jueves, 8 de agosto de 2013

¿La gracia nos da un viaje gratis a la salvación? - Preguntas y respuestas bíblicas - Vídeo

Podemos considerar el concepto "free ride" (viajan gratis) de muchas maneras. Gracia, por definición, es algo que es libre, en el sentido de que no podemos ganarla, no podemos comprarla, no podemos merecerla, y no hay ningún mérito en nosotros por el que Dios tenga que dárnosla. Cada vez que Dios dispensa misericordia o favor inmerecido, que es como se define la gracia, está haciendo algo que no tiene obligación de hacer. Cuando recibimos la gracia de la salvación, nuestro destino eterno es seguro. Una vez que estamos revestidos de la justicia de Cristo y nuestro mérito imputado a nuestra cuenta por Dios, acto de la gracia de Dios que nos redimió, casi se nos garantiza la vida eterna. En otras palabras, no es posible que un cristiano pueda perder su salvación. 

Dios ha prometido que vendrá por nosotros, que se quedará con nosotros. No es posible, si fuera por nosotros, que perseveráramos, aguantáramos, y fuéramos fieles y obedientes hasta el fin para ser salvos; no es posible que ninguno de nosotros hiciera todo lo preciso para merecer la salvación. Pero Dios promete terminar lo que ha empezado.

¿Eso quiere decir que es un viaje gratis? Muy a menudo el concepto de viaje gratis se interpreta, como que ya que Dios me ha dado la gracia y ya que Dios ha comenzado este trabajo y que se compromete a terminarlo, no hay nada que me quede por hacer. Puedo hacer lo que quiera. Estoy salvado y no tengo que preocuparme de nada. Soy libre de aquí en adelante, estoy en una montaña rusa sin frenos y puedo hacer lo que quiera. Puedo pecar a mi antojo y disfrutar de ello el resto de mi vida. Es como una licencia para pecar.

Sin embargo, el apóstol Pablo señala que donde abunda el pecado, la gracia abunda mucho más. O sea, cuanto más pecado veas, no quiere decir que sea tuyo, más verás la gracia de Dios, porque es gracia, porque es necesaria para mí para llegar al cielo.

Regalos Invisibles - Reflexiones - Vídeo

Juan es un niño de siete años que vive con su mamá, una pobre costurera, en un pequeño cuarto.
En navidad, Juan espera ansioso la llegada de los regalos.
Ha colocado en el pequeño árbol navideño una gran media de lana, esperando encontrarla, la mañana siguiente, llena de regalos. Pero su mamá sabe que no habrá regalos de Navidad para Juan porque son muy pobres. 
Para evitar su desilusión, le explica que hay regalos visibles, que se compran con dinero, y REGALOS INVISIBLES, que no se compran, ni se venden, ni se ven, pero que le hacen a uno muy feliz: como por ejemplo, EL CARIÑO DE MAMÁ.
Al dìa siguiente, Juan despierta, corre al árbol y ve su media vacía, conteniendo un pequeño papelito que dice:
"Juan, hijo mío, te amo mucho, he llenado la media de besos como señal de mi gran amor hacia ti: Tu mamá”.
La recoge con emoción y alegría y se la muestra a su mamá diciendo: “¡Gracias mami, está llena de regalos invisibles y soy muy feliz de tenerte!”.
Ya por la tarde, en el colegio, cada chiquillo muestra orgulloso su regalo, “¿Y a ti, Juan, qué te trajo la navidad?”
Juan muestra feliz su media vacía: “¡A mi me ha traído regalos invisibles!”, contesta. 
Los niños se ríen de él. Entre ellos Federico, un niño consentido que tiene el mejor regalo, pero no es feliz. Por envidia, sus compañeros le hacen burla porque su bella bicicleta no tiene marcha atrás, y éste, enfurecido,... destruye el valioso juguete.
Entonces, el papá de Federico se aflige y se pregunta cómo podría darle gusto a su hijo.
En eso ve a Juan sentado en un rincón, feliz con su media vacía. Va hacia él y le pregunta: “¿Qué te ha traído la navidad?”
“A mí, regalos invisibles”, contesta Juan ante la sorpresa del papá de Federico, y le explica que no se ven, ni se compran, ni se venden, como el cariño de su mamá.
El papá de Federico comprendió. Los muchos regalos visibles y vistosos no habían logrado la felicidad de su hijo.
Juan había descubierto, gracias a su mamá, el camino a la verdadera felicidad.
La felicidad no la producen las cosas. La felicidad es un estado del alma producto de la conexión con el Dios Real y Poderoso, que se hizo hombre para demostrarnos su amor y llenarnos de regalos invisibles.
Lea volvió a exclamar: ¡Qué feliz soy! Las mujeres me dirán que soy feliz. Por eso le llamó Aser. Génesis 30:13.
El que desprecia a su prójimo peca, pero es feliz el que se apiada de los pobres. Proverbios 14:21.

