jueves, 27 de marzo de 2014

El Señor sabe...

En estos días me encontré con Lola, una señora de esas que forman parte de los recuerdos de nuestra infancia y que, al reaparecer en nuestras vidas, nos traen memorias que durante años parecían haberse desvanecido en el subconsciente.
La Lola que conocí cuando era niña, es ahora octogenaria. Al verla, recordé lo que siempre me había impresionado acerca de ella: nunca la vi quejarse ante lo que, para muchos, pareciera ser una lista innumerable de situaciones adversas a lo largo de sus vidas. Recordé que, durante los muchos años que llevo conociéndola, la vi atravesar muchas experiencias duras y traumáticas, entre las cuales destacan las pérdidas de su esposo, de su madre, de sus dos hijos mayores, y ya en edad adulta y recientemente, de su nieto a los 21 años.
“El Señor sabe”, siempre fue la expresión conque Lola se enfrentó a todas sus crisis. De alguna manera, esta sencilla frase resumía, tanto su manera de sentir, como de consolarse en medio del dolor y la angustia que la adversidad le traían.
De niña, nunca pude comprenderla cuando murmuraba suavemente esa frase. La veía muy tranquila y llena de paz, al afrontar aquellas difíciles situaciones; era como si con aquella corta frase comunicase lo que, como persona sencilla, tal vez su lengua no podía: “Nada puedo hacer ante lo que me sucede; pero Dios, que todo lo sabe y todo lo puede, guiará mis pasos. Nunca me dejará estrellarme contra el suelo; Él siempre me sostendrá”.
Recuerdo su rostro, al mismo tiempo melancólico y feliz, al volvernos a encontrar después de tantos años: ella, con su paso lento y yo,...más madura. Finalmente pude comprenderla, al haberme enfrentado a problemas que parecieron en un momento, ir más allá de mis fuerzas, y haber aprendido a refugiarme, por la fe, en Dios. Había empleado unos cuantos años llegar a comprenderlo y hacerlo. Pero ahora yo también podía decir, junto con mi amiga y hermana Lola: “El Señor sabe…”

¿Quién es Satanás? - ¿Ama Dios a Satanás?

¿Quién es Satanás?
Las creencias de la gente sobre Satanás van de lo simplón a lo abstracto: de un hombrecito rojo con cuernos, que se sienta cerca de ti impulsándote a pecar, a una expresión que se usa para describir la personificación del mal. Sin embargo, la Biblia nos da una clara descripción de quién es Satanás, y cómo afecta a nuestras vidas. Sencillamente, la Biblia define a Satanás como un ser angélico, caído de su posición en el cielo por pecar y que ahora está diametralmente opuesto a Dios, haciendo todo lo que está en su poder para desbaratar los propósitos de Dios para la humanidad.

Satanás fue creado como un ángel santo. Isaías 14:12 le da a Satanás el nombre de Lucero, posiblemente antes de su caída. Ezequiel 28:12-14 describe a Satanás originalmente creado como un querubín, y aparentemente como el más alto de los ángeles creados. Pero ante su posición y belleza se volvió arrogante, deseó sentarse en un trono y ser semejante a Dios (Isaías 14:13-14Ezequiel 28:151 Timoteo 3:6). El orgullo de Satanás le condujo a su caída. Nótense sus expresiones: “subiré; levantaré; me sentaré; subiré y seré...” en Isaías 14:13-14. Por su pecado, Dios echó a Satanás del cielo.

Satanás se convirtió en un gobernante de este mundo, que funciona, apartado de Dios, como el príncipe de la potestad del aire (Juan 12:31;2 Corintios 4:4;Efesios 2:2). Él es el acusador (Apocalipsis 12:10), el tentador (Mateo 4:3;1 Tesalonicenses 3:5), y un embustero (Génesis 32 Corintios 4:4Apocalipsis 20:3). Su mismo nombre significa adversario o “el que se opone”. Otro nombre para Satanás, el diablo, significa “calumniador.”

Aunque fue echado del cielo, aún busca elevar su trono sobre el de Dios. Él falsifica todo lo que Dios hace, esperando ganar la adoración del mundo y fomentando la oposición al reino de Dios. Satanás es el origen primario detrás de cada secta falsa o religión del mundo. Satanás hará cualquier cosa y todo lo que esté en su poder para oponerse a Dios y a aquellos que siguen a Dios. Sin embargo, el destino de Satanás está sellado con una eternidad en el lago de fuego (Apocalipsis 20:10).

El Jefe perfecto

Había alrededor de 70 científicos trabajando en un intenso proyecto. Todos estaban verdaderamente frustrados debido a la presión del trabajo y las demandas de su jefe, pero se mantenían leales a él y no pensaron en abandonar sus trabajos.
Un día, un científico se acercó al jefe y le dijo: “Señor, le prometí a mis hijos que les llevaría a la exhibición en el pueblo, así que quiero salir a las 5:30 PM”. Su jefe contestó: “Está bien, puedes irte temprano hoy”.
El científico comenzó a trabajar. Continuó trabajando después del almuerzo. Como siempre, se involucró tanto, que sólo miró su reloj cuando sintió que estaba acabando la jornada. La hora era 8:30 PM. De repente recordó la promesa hecha a sus hijos.
Buscó a su jefe pero no estaba por allí. Habiéndoselo notificado por la mañana, cerró todo y se fue para su casa. En lo profundo de su ser se sentía culpable de hacerle fallado a sus hijos, y cuando llegó a casa ya no estaban.
Su esposa estaba sentada en el pasillo leyendo revistas. La situación era explosiva; cualquier conversación podría tener un efecto boomerang. Su esposa le preguntó: “¿Quieres tomar café o tienes hambre y cenas?”
El hombre respondió: “Si tú vas a tomar tomar café, yo también… pero, ¿dónde están los niños?” Su esposa contestó: “¿No lo sabes? Tu jefe llegó aquí a las 5:15 PM y se llevó a las niños a la exhibición”.

¿Cómo estar seguro de conocer a Dios?

Este es el primero de los conceptos transferibles. 
Condición imprescindible para alcanzar la vida eterna, una de sus promesas, es el hecho de conocer a Dios, y por fe, reconocerle como nuestro Señor y Salvador. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” Efesios 2:8-9. 
De esta forma la obtenemos, pero entendamos que, si queremos disfrutar con verdadera amplitud de sus recompensas celestiales, no se trata sólo de conocerle, sino además de seguirle. Y seguirle conlleva entregarle todo nuestro ser. Es decir, se trata de una entrega total, una entrega que comprende nuestro intelecto, emociones y nuestra voluntad. En esto consiste ser un verdadero cristiano, en nuestra entrega total a Cristo, y ese es el verdadero significado de "conocer y reconocer a Dios".

Nuestra relación con Él bien puede ilustrarse con los requisitos necesarios para la relación matrimonial, la cual, idealmente, también debe incluir estos tres ingredientes: intelecto, emociones y voluntad.