Como seres humanos caídos y pecadores, la naturaleza de Dios es un concepto difícil de comprender para nosotros. Tendemos a ver a Dios como un Ser amable y misericordioso, cuyo amor por nosotros anula y ensombrece todos Sus demás atributos. Desde luego que Dios es amoroso, bondadoso y misericordioso, pero es ante todo un Dios santo y justo. De hecho, es tan santo que no tolera el pecado. Es un Dios cuya ira arde contra el impío y aquellos que lo desobedecen (Isaías 5:25; Oseas 8:5; Zacarías 10:3). Él no solo es un Dios amoroso; ¡Es el amor mismo! Pero la Biblia también nos dice que aborrece cualquier forma de pecado "Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete le son abominables: los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies que corren presurosos al mal, el testigo falso que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos." (Proverbios 6:16-19). Y aunque Él es misericordioso, tiene límites para Su misericordia. “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (Isaías 55:6-7)
El hombre, en su estado sin regenerar, está corrompido por el pecado, y ese pecado está dirigido contra Dios. Cuando David pecó al cometer adulterio con Betsabé y haber dado muerte a Urías, respondió en oración algo interesante: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos…” (Salmos 51:4). Puesto que David había pecado contra Betsabé y Urías, ¿cómo clamó haber pecado solo contra Dios? David entendió que cualquier pecado es en última instancia contra Dios, y Dios es un Ser eterno e infinito (Salmos 90:2). Como resultado, todo pecado requiere un castigo eterno. La santidad, perfección y carácter infinito de Dios, han sido ofendidos por nuestro pecado, y aunque ante nuestras mentes finitas nuestro pecado está limitado en el tiempo, para Dios, quien no está sujeto al tiempo, el pecado que Él odia es permanente. Nuestro pecado está continuamente ante Él y debe ser castigado de continuo, a fin de satisfacer Su justicia santa.