La rutina lleva a la costumbre y a dar por sentado que los ojos siempre se abrirán, pero despertar es un acto milagroso, algunos nunca logran hacerlo o dejan de respirar.
Para muchos el cantar de un gallo, la iluminación del sol o la sombra que produce la luna, es la señal de una nueva oportunidad para comenzar la nueva jornada que ha llegado. Se puede existir sin vivir, pero vivir es más que existir. Parece fácil, pero realmente es complejo; es complicado lograrlo si no tenemos claro para qué estamos aquí. Hay que tener una idea básica de nuestra razón de ser, para encontrarle el sentido a nuestra presencia es este mundo. Vivir plenamente es más que lograr un propósito académico, laboral, político, financiero o religioso.
Hace unos días conversaba sobre el espinoso tema del suicidio. Tuve que reflexionar ante el recuerdo de la muerte de algún familiar por causa del mismo. Incluso yo tuve la osadía de pensar en el suicidio como alternativa a mis pesares y a la falta de respuestas a mis preguntas. En una etapa de mi vida fui una persona amargada y lastimé a muchos a mi alrededor. Eran momentos en los que odiaba ver la luz del nuevo día. Levantarme era traumático, porque no sabía que sería de mi agenda al salir de mi habitación. Verdaderamente vivía como un “robot” y no veía objetivos definidos ante mí, y mi amada familia sufrió mucho mis períodos depresivos. Por más que hacían para motivarme o inspirarme no lograban obtener reacción alguna. Fue una etapa muy oscura, muy agotadora, y pensar hoy en el dolor y el indeseable ambiente que yo produje en ellos, me retuerce mi interior.