viernes, 31 de octubre de 2014

Celebraciones que no honran a Dios

Pero si tu corazón se aparta y no obedeces, te dejas extraviar, te inclinas a dioses ajenos y los sirves, yo os declaro hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais a entrar para tomarla en posesión tras pasar el Jordán.” Deuteronomio 30:17-18 
Obedecer a Dios puede llegar a ser más complicado de lo que creemos; pero desviarnos de sus preceptos puede ser más fácil de lo que pensamos. La Palabra de Dios nos advierte enfáticamente sobre el hecho de servir a dioses ajenos. Servir a dioses ajenos es asumir costumbres y practicar ritos de otras culturas, basados en creencias paganas contrarias a las de Dios. 
El modernismo y la transculturación han traído consigo festejos que son casi obligatorios en muchas sociedades, por lo que debemos estar alertas e indagar en profundidad, el origen de cualquier celebración en que incurramos; sobre todo si incluyen a nuestros hijos, pues la línea que separa el bien del mal puede eliminarse sin que nos percatemos de ello. 
No importa que la celebración se haya hecho desde generaciones pasadas en su familia, o que sean costumbres que sus hijos quieren adquirir. En Deuteronomio 13:6,8 se nos advierte sobre dejarnos llevar por costumbres que no honran a Dios: “Si te incita tu hermano, el hijo de tu madre, o tu hijo, tu hija, tu mujer o tu amigo íntimo, diciéndote en secreto: “Vayamos y sirvamos a dioses ajenos”, que ni tú ni tus padres conocisteis….no te sometas a sus deseos ni le hagas caso..” Recuerde que usted tiene un compromiso con Dios, y probablemente también lo tenga con su pareja, con sus hijos o con sus amigos; de acuerdo, pero muestre primero que la verdad de Cristo vive en usted. 
No se trata de describir ahora los motivos por los que no debe celebrar Halloween o alguna fiesta semejante; no obstante, piense que antes de decidir celebrar una costumbre o tipo de festejo investigue sus orígenes, y luego consulte a Dios sobre el tema. Eduque a sus hijos sobre estos temas para que ellos no se desarrollen como víctimas de las tendencias del mundo. Ser cristiano lo llevará a estar conculcando muchas acciones de la sociedad moderna. No importa lo que digan los demás, primero es Dios.

La paz de la presencia del Señor

Inline image 1Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Juan 20:19
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14:27
(Lea Juan 20:19-23)
El domingo es el día del Señor. El primer domingo fue el de la resurrección del Señor, cuando su tumba fue hallada vacía. También es el día en que Jesús se presentó a los suyos.
Los discípulos habían cerrado las puertas: seguramente temían que el arresto de su Señor desencadenase una persecución. Sin embargo, a pesar del peligro se habían reunido, pues estaban unidos por un fuerte vínculo: su amor por su Señor ausente. ¿Realmente estaba ausente? No, de repente Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: “Paz a vosotros”.

Mal agradecidos

“Den siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre.”  (Efesios 5:20)
Se cuenta que una vez, un líder espiritual que vivía en un pequeño pueblo pesquero, después de una terrible tormenta, colocó en una de las pilastras de la iglesia, un cartel con los nombres de nueve pescadores, y sobre tales nombres la frase: “Perdidos en el mar”.
La noticia cundió rápidamente por toda la ciudad, al extremo que uno tras otro, los nueve hombres mencionados en el cartel, llegaron donde el líder a protestar porque ellos, aunque es cierto que habían naufragado, también habían sido oportunamente rescatados. Por lo tanto, no se hallaban en calidad de extraviados, como anunciaba el cartel.
mal agradecidos

Días después, en la reunión dominical, el referido líder espiritual se dirigió a los presentes diciendo entre otras cosas, lo siguiente: 
El otro día se me pidió que orara por once pescadores que habían naufragado. De esos once, solo dos vinieron después a solicitarme que le diera las gracias a Dios, por haber permitido que fueran felizmente rescatados. Por lo tanto, al haberse acercado solo dos, supuse que los otros nueve pescadores si no vinieron a darle las gracias fue porque se habían ahogado”. 

Querido amigo/a: con cuánta frecuencia en nuestra vida diaria, nos parecemos a esas nueve personas “olvidadizas” e ingratas. Diariamente, el Señor nos confiere: vida, salud, sueños, metas, triunfos, alimento, techo, familia, aire para respirar, luz para los ojos,  paisaje para los sentidos y muchísimas cosas más. También nos concede dones, y sin embargo, con una actitud miope, mezquina, o quizá llena de soberbia, nos pasamos casi toda la existencia sin agradecerle diariamente por su bondad y misericordia, pensando que seguramente, lo merecíamos porque todo radicaba en nuestros esfuerzos.

El Verdadero Halloween

El 31 de octubre es el día más importante en el año satánico. Marca el Año Nuevo de los Celtas, antiguo pueblo de Gran Bretaña. En esta fecha terminaba la época de las cosechas. Ellos tenían las siguientes creencias: hasta el 31 de octubre reinaba Baal, dios celta de la primavera y el verano. Desde el 1º de Noviembre reinaba Sanhaim, el dios de la muerte. El 31 de octubre de noche, era un intervalo entre los dos reinados. Las barreras entre lo natural y lo sobrenatural dejaban de existir y los muertos aprovechaban para deambular por el mundo de los vivos, a veces interfiriendo violentamente sus asuntos.
Por este motivo, la celebración del 31 de octubre era considerado el “Festival de la Muerte”. De ahí también, los colores de esta festividad: el naranja representa al otoño, y el negro, representa a la muerte. En este día, el dios de los celtas llamaba a los espíritus de los malvados que habían muerto en ese año. Al mismo tiempo, otros espíritus recorrían los campos atacando a las personas.
La noche del 31 de Octubre era una noche de horror para el pueblo celta: podían ser atacados por fantasmas, malos espíritus y demonios, y por los mismos sacerdotes druidas. Era el momento de los sacrificios humanos. Hombres, mujeres, ancianos y niños eran llevados a la fuerza y encerrados en grandes cajones de madera y paja. Allí los sacerdotes les prendían fuego. Después de estos sacrificios, los sacerdotes tenían una comida de acción de gracias junto a las cenizas.

