jueves, 12 de septiembre de 2019

¿Por qué hay conflictos en las iglesias?

Esta es una pregunta que muchos cristianos se hacen y que generalmente no encuentran una respuesta, y por tal motivo muchos hermanos y hermanas abandonan las iglesias pues llegan a una conclusión: “Para estar con pleitos y conflictos mejor ya no me congrego”. Pero la palabra de Dios nos da respuestas a esta pregunta que muchos nos hacemos: ¿por qué hay conflictos en las iglesias?
Resultado de imagen de ¿Por qué hay conflictos en las iglesias?En términos espirituales, aunque nos parezca difícil de comprender, hay conflictos en las iglesias PORQUE DIOS ASÍ LO PERMITE. Es preciso que entre vosotros haya divisiones, para que se pongan de manifiesto entre vosotros los que son aprobados. (1 CORINTIOS 11:19).
¿Por qué o con qué objetivo el Señor permite las disensiones o conflictos en las iglesias? Pues para que esas disensiones o conflictos revelen quiénes son aquellos cristianos que necesitan aún más de la obra transformadora del Espíritu Santo en su vida, y entre ellos la palabra de Dios nos dice que están:
  • a) Los cristianos carnales; porque aún sois carnales. En efecto, habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis como hombres? (1 Corintios 3:3). Es decir, aquellos que con sus acciones y actitudes demuestran que están llenos de celos, egoísmo, contienda y disensión.
  • b) Los cristianos que causan divisiones; Pero os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y ponen tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido. Apartaos de ellos. (Romanos 16:17). Estos son los que siembran discordia entre los hermanos, lo cual el Señor aborrece (Proverbios 6:19).
  • c) Los cristianos contenciosos. Con todo, si alguno quiere discutir, sepa que ni nosotros ni las iglesias de Dios tenemos tal costumbre. (1 Corintios 11:16). Una persona contenciosa es aquella que siempre contradice lo expresado por las demás personas, es decir, los cristianos que no hacen pero sí critican.

No se trata solo de pedir

Cuentan que una  niña, pese a su corta edad, tenía una gran confianza en los resultados de la oración. Para sus padres era sorprendente constatar la pasión y energía que la niña ponía a la hora de pedir favores a Dios, actitud que generalmente no se hallaba ni en los propios adultos.
Un día, el hermano mayor de esta niña construyó una pequeña trampa para cazar pájaros, lo que a la pequeña, sensible como era, le pareció incorrecto. Sentía mucha pena por las aves que podrían caer en dicha trampa, lo que hizo que primero le rogase y luego le exigiera a su hermano, destruir la trampa. Como él se negó a tal petición, la niña, demostrando seguridad y confianza, aprovechó una reunión familiar para decirles: “No importa que no atiendan mi petición, pero desde hoy voy a orar para que esas trampas no funcionen”. Y así lo hizo a partir de entonces.
oracion niñaYa en la tercera noche, la madre la llamó y le dijo: “Hija, me cuenta tu hermano, que en verdad, tal como lo has estado pidiendo a Dios, hasta ahora ningún pájaro ha caído en la trampa. ¿Cómo pudo darse eso?”
La pequeña sonrió y contestó: “Así es mamá; lo que sucede simplemente, es que hace tres días yo misma rompí la trampa a puntapiés.”
Querido(a) amigo(a): La aplicación o enseñanza de este relato apunta a que no siempre es suficiente con orar y esperar los resultados. Sí debemos pedir, confiar, pero también actuar cuando haya que hacerlo.
Por citar un ejemplo: si no tenemos trabajo debemos pedírselo al Señor, pero a la vez salir a buscarlo; pues difícilmente vendrán a nuestra puerta a ofrecernos empleo, mientras estemos –como se dice vulgarmente- “panza arriba”, durmiendo, disfrutando de la tele, o estáticos, angustiados, compadeciéndonos a nosotros mismos por la supuesta mala suerte.
A veces nos cargamos de religiosidad y pensamos que todo es cuestión de marcar el número 109 de emergencias, pedir a Dios y luego sentarnos a esperar, como cuando de niños le escribíamos en Navidad al supuesto Papá Noel.
Dios requiere de nosotros no solo humildad a la hora de pedir, fe para confiar y paciencia para esperar, sino también disposición para actuar si el tema lo requiere.

Las Sagradas Escrituras (Lucas 11:10) nos recuerdan que: porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

Nuestro nuevo hogar

Y no habrá más maldición; el trono de Dios y del Cordero estará en ella (la ciudad), sus siervos lo servirán. Apocalipsis 22;3.
Al ser la primera inmigrante en llegar a los Estados Unidos a través de Ellis Island, en 1892, Annie Moore se emocionó en extremo al pensar en tener un nuevo hogar y comienzo. Siendo tan solo una adolescente, Annie había dejado una vida difícil en Irlanda para empezar una nueva. Con apenas una pequeña bolsa en la mano, llegó con montones de sueños, esperanzas y expectativas.
¡Cuánta mayor emoción y asombro experimentaremos los hijos de Dios cuando veamos "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Apocalipsis 21:1)! Entraremos en lo que Apocalipsis llama "la santa ciudad, la nueva Jerusalén" (verso 2). El apóstol Juan describe este asombroso lugar con una imagen impactante: un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero (22:1). El agua representa vida y abundancia, y su fuente será el Dios eterno mismo. Juan señala que "no habrá más maldición" (verso 3). Se restaurará la relación pura y hermosa que Dios quiso que hubiera entre Él y los seres humanos.
Qué maravilloso es saber que el Padre celestial, que ama a sus hijos a quienes compró con la sangre de su Hijo, está preparando un hogar nuevo y asombroso donde vivirá con nosotros y será nuestro Dios (Apocalipsis 21:3).
Padre, anhelamos ese día en que viviremos en paz contigo y unos con otros en el cielo.