domingo, 8 de noviembre de 2015

Jesús: Un líder del cambio

Jesús introdujo más cambios en la vida que ninguna otra persona, especialmente en el ámbito religioso. Y nos anima a hacer lo mismo, como cuando enseña a sus discípulos acerca del vino nuevo:
Jesús les contó esta parábola: –Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: El añejo es mejor. Lucas 5:36-39
Un estudio de las diversas posturas que tomó Jesús ante cada cambio, nos sirve para apreciar su sabiduría y su liderazgo en cada situación. Después de que Jesús sanó a un hombre poseído por un espíritu maligno (Marcos 5:1-20) la gente de la zona comenzó a suplicarle a Jesús que se fuera de la región (verso 17). Jesús podría haberles dicho: acabo de hacer un milagro que ha beneficiado a uno de los vuestros, ¿no queréis ver más de este mismo poder? Sin embargo, hizo su evaluación, vio que esa ciudad no estaba lista, y se retiró, lo aceptó y se fue a otras zonas más centrales y estratégicamente importantes para el cumplimiento de su misión.
De este modo, Jesús nos enseña que muchas veces nos es necesario aceptar las pérdidas, cambiar nuestros planes, alterar nuestra programación, y revisar nuestras metas y objetivos. Esta es una gran lección sobre el liderazgo. En algunas ocasiones un cambio de planes puede ser la medida más estratégica que podemos tomar como líderes.

En la debilidad

 “De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a DIOS por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras.” ROMANOS 8:26 
Una de las herramientas más importantes para el cristiano es la oración. La oración es nuestra conversación con nuestro Padre DIOS, mediante la cual le contamos todo y especialmente nuestras inquietudes, preocupaciones y necesidades.
debilidadMuchas veces decidimos orar con regularidad, apartándonos en algún lugar privado, cuando de repente nos damos cuenta que no sabemos qué decir.
Seguramente te pasó que no sabes cómo empezar o, si lo has hecho, no sabes qué más decir. Esto origina un cierto sentido de frustración que hace que nos rindamos, que decidamos no continuar con la oración.
Muchos de nosotros pensamos que la oración depende exclusivamente de nosotros, cuando en realidad vemos que contamos con Alguien que nos quiere ayudar: El Espíritu Santo.

Sol@ porque quiero…

En ocasiones me ocurre que he querido correr hasta Groenlandia sin que nadie me siga y nadie me conozca, por lo que no se espera ni se demanda nada de mí, para experimentar la maravillosa sensación que es la tranquilidad. No se espera que esté siempre con un rostro radiante, no se espera que responda bien, tampoco se espera que acierte siempre porque nadie me conoce. La  búsqueda de esa sensación me acompaña más o menos una vez al año. El resto del tiempo no se me vuelve a cruzar por la mente, y no me atormenta en lo más mínimo, pensar que saldré a la calle y sin duda, a más de alguno saludaré porque lo conozco de algún lugar.

Es curioso lo que ocurre cuando queremos estar solos. Por una parte, sentimos como un ahogo físico por el deseo de estar en otro lugar, preferentemente muy, muy lejos de donde estamos, y sin tener contacto con nadie que nos recuerde nuestras responsabilidades y compromisos; sin embargo, y por otra parte, cuando conseguimos estar solos en la punta del monte (lugar al que deseamos irnos en más de una ocasión), nos sentimos solos y desearíamos que alguien nos acompañara; no sabemos bien para qué quisiéramos que nos acompañaran, pero sí sabemos quién quisiéramos que estuviera a nuestro lado en la punta del monte. Entonces descubrimos quiénes son las personas claves de nuestras vidas.
Cuando, metafóricamente hablando, estamos en la punta del monte, parece ser que todo lo vemos desde una perspectiva distinta; el salir de nuestro lugar habitual, el ser capaces de recorrer un lugar nuevo o al menos respirar otro aire, nos hace desconectar, pero a la vez nos conecta con lo esencial, con aquello que no podríamos tener lejos de nuestra vida; por muy agotados o demandados que nos sintamos, ese “algo” o ese “alguien” no puede estar ausente.

No hay enemigo pequeño

“Entonces Dalila dijo a Sansón: ‘Yo te ruego que me digas en qué consiste tu gran fuerza y cómo hay que atarte para que seas dominado’” (Jueces 16:6).
Posiblemente hayas presenciado el juego de “atar con hilo de coser”. Es interesante. Se escoge a la persona más robusta que haya en la sala, se le pide que una las manos juntando las muñecas, y con una bobina de hilo de coser, se dan una o dos vueltas de hilo a sus muñecas quedando “atado” como si llevara unas esposas; luego, se le pide que haciendo fuerza hacia fuera, rompa el hilo y se suelte, lo cual hace con facilidad. Se repite esto varias veces, añadiendo cada vez una o dos vueltas más de hilo. Llega un momento en el que la persona “atada con hilo de coser”, ya no puede soltarse por muy fuerte que sea. Un hilo de coser, finísimo, fácil de romper, puede convertirse en una cadena irrompible. Atención porque podemos quedar encadenados por hilos de una micra de espesor, todo depende de las vueltas que demos.
El secreto de la fuerza de Sansón no residía en sus músculos sino en su fe, de la que tenía como signo externo el cabello largo. No se le resistieron las cuerdas con las que los filisteos le ataron tres veces, pero cuando reveló el vínculo espiritual que le unía a Dios, sus enemigos ya pudieron hacerlo desaparecer y anular su magnífica fuerza. 
Cuando “jugamos” con el pecado repetidas veces, como hizo Sansón, nuestro vínculo con Dios se debilita a la vez que va aumentando el grosor de las cadenas del tentador. No menospreciemos al enemigo, jamás lo consideremos inofensivo, “no hay enemigo pequeño”. Las vueltas de hilo son nuestra reiteración en el terreno de la tentación. La vulnerabilidad y debilidad de nuestra fuerza espiritual dependen de nuestra comunión con Dios. 
“A menos que estemos íntimamente relacionados en vida con Dios, no podremos resistir los efectos profanos del amor propio, de la complacencia propia y de la tentación a pecar. Sin una relación vital con Dios, por nuestra entrega a Él momento tras momento, seremos vencidos. Sin un conocimiento personal de Cristo y una continua comunión, estamos a merced del enemigo, y al fin haremos lo que nos ordene” 

No podemos descuidarnos ni un instante en la lucha espiritual. Ruega al Señor que te mantenga a su lado y te permita gozar de una sólida relación con Él.