LOS DRUIDAS
Los celtas tenían sacerdotes satánicos llamados Druidas. Los druidas existían en Gran Bretaña, Roma y Grecia. El 31 de Octubre los Druidas iban de casa en casa demandando ciertas comidas, y aquellos que se las negaban eran maldecidos. Se atormentaba a la gente mediante la práctica de magias. En sus recorridos, los Druidas llevaban grandes nabos que habían sido previamente vaciados y tallados, con formas de caras y emblemas satánicos.
Se creía que cada nabo contenía el espíritu del demonio, que dirigía o guiaba personalmente al sacerdote, era su pequeño dios. Se usaban vestimentas para ocultar la identidad del druida, que amenazaba a la gente con maldiciones si no le daban la comida que requería.

ADIVINACION
Los que practicaban la adivinación sabían que esta era la noche en que tenían más éxito. Invocaban a Satanás para que los ayudara en sus esfuerzos. Una de las formas de adivinación era poner manzanas en un tubo y lograr hacerlas entrar en sus bocas sin morderlas. El primero que lo lograra, tendría buena suerte ese año. Luego pelaban la manzana, tiraban la cáscara sobre el hombro y se daban la vuelta enseguida para mirar alrededor. Esperaban ver una visión o la aparición de la persona con quien se iban a casar.

Lo que puede hacer Dios

La crucifixión, método antiguo de ejecución en el que el condenado es atado o clavado en una cruz de madera y dejado allí hasta su muerte, fue ampliamente utilizada en Roma.
La muerte de los sentenciados, en sus inicios, incluía el arrastrar un yugo de madera o su propia cruz sobre los hombros hasta el lugar de ejecución, donde la víctima era flagelada; por lo general, el instrumento que se usaba era un látigo corto con varias tiras de cuero sueltas o trenzadas, de largo diferente, que tenían atadas a intervalos bolitas de hierro o pedazos afilados de hueso de oveja.
Cuando los soldados romanos azotaban vigorosamente, la espalda de la víctima, las bolas de hierro causaban contusiones profundas, y las tiras de cuero con huesos de oveja cortaban la piel en los tejidos subcutáneos. Entonces, a medida que continuaban los azotes, las heridas profundizaban hasta llegar a los músculos del esqueleto y producían sangrado interno.
La víctima, también era desnudada y llevada a un monte alto para que todo el mundo viera su vergüenza, al ser clavada en la cruz con los brazos estirados. Finalmente, si no moría en la crucifixión, se le quebraban las piernas para que no pudiera incorporarse y muriera irremediablemente, por asfixia.
Hoy en día, se cree que la muerte en una cruz podía suceder por múltiples razones fisiológicas, como shock hipovolémico (choque hemorrágico), debido a la hemorragia causada por los azotes y los clavos, o sepsis (reacción orgánica) generalizada por las heridas infectadas. También podía suceder por la combinación de otras causas como deshidratación, insolación, cansancio crónico, que eventualmente podían llevar a un paro cardíaco, etc.
Pero no estamos teniendo en cuenta la tremenda tortura emocional de estar clavado en una cruz, con los brazos sujetos y sin poder cubrir la desnudez. Sin dejar de mencionar además, lo que provocaba verse en esa circunstancia delante de amigos y enemigos, padres y hermanos, extraños y conocidos, etc. Tampoco podemos negar que la tortura tenía la misión de atemorizar a todos los que observaban. Los romanos querían hacer ver la vergüenza y la tortura a la que se exponía cualquiera que se levantara en contra de sus leyes.

Al Final De Mi Cadena - Crecimiento personal-espiritual

Nosotros somos descendientes de Abraham, le contestaron, y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados?” Juan 8.33
Un fin de semana viajamos a otros país para dar un seminario. Cuando llegamos a la casa en donde nos estaríamos quedando, vimos que en frente la propiedad estaba bordeada de hermosos árboles gigantes y viejos. Encadenados a cada árbol en el medio, había un perro guardián.
Algunos de los perros se quedaron en su lugar ladrando, sabiendo que por sus cadenas, no podían ir muy lejos. Sin embargo, uno de los perros hizo algo diferente.
Cuando veía a un pájaro o un coche pasar, salía corriendo tras él. Y todas las veces, justo cuando estaba a punto de alcanzar su meta, la cadena lo jalaba y le sacudía con el tirón. Era como si el perro no supiera que estaba encadenado a un inmenso árbol.
Muchos de nosotros vivimos la vida como ese perro. Si le preguntases a una persona que vive de esa manera, si está viviendo en libertad, probablemente te respondería que sí. Probablemente te diría, “Mira al país en el que vivo. Mira a mis padres o a mi vecindario. Mira mi trabajo, mi casa y mis cosas. No soy esclavo, soy tan libre como es posible. Mira la iglesia a la que asisto, soy cristiano.”
Este tipo de gente se mete de lleno en la iglesia rápidamente. Les encanta estar involucrados, estar activos y haciendo muchas cosas. Pero luego, cuando parece que están a punto de hacer algo increíble, son detenidos y jalados con una sacudida. Son contenidos y están encadenados. Para alguna gente es el amor al dinero, sus pertenencias, su estilo de vida y la comodidad. Para otros es el pecado en sus vidas.