“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Efesios 2:8-10
Pablo en su carta a los Efesios, les está comunicando a los hermanos de la iglesia de Éfeso que la salvación no es porque hagan esto, aquello o incluso buenas obras. Pablo les confiesa que su salvación viene de la mano de Dios por medio de Cristo Jesús.
Pablo destaca que las buenas obras no tienen nada que ver con nuestra salvación, más bien dice que Dios las preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Esto es así para que nadie se gloríe o se jacte en decir: Soy salvo porque me lo gané, gracias a mi esfuerzo soy salvo, etc. Pero realmente somos salvos solo por medio de Cristo.
¿Por qué no puedo ser salvo por buenas obras?
No hay nada que el hombre pueda hacer por su cuenta para ganarse su salvación. Esto está más que claro. Dios mismo tuvo que bajar del cielo y nacer en la tierra como un ser humano más, para que nosotros podamos tener un medio para reconciliarnos con Él.
Para que nosotros seamos salvos, en cuanto a acciones se refiere, tendríamos que cumplir toda la ley al pie de la letra, sin errores. Tendríamos que ser perfectos, y nadie conoce a alguien que sea así. La única persona que fue perfecta en el mundo fue Jesucristo. Y el Padre dejó que Él pagara por nuestros pecados en la cruz (1 Pedro 3:18).
Pensemos por un momento que tuviéramos que cumplir todas las leyes y las normas de la Biblia al pie de la letra, ¿realmente podríamos hacerlo? En realidad nadie puede. Somos imperfectos y esa condición la tenemos desde que nacemos en este mundo. Por lo que es imposible la salvación por nuestra propia cuenta. En toda la historia humana, solo un hombre ha sido capaz de hacer todo al pie de la letra, y ese hombre es Jesucristo.
Dios nos salva por medio de Cristo
Jesús es el enviado de Dios para rescatarnos de nuestra muerte espiritual y nuestra terrible naturaleza pecaminosa. La muerte nos asecha día a día, pero Jesús nos salva, sana y limpia, gracias a su sacrificio.
Todos los martirios que soportó Jesús fueron para que hoy nosotros podamos recibir la gracia de Dios en nuestras vidas. Para que podamos estar delante de la presencia del Padre y tener una buena vida en el cielo. Nosotros jamás hubiéramos podido hacer eso, no importa la obra que realicemos. Solo Jesús salva (Juan 17:19).