viernes, 8 de enero de 2016

¿Por qué debo congregarme en una Iglesia?

Es muy cierto que no es preciso ir a la iglesia para ser salvo, pero cuando usted es salvo, ya pertenece a la Iglesia. No es un edificio. La Iglesia es el cuerpo de Cristo. Usted no se registra en una iglesia; al nacer espiritualmente, usted ha sido unido a la Iglesia. Sin embargo, usted puede hacerse miembro de una iglesia, la que comúnmente es llamada “la iglesia local”.
Debido a que se han dicho muchas cosas negativas de las iglesias, como: “Están llenas de hipócritas”, y “todo lo que quieren es su dinero”; entonces ¿cómo puede usted reconocer una iglesia “sana”? Primero, averigüe si Jesús es exaltado. Que sea un lugar en donde las personas trabajan y adoran juntas, con la meta común de ayudarse unos a otros dando así honra al Señor Jesucristo.
Para su información, una “iglesia sana” es multicultural; o sea, incluye personas de toda nacionalidad, color y credo. No tenemos que decir que hay una iglesia de gente blanca, gente negra, gente rica o gente pobre. Todos somos uno en Jesucristo. Las congregaciones no son perfectas, están formadas por gente como usted y como yo. No permita que la imperfección de la gente lo distraiga, permanezca siempre con los ojos puestos en Jesús. Él debe ser el enfoque total de nuestras vidas. Mientras mantengamos nuestros ojos fijos en Él, todo lo demás marchará muy bien.

El propósito de las bendiciones

La naturaleza de Dios es la de bendecir. Sin embargo, necesitamos entender que Él tiene un propósito mayor en mente. Su objetivo final abarca mucho más que hacernos felices, darnos paz, protegernos y prosperarnos. En realidad, la intención del Señor nunca ha sido que sus bendiciones se queden en nosotros, por el contrarío, desea que fluyan a otros como parte de su plan para toda la humanidad.
El Señor nos bendice de modo que su salvación, justicia y caminos puedan ser conocidos en todas las naciones del mundo (Salmos 67; 4, 7). Él actúa siempre con esta perspectiva en mente, cuando trabaja en nuestra vida de manera independiente.
Saber esto debe llenarnos de profunda humildad. Cada creyente tiene la responsabilidad de ayudar a otros a conocer y entender al Dios único y verdadero. Cada bendición que Él da nos beneficia personalmente, pero también está destinada a impulsar este propósito. Por otra parte, es posible que a veces no recibamos las cosas que queremos, porque no contribuyen al propósito de Dios. Pero si estamos dispuestos a ajustar nuestras peticiones, también estaremos en condición de ser usados en gran medida por Él.
Cuando el Señor le bendice, no solamente hace algo para usted; también hace algo en usted y por medio de usted, para tocar la vida de los demás. No permita que el gozo y el bienestar que dan las bendiciones le impidan ver el propósito de ellas. Pídale a Dios que le muestre cómo usar sus bendiciones para dirigir la atención de otras personas a Él.

¿Hacer tu corazón de piedra? NO lo hagas

La primera impresión que viene a la mente al pensar en un corazón de piedra, es un corazón duro, sin sentimientos, que tiene muy pocas probabilidades de conmoverse, de sentir algo bueno, que está imposibilitado para amar, cerrado a creer, sin vida ni esperanza.
Cuando experimentamos cosas que nos lastiman o nos hacen daño, todos activamos un mecanismo de defensa, tal como ocurre cuando se forman las perlas, que apenas entra un granito de arena en la ostra, ésta ya formó una capa dura de nácar que lo cubre. Cuando somos lastimados o alguien daña nuestro corazón, además de sentir tristeza, viene un sentimiento de querer evitar a toda costa, que alguien más pueda hacerlo de nuevo, sin embargo, dejar que el corazón se cierre no siempre es la mejor manera de cuidarlo.
Cuando creer te trajo resultados que no esperabas o sufriste algún rechazo, el corazón se duele y trata de protegerse levantando barreras. Barreras que si no prestas atención, llegan a tener medidas tan altas que después ni tú mismo puedes saltar, se endurece, se niega a creer o confiar por temor a ser herido nuevamente.
Ten en cuenta que en medio de una decepción el peor error que puedes cometer es aislarte; sentirte defraudado, traicionado o usado te hace creer que tal vez como persona, no vales lo suficiente para alguien; te baja tu autoestima y la confianza en ti mismo a un grado en el que ni siquiera tú crees en ti, pero si algo debes saber es que tu valor no lo determinan las personas que te fallan, ni tampoco las que te hacen halagos; tu valor lo puso Dios desde antes que llegaras al mundo, y por ése pagó un precio altísimo que nada ni nadie puede cambiar.

Joya de incalculable valor

“y aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la palabra de Dios.”
(Tito 2:4-5 NVI)
Ha llegado la hora de honrar a quien me dio la vida y ha entregado todo por mi felicidad, durante treinta y siete años.
Tengo la bendición de ser hija de una mujer maravillosa, digna de toda mi admiración. María Rosa Sarmiento..., oriunda de Santander (España), tierra de mujeres guerreras, que forma parte de una familia numerosa en donde los principios y valores son sólidos y muy fuertes.
Lleva cuarenta años casada con mi papá, y me enorgullece verlos después de tanto tiempo, agarraditos de la mano y profesándose amor eterno. Desde que tengo uso de razón, la he visto preocupada por el bienestar de los demás. Es una mujer trabajadora, abnegada, leal, fiel, entregada día y noche a alcanzar el bienestar de su familia; es digna de confianza, y quien la conoce se enamora de su capacidad de servir a los demás sin esperar nada a cambio.
Le doy gracias a Dios, porque ella, con su ejemplo, dio un valor muy alto a mi rol de mamá y esposa. Es ahora, cuando debo levantarme muy temprano para aprestarme a mis obligaciones para con mis hijas y mi esposo, antes de salir a una larga jornada de trabajo y regresar ya de noche, a seguir cumpliéndole a Dios en hacer lo que tengo que hacer, para que ellos se sientan bien a mi lado, repito, es ahora cuando más la valoro, porque mis recuerdos cronológicos, me llevan a los días en los que en medio de su cansancio, nos atendía con su amor y se encontraba con una hija egoísta que esperaba recibir en vez de dar.