Todos necesitamos amor
El ser humano tiene la necesidad imperiosa de ser amado y de amar. A pesar del avance tecnológico a día de hoy, de los ordenadores de alto nivel, de los móviles inteligentes en las palmas de las manos, y de la famosa red mundial de Internet, el hombre de nuestros días no se satisface con nada de esto y continúa en la búsqueda a cualquier precio por encontrar un "amor sincero", un "alma gemela", un compromiso "sincero", una camaradería "excelente", una "sintonía espiritual" con uno de sus semejantes.

El plan del Dios desde las edades eternas
Dios es persona y en Él hay un componente relacional muy fuerte. Dios desea a todo coste una relación de amor, un lazo eterno, una danza por la eternidad con Sus criaturas. Y la realidad es que desde las edades eternas Él tiene un plan establecido para atraerse algunas almas que, al final de los tiempos, serán atadas y controladas eternamente por las cuerdas de amor del Salvador.
Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos
de amor.
Le quité de la cerviz el yugo,
y con ternura me acerqué para alimentarlo.
(NIV, 0seas 11:4)
El pecado original destrozó nuestra relación con el Creador.
Dice la Palabra de Dios que en el paraíso, en el cual se encontraban Adán y Eva, la voz de Dios se paseaba por el huerto, y en tal estado de inocencia, el hombre gozaba de una perfecta comunión con Su Creador. (Génesis 3:8).
Pero el pecado nos ha llevado a un caos tan descomunal, que muchos cristianos en el mundo no tienen una visión amplia y profunda de cuánto hemos descendido debido a ese fallo fatal en el huerto del Edén; y cuando los creyentes no tienen una visión teológica clara de todas las consecuencias del pecado original, tristemente tampoco pueden apreciar la necesidad urgente de que sea Dios en Su Santa Gracia quien nos encuentre, nos rescate y salve, porque el plan de redención de nuestras almas siempre ha sido orquestado por Dios.
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (Génesis 3:15).