martes, 29 de julio de 2014

¿Qué hacer en medio de la tormenta?

Problemas. Sí, problemas. Y bastantes. No los soportaba. Es más, por las tardes, cuando concluía su jornada laboral, se lo pensaba dos veces antes de encaminarse a su hogar. Predecía en su corazón, que sostendría una discusión, cualquiera que fuera, con su esposa, y las consecuencias generalmente eran muy desalentadoras: palabras soeces, insultos,... como solía expresarse su mujer cuando estaba "fuera de sus casillas".
¡Qué diferencia de las imágenes festivas y de rostros sonrientes que se tomaron de la ceremonia matrimonial! Todas las fotografías mostraban una faceta feliz del evento. Como si estuvieran posando para un comercial de televisión. Sin embargo, era real. En ese momento todo iba bien.
Meses después comenzó el calvario. Algo que jamás imaginó. Los enfrentamientos se producían por cualquier insignificancia. Era una mujer sumamente celosa, veía amantes hasta en las vecinas a las que saludaba. Un día, en que sonrió a una señora que le concedió su puesto en una fila, su esposa la ofendió. Y después, delante de todos, lo trató a él de descarado por relacionarse públicamente con "sus enamoradas."
El sacerdote le recomendó tener paciencia. Le sugirió incluso que entregara el sufrimiento a uno de los millares de santos del catolicismo. Incluso la vecina de enfrente le habló sobre pócimas mágicas, que desalentarían a su esposa de cualquier discusión.
Solamente un pastor evangélico, a quien consultó al respecto, le sugirió ir a Jesucristo en oración. “Es la solución a las situaciones de crisis, porque Él calma la tempestad", le dijo. 
"Permítale a Dios que tome el control".
La tendencia natural es tratar de resolver los problemas a nuestra manera, con las fuerzas que tenemos. Generalmente no produce buenos resultados. Al contrario, suele producir desencadenados enfrentamientos. Hay malentendidos. Se llega a herir verbalmente a los demás.
Sin embargo, el panorama es muy distinto cuando le permitimos al Señor Jesucristo que tome control de la situación. Él sabe cómo obrar. Interviene en el momento apropiado. Obra como mejor conviene. Lleva nuestra embarcación a puerto seguro.

En el evangelio de Mateo podemos leer un relato impactante: “Jesús subió a la barca, y sus discípulos lo acompañaron. En esto se desató sobre el lago una tormenta tan fuerte que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había dormido. Entonces sus discípulos fueron a despertarlo, diciendo:--¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo! Él les contestó:--¿Por qué tanto miedo? ¡Qué poca fe tienen ustedes! Dicho esto, se levantó y dio una orden al viento y al mar, y todo quedó completamente tranquilo.” (Mateo 8:23-26).
El curso de su vida puede variar positivamente, si no libra la batalla confiando solo en sus capacidades, sino que involucra a Jesucristo; Él como poderoso gigante, se hará cargo del problema por grande que parezca y proveerá una solución oportuna y eficaz.

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