 22. 37-40. La
simplicidad de este mandato es lo que hace tan difícil su cumplimiento.
Mas ante todo, debemos tener en cuenta que “la
voluntad de Dios es agradable y perfecta Romanos 12.2.”, y que “Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia”. 2ª Timoteo 3.16. No es de muy difícil
cumplimiento si estamos en Dios, pero se hace necesario resaltar que está
dictada para que su cumplimiento nos beneficie, para que obre bien en nosotros,
nunca mal.
Profundizando
en este conocimiento vemos un ejemplo. Habitualmente escuchamos, y al menos,
está escrito en el refranero español y en otros, por supuesto, que “para querer
a los demás primero hay que quererse a sí mismo”. Y yo personalmente, añado
“para quererse a sí mismo primero hay que querer a los demás”. Quiero explicar
cómo, a mi entender, se produce esto último.
Debemos
considerar primero, que nunca podremos dar amor a los demás, si no tenemos implementado
en nuestro corazón este sentimiento. Si no sabemos lo que es el amor nunca
podremos amar a la gente. En este sentido es obvia la primera parte de este
proceso: “para querer a los demás primero hay que quererse a sí mismo”.
Cuando
alcanzamos este grado de madurez, cuando tenemos implantado en nosotros el
conocimiento de amar, es cuando podremos dar amor a los demás. Y es en este
momento cuando se produce la situación a la inversa: “para quererse a sí mismo,
antes hay que querer a los demás”. Hay muchos ejemplos de esto pero solo voy a
reflejar uno: supongamos que estoy a la puerta de un colegio de niños con una
bolsa de caramelos, y a medida que van saliendo los niños le voy dando a cada
uno, un dulce caramelo. Por supuesto que ellos se pondrán contentos, pero en mí
el gozo será aún mayor, ¿verdad? Ahora se hace evidente la segunda parte del
proceso, y no olvidemos nunca que es mejor dar que recibir.
En todo os he
enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las
palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
Hechos 20.35.
M.G.L.
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