martes, 24 de abril de 2018

¿Qué dice la Biblia sobre el arrebatamiento?

La meta de todo cristiano es ser parte del arrebatamiento. Ese momento glorioso en que Jesús toma a los que le pertenecen y los lleva al cielo para estar con Él eternamente.
¿Qué es el «arrebatamiento»?
Aunque la expresión «arrebatamiento» no se utiliza expresamente ni una sola vez en la Biblia, es el nombre que se ha dado a la ocasión en que Jesús descenderá del cielo a buscar a los que lo han amado sobre todo en esta tierra, y han sido sus fieles discípulos.
«Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.» 1 Tesalonicenses 4,16-18.
Los discípulos de Cristo que ya han muerto resucitarán primero, y los que aún viven en Cristo se unirán a ellos. Todos juntos serán arrebatados en cuerpos incorruptibles para encontrarse con Jesús en el aire.
Resultado de imagen de ¿Qué dice la Biblia sobre el arrebatamiento?«Porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.» 1 Corintios 15, 52-53.
¿Quiénes serán arrebatados?
Jesús dice a sus discípulos: «Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.» Juan 14,3-4. Lo que significa que hay un camino por el cual podemos ir. Un camino que nos guía hacia Él; para estar junto a Él por toda la eternidad. Los que aman a Jesús saben adónde va el camino.
«Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va… en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.» Apocalipsis 14, 4-5.
Estos son los que, por la gracia de Dios, han seguido las pisadas de Jesús. Han hecho lo correcto y bueno, y se han convertido en aquello a lo cual estaban llamados a ser: luz y sal en este mundo. (Mateo 5,13-16) Esto significa que ni injusticia, ni insatisfacción ni queja, ni ansiedad, ni desánimo, ni pereza, ni mundanidad, ni vanidad, etc., se ha encontrado en ellos.
Todos juntos son llamados «la esposa de Cristo». Han mantenido firme, sin fluctuar, lo que es correcto, bueno y verdadero en cada circunstancia, así como su esposo lo hizo en sus días en la tierra, de modo que son puros y dignos de ser «esposa». «Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria; porque han legado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino representa las acciones justas de los santos.» Apocalipsis 19,7-8.

Cerca de Jesús es donde quiero estar

Desde el pecado original se perdieron muchas cosas y entre ellas, se perdió la inocencia, la transparencia, nuestra bondad, la seguridad e identidad. Nuestro razonamiento fue también nublado, y nuestras emociones de miedo y vergüenza salieron a flor de piel; pero lo más grande que se perdió fue la relación personal e íntima con Dios.  
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Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. (Génesis 3:8).

Todos los hombres tenemos la necesidad imperiosa, en nuestro interior, de tener una relación de amistad pura, de comunión con otra alma, de un amor sublime, de una sintonía perfecta con alguien. Queremos saciar la sed de relación a cualquier precio. Anhelamos compañerismo, lealtad...; desesperadamente queremos unirnos a alguien en este mundo pasajero y terrenal, como sea, hasta de una manera casi idealista.
¡Oh!, cómo soñamos con poder bailar con alguien que se acoplara de una manera tan bella, que pudiéramos danzar con ella toda la eternidad.

Porque todos en nuestra necedad (generada por el pecado original) buscamos encontrar esta relación en la pareja, con los hijos, con los hermanos de la iglesia, con el vecino, etc. O quizá en la familia, con el amigo, incluso caemos en la trampa de buscar esa alma gemela en el pastor de nuestra iglesia local, o con los hermanos de nuestra propia congregación.
Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.
(Jeremías 2:13).

Nuestro corazón debe aprender
a saciar toda su sed
 solo en Jesús.

Nuestros momentos con 
Jesús son efímeros y fugaces.

Pasos De Bebé

El éxito no comienza hasta que no iniciamos la caminata del camino hacia nuestras metas.  Y nuestro caminar siempre comienza con pasos de bebé.
¿Por qué los llamamos así, pasos de bebé?
Los pasos de bebé son los primeros pasos que damos como acto de fe. Vemos a otros avanzando y al seguirlos reclamamos nuestra habilidad de caminar. Al ir creciendo, seguimos nuestro desarrollo cuando tomamos otros pasos de bebé adicionales. A veces caemos y otras, fracasamos. A partir de entonces, todos los pasos se convierten en actos de fe; simplemente nos vamos haciendo más duchos.
Resultado de imagen de pasos de bebé... pasos de fePero si nos decimos a nosotros mismos:
“No quiero verme como un tonto” o “más vale que sea bueno en esto”, probablemente nunca tomaremos los pasos de bebé hacia nuestras metas y acabaremos ahogándonos en nuestra auto-conmiseración.
Como cultura, nos enfocamos en los resultados. Contemplamos cada riesgo a tomar para alcanzar nuestras recompensas.
Son pocos los que son rendidores consumados en cualquier tarea la primera vez que lo intentan. Fracasan y triunfan. Se superan según sus habilidades para cada ocasión. Practican sus habilidades y utilizan sus talentos a través de pasos de bebé antes de estar listos para mostrárselos al mundo.
Así pues, aprendamos a tomar esos pasos de bebé para alcanzar las metas en adelante. Mas de antemano, sepamos que podemos apoyarnos en Dios para mostrarnos el camino. Cuanto más duchos seamos, nuestros pasos de bebé se convertirán en caminata, luego en trote, y finalmente en carrera.