Proponer en el corazón - Devocionales, Meditaciones, Reflexión - Vídeo

proponer
He tenido la oportunidad de leer en profundidad el libro de Daniel durante estas últimas semanas y me he llevado agradables sorpresas. Más allá de los antecedentes que uno pueda conocer sobre Daniel, hay ciertos elementos de su temperamento y personalidad que me impresionan y me hacen respetarle y admirarle aún más. Pensar en que, siendo un adolescente, fue capaz de determinar el proyecto de vida futuro que tendría, me hace amar con mayor profundidad a los adolescentes, puesto que aún con el mundo a cuestas, pueden ser capaces de tomar decisiones radicales y sostenerlas a lo largo de toda su vida. Eso es admirable.
En el libro de Daniel, capítulo 1 versículo 8, dice lo siguiente“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”. Seguro que no es caprichosa la palabra “propuso”; no se utilizó “dijo”, o “decidió”, “determinó”, “resolvió” o “definió”, no, la Palabra de Dios es clara cuando dice PROPUSO EN SU CORAZÓN.
Muchas veces es esto lo que nos falla; decidimos hacer ciertas cosas, determinamos que abandonaremos un mal hábito, decimos que haremos una determinada acción y no la cumplimos, nos decepcionamos de nosotros mismos y ya no tenemos la misma voluntad inicial para continuar. Y ese precisamente es el asunto, que realizamos las cosas por voluntad, cuando realmente sabemos que ésta es voluble y que en ocasiones es más lo que entorpece, que lo que aporta. Cuando determinamos ciertas acciones o caminos a seguir en nuestra vida, no permitimos que “el corazón” participe, pensando que la decisión que tomemos debe ser racional y estar apartada del campo de las emociones,…¡pero luego hacemos todo lo contrario! 

Has caído de nuevo - Devocional aliento

Fallaste nuevamente, pero, ¿sabes?, Dios te ama tanto 
que no se ha olvidado de ti.

Crees que eres caso un perdido porque lo volviste a hacer, sí, aquello que dijiste que no volverías a hacer, aquello que creías que lo tenias controlado pero te diste cuenta de que no.
Te sientes mal, muy mal, hay un sentimiento de disconformidad en tu vida, desearías regresar en el tiempo para no hacerlo, pues haberlo hecho te ha entristecido.
No tienes ni valor para levantar tu rostro al cielo y si pudieras esconderte de Dios lo harías, pero sabes que esto no lo puedes hacer, y que Él fue el primero en enterarse de tu fallo.
¡Vaya!, cómo duele fallar, ¿no?, de haber sabido el dolor que esto te iba a causar o la frustración que ahora te gobierna, seguramente no lo hubieras hecho, sin embargo lo hiciste.
En momentos como estos no hay palabras para tratar de defender lo indefendible. Nadie te obligó, simplemente lo hiciste llevado por la emoción del momento, o impulsada tu decisión por sentimientos, que no por la razón.
Cuando esto pasa, te sientes muy mal contigo mismo, sientes que defraudaste a Dios, y en casos extremos decides que es mejor alejarte de Él, en vez de seguirle fallando.
Pero, ¿qué piensa Dios de todo esto? Sí, porque tú ya te hiciste un auto-juicio, ya te condenaste tú mismo, ya te hiciste ciertas ideas que crees que Dios ha de tener en cuenta de ti, pero, ¿qué pensará Dios realmente?, ¿será que Dios tiene los mismos conceptos de ti que los que tú crees?
¡Menos mal que Dios NO piensa como nosotros!, y que no maneja los mismos conceptos que nosotros manejamos.

Me perdono - Devocional - Vídeo

Alguien dijo que en las cuestiones relacionadas con el perdón, una de las más difíciles es la de aprender a perdonarse a uno mismo. ¡Y cuánta razón tiene!
Debemos confesar que todavía hoy nos asaltan recuerdos y remordimientos de hechos lejanos en el tiempo, algunos de la época de la adolescencia. No importa si pecamos por omisión o por comisión, es decir, lo que debimos haber hecho y no hicimos, o lo que hicimos y no tendríamos que haberlo hecho. El fantasma del remordimiento de esos antiguos eventos, independientemente de su gravedad, no distingue activo de pasivo y se presenta de vez en cuando en medio de nuestras reflexiones, para inquietarnos, para alterarnos la paz y el sosiego… ¡y a veces el sueño!
Aunque mi mente conscientemente dice: -“Te perdono”, y sabe a ciencia cierta que Jesús cargó esos y todos mis otros pecados sobre su cruenta cruz, mi alma, que tiene vida propia y habla su propio idioma, no consigue perdonarse a sí misma.
Con tristeza descubro que esa piedra con la que tropiezo, existe en muchas de las vidas de los hermanos de la iglesia, amigos, parientes, compañeros de trabajo… gente con la que uno se relaciona.
Como cristianos, conocemos esta dualidad. Todo nos ha sido perdonado, mas no todo ha sido sanado. Es un proceso que durará hasta el fin de nuestra existencia sobre esta tierra, cuando lo corruptible sea transformado y perfeccionado en la presencia de Cristo (I Corintios 15:51-54).
Mientras tanto, muchos sufren sin saberlo, golpeándose a sí mismos con el martillo de la culpa y proyectando su propio tormento interior hacia los demás, Ven, tratan, prejuzgan a sus semejantes con la misma vehemencia con que se tratan, odian y se condenan a sí mismos.