domingo, 27 de julio de 2014

Sí, para siempre

El domingo conversaba con un joven que conozco desde niño. Más pequeño que yo, por lo que debo inclinarme para saludarle, de hecho, aún no cumple ni los 18 años de edad. Quiere ser psicólogo como yo y cuando abre su boca brota de él algo distinto, algo que no es comparable a lo que a otro joven como él, le podría parecer divertido o atractivo.

si para siempreMe alegra el corazón escuchar hablar a este joven. Tiempo atrás parecía ser que nada le interesaba mucho, se le veía serio, en silencio, hablaba poco. Ahora es un joven que conversa con otros, que mira a los ojos y que vive la vida intensamente. ¿Qué pasó que lo hizo cambiar tanto? ¿Habrá tenido una experiencia dolorosa que lo invitó a cambiar y aprovechar el tiempo al máximo? ¿Habrá tenido que superar algo muy difícil que le dio fuerza y carácter? Puede ser, pero no debe ser la única razón. Seguro que conoció y entendió quién es Jesús. Él siempre supo de Jesús, pero no lo había conocido y entendido hasta ahora.

Cuando somos capaces de tener un encuentro muy profundo con Cristo, nuestra vida deja de ser la misma, porque entra en escena alguien que no puede ocupar otro papel que no sea el estelar. Es irreemplazable lo que hace, insustituible.

Hay una película llamada “Vida de Pi”, que narra la aventura de un joven de la india y un tigre que vivía en el zoológico de su familia. Es increíble todo lo que narra la película, pero una de las cosas que propone, es que uno escoge cómo quiere explicar los hechos que ocurren en nuestra vida: o sea, o es casualidad o es propósito de Dios. Y así es, cada uno de nosotros decide cómo va a interpretar lo que vive y lo que le ocurre, sea lo que sea. Siempre se tratará de una elección, como la que hizo el joven anterior; este joven decidió tener a Cristo en su corazón. Ese “Sí” que él dio es como el “sí, acepto” de los votos matrimoniales, es un sí eterno, es un “Sí, para siempre”.

Ese mismo “sí, para siempre” es el que Jesús hizo en la cruz el día de Su muerte. Su “sí”  fue tan fuerte que tronó el cielo y la tierra se estremeció por completo. Su sí y nuestro sí, cuando se encuentran, no pueden escribir más que un “para siempre…”


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