
Ese día, Jesús entró en Jerusalén sentado sobre un pollino que ningún hombre había montado. Los discípulos extendieron sus mantos sobre el asno para que Jesús se sentara, y las multitudes salieron a darle la bienvenida, tendiendo sus mantos delante de Él, al igual que las ramas de palmeras. Las personas lo aplaudían y lo adoraron como "el rey que viene en nombre del Señor", mientras se dirigía hasta el templo donde enseñó a la gente, los sanó, y echó fuera a los cambistas y comerciantes que habían hecho de la casa de su Padre una "cueva de ladrones" (Marcos 11:17).
El propósito de Jesús al desplazarse hacia Jerusalén era hacer pública su declaración de ser su Mesías y el Rey de Israel, en cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. Mateo dice que el rey que viene sobre un asno fue un cumplimiento exacto de Zacarías 9:9, “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna". Jesús iba en un asno hacia su ciudad capital, como un rey victorioso, y es aclamado por el pueblo como era la costumbre. Las calles de Jerusalén, la ciudad real, están abiertas a Él, y como un rey que sube a su palacio, no un palacio temporal sino el palacio espiritual que es el templo, porque su reino es un reino espiritual, Él recibe la alabanza y la adoración de la gente, porque solo Él se lo merece. Colocar los mantos fue un acto de homenaje a la realeza (ver 2 Reyes 9:13). Jesús estaba declarando abiertamente a la gente que Él era su Rey y el Mesías que habían estado esperando.😍