martes, 29 de septiembre de 2015

La Cuerda

La leyenda cuenta que un alpinista estaba desesperado por conquistar el Aconcagua, e inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él por lo que subió sin compañeros. Empezó a subir y se le fue haciendo tarde y más tarde,... y como no se había preparado para acampar, decidió seguir subiendo y llegar a la cima.
Oscureció, la noche cayó con gran pesadez, y en la altura de la montaña ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, sin ninguna visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado a solo 100 metros de la cima, resbaló y se desplomó por los aires. Caía a una velocidad vertiginosa, y solo podía ver veloces manchas cada vez más oscuras que pasaban, en la misma densa oscuridad, y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo… y en esos angustiosos momentos, pasaron por su mente todos sus gratos y no tan gratos momentos de la vida....Pensaba que iba a morir, sin embargo, de repente sintió un tirón tan fuerte que casi lo parte en dos.
Como todo buen alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con mosquetones y candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más remedio que gritar: “¡Ayúdame, Dios mío!” De repente, una voz grave y profunda de los cielos contestó: “¿Qué quieres que haga, hijo mío?” “Sálvame, Dios mío.” “¿Realmente crees que te puedo salvar?” “¡Por supuesto, Señor!” “Entonces corta la cuerda que te sostiene…” Hubo un momento de silencio y quietud. Y el hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó…
Cuenta el equipo de rescate, que al otro día encontraron a un alpinista congelado, muerto, agarrado con fuerza con las manos a una cuerda… ¡A tan solo dos metros del suelo!
Y tú… ¿qué grado de confianza tienes en tu cuerda? ¿Por qué no la sueltas?…
Deuteronomio 31:8
“Y Dios es el que va delante de ti; él será contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas, ni te intimides.”

Creer es recibir

HEBREOS 11:6 “Sin fe es imposible agradar a DIOS; porque es necesario que el que se acerca a DIOS, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
Lo creeré cuando lo vea. Esa fue la respuesta de una mujer a quien le dijeron que había recibido un premio en efectivo, sin que tuviera que hacer nada a cambio. La respuesta de esta mujer demostró claramente, que ella no depositaba su fe en las vacías promesas de alguien que vende por teléfono.
Hay muchas cosas en las que no deberíamos poner nuestra fe: promesas de dinero fácil, sin esfuerzo; vacaciones tropicales sin pago inicial y en lugares que no hemos visto, y ardides de mercadeo que te dicen "compre ahora y pague después". Si alguien te hace alguna de esas promesas, ¡sal corriendo!
Sin embargo, existen algunas cosas en la vida con las que sí podemos contar. Por ejemplo, no cuestionamos si el sol va a salir y a ponerse todos los días; o cuando exhalamos, la mayoría de nosotros no se pregunta ansiosamente, si habrá suficiente oxígeno para la próxima vez que inhalemos. Hasta podemos confiar en el clima…. bueno, posiblemente, cuando se vive en algunos países donde las estaciones son muy marcadas y donde podemos esperar que va a refrescar, luego a hacer mucho frío, se calienta un poquito en la primavera y luego hace un calor tremendo en verano. Sabemos que este ciclo se repetirá una y otra vez mientras la Tierra rote.
Nuestra vida también cambia constantemente, pero la oración de fe puede darnos estabilidad. La paz interior viene de saber que sea lo que sea por lo que estemos orando, podemos dejarlo en las manos de DIOS, quien tiene el control de nuestras vidas.

Lo que tengo & lo que me falta

Los seres humanos nos caracterizamos por dar más importancia a nuestros anhelos que conformarnos con lo que poseemos, y no es que no tengamos nada, pero solemos actuar como si así fuera. Deseamos tanto tener ciertas cosas que olvidamos todo lo que tenemos.
lo que tengo vs lo que me hace faltaEl error no está en desear más de lo que tenemos, ¡eso es bueno! Lo que muchas veces nos hace equivocarnos, es no valorar o restarle importancia a lo que está en nuestro presente por estar planeando todo el tiempo el futuro.
A veces es tanto nuestro empeño en conseguir las cosas, que sin darnos cuenta nos perdemos los hermosos detalles de lo que ya tenemos, de lo que hoy nos puede hacer felices.
Siempre es bueno soñar con todo lo que deseamos y planear lo que esperamos cumplir, pero mejor es aprender a vivir feliz con lo que se tiene, porque lo demás va llegando a su tiempo; vivir el presente sabiendo que el futuro está en manos de Dios, planeando, sí, pero no olvidando los logros ya alcanzados, todas esas necesidades que Dios ya ha suplido en tu vida.

Mi madre murió en mis brazos

“Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:7,8).

Sucedió la madrugada del 29 de junio de 1984. Yo había estado preparando hasta muy tarde un sermón de boda. Al día siguiente teníamos que viajar a Barcelona (España), donde tendría lugar el enlace. Llevaba solo unas dos horas en la cama, cuando notamos que mi madre se había levantado jadeante y se dirigía a la terraza. Necesitaba aire fresco porque se estaba ahogando. 
Padecía un cáncer de pulmón, y aquella noche algo se le complicó que le produjo una crisis respiratoria fatal. Mi esposa y yo nos levantamos inmediatamente; yo la tomé en mis brazos antes de que cayera. Toda la familia estaba a su lado cuando los estertores de la muerte nos indicaron que estaba agonizando. Ya sin palabras, su mirada ansiosa iba de uno a otro de nuestros rostros, con una misteriosa mezcla del que pide socorro pero prodiga amor, buscando nuestros ojos para intercambiar las miradas. La apreté contra mi pecho y, pasados unos minutos, expiró.

En una de sus más famosas rimas, Gustavo Adolfo Bécquer repite: “¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!” No, no estoy de acuerdo con el poeta romántico ni con aquellos que piensan que los hombres podemos vivir juntos, pero morimos solos. Mi madre fallecida no sintió ni la inmensidad de la oscura noche en la que penetró, ni las frías paredes de la tumba ni la ausencia de sus parientes, porque estaba inconsciente. Al morir, dejó de sentir, de ver, de oír, y hasta que vuelva a vivir no recordará, pero cuando despierte a la vida, los rostros de sus amados que le acompañamos en aquel día, y el amor con el que se despidió de nosotros, renacerán con ella, porque así como vivimos juntos morimos también juntos, y ella vive imperecedera en nuestra memoria hasta el día de la resurrección.

¿Puedo Cambiar mi Pasado?

“Sí Dios no hubiera borrado mi pasado, seguramente yo sí hubiera borrado mi futuro”. 
¿Eres de las personas que se sienten atrapadas en el pasado? Lo más seguro es que a pesar de que Dios perdonó tu pasado, todavía estés luchando con ese pasado que no te gusta, te sientes avergonzado por las cosas que pasaron en tu vida y aún no las puedes dejar. Quizá quieras retroceder en el tiempo y no haber hecho lo que hiciste, pero no se puede. El pasado es historia y no se puede volver a recuperar, lo que sí puedes hacer es cambiar tu presente para tener un futuro mejor. Si tú eres cristiano, ten por seguro que Dios perdonó tu pasado y nunca se acordará del mismo. Él te ha hecho nuevo y espera que tú comiences a vivir esa vida abundante. La única manera en que puedes cambiar tu pasado es despojándote completamente del mismo y comenzar a renovarte en tu mente.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está corrompido por los deseos engañosos, renovaos en el espíritu de vuestra mente,” Efesios 4:22,23 (RV1995)
Hay un dicho que dice que somos lo que decidimos ser, y es interesante porque el lugar donde nos encontramos hoy es producto de nuestras elecciones. En la vida cristiana siempre tendrás dos opciones: ¿Soy bendición o soy maldición? ¿Qué camino escogeré, el de la vida o el de la muerte? ¿Soy un nuevo hombre o un viejo hombre? ¿Cuál escoges tú? ¿Eliges seguir viviendo en el pasado o eliges comenzar a diseñar tu futuro?
Tú no puedes cambiar tu pasado, Dios ya lo cambió. Del pasado y de la historia solo podemos aprender de las cosas que hayamos hecho, igual que
 de las cosas que hayamos dicho. ¿Qué hacer y qué no hacer? ¿Qué decir y qué no?
Para que nuestro pasado sea reconducido a un futuro grandioso, necesitamos cambiar nuestra perspectiva de la vida e incorporar nuevos hábitos que nos lleven a la vida extraordinaria.