domingo, 3 de julio de 2016

¿Tuvo Jesús hermanos y hermanas?

Los hermanos de Jesús son mencionados varias veces en los textos de la Biblia. Mateo 12:46Lucas 8:19; y Marcos 3:31 dicen que la madre y los hermanos de Jesús lo vieron, que estuvieron con Él. La Biblia nos dice que Jesús tuvo cuatro hermanos; Santiago, José, Simón y Judas (Mateo 13:55). También nos dice que Jesús tuvo hermanas, pero éstas no son nombradas ni se dice el número de ellas (Mateo 13:56). En Juan 7:1-10, dice que sus hermanos fueron al festival mientras Jesús se quedó en Galilea. En Hechos 1:14, su madre y hermanos son mencionados orando junto con los discípulos. Después en Gálatas 1:19, dice que Santiago era hermano de Jesús. La conclusión más natural de estos pasajes es el interpretar que Jesús sí tuvo hermanos directos (hijos de la misma madre).

Algunos católicos romanos dicen que estos “hermanos” en realidad fueron primos de Jesús. Sin embargo, en todos los casos es usada la palabra griega específica de “hermano”. Aunque, los católicos dicen, la palabra puede referirse a otros parientes, su significado normal y literal es el de un hermano directo. Había una palabra griega específica para primo, y no fue usada. Más aún, si hubieran sido primos de Jesús, ¿por qué son mencionados con tanta frecuencia como acompañantes de María, la madre de Jesús? No hay nada en el contexto de la visita de su madre y hermanos que ni siquiera sugiera el que no fueran literalmente su familia de carne, es decir, sus medio-hermanos.

Un segundo argumento Católico Romano es el que los hermanos y hermanas de Jesús eran hijos de un previo matrimonio de José, antes de casarse con María. Toda la teoría de que José era significativamente mayor que María, que estuvo previamente casado, que tuvo varios hijos, y después enviudó antes de casarse con María es inventada. El caso de esto es que la Biblia ni siquiera sugiere que José hubiera estado casado, o que tuviera hijos antes de casarse con María. Si José hubiera tenido al menos seis hijos antes de casarse con María, ¿por qué ellos no son mencionados en el viaje de José y María a Belén (Lucas 2:4-7), o en su viaje a Egipto (Mateo 2:13-15), o en su viaje de regreso a Nazaret (Mateo 2:20-23)?

Tómate de su mano

Todos los días nos enfrentamos a retos, metas, ambiciones personales, etc., a las que se suman las tentaciones que se presentan en nuestro diario peregrinar por la vida.
Pero somos nosotros los que debemos tomar las decisiones que nos den la victoria, en medio de un mundo cada vez más convulso e inmoral, en el que impera el placer personal y el relativismo que pretende justificar todo aquello que Dios aborrece, llamando a lo malo bueno y a lo bueno malo.
Por eso cada día podemos asumir tres actitudes diferentes, para enfrentar los cada vez más variados retos que se nos presentan en nuestro vivir, que pueden ser:
a) La que creemos correcta,
b) La que Dios nos indica,
c) La que nos es trazada por satanás.
Dios nos da la entera libertad de asumir aquella conducta que nos parezca correcta (según nuestra visión del mundo), pero nos responsabiliza y exige de cada uno de nosotros que andemos por caminos de santidad.
El camino que Dios nos traza siempre nos conducirá a un lugar seguro y a un final feliz, y no como el de las novelas.
¿Deseas vivir días plenos de felicidad? Pídele hoy a Dios que te tome de la mano como quien guía a un ciego y te indique la ruta por la que debes caminar sin que tengas tropiezos.
“…Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos…” Isaías 55:9 
Que Dios te muestre hoy su camino, y tengas la disposición de seguirlo.


El equilibrista

Las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York, dramáticamente destruidas, tienen una historia digna de compartir.
Se trata de un equilibrista que quiso unir ambas torres, aproximadamente a treinta metros una de la otra, caminando sobre una cuerda ubicada en lo más alto. Antes de subir preguntó a la multitud, expectante, si lo creían capaz de hacer la hazaña, apoyado por una barra de equilibrio. A coro respondieron que sí creían. 
equilibristaEfectivamente, el equilibrista caminó sobre la cuerda de un edificio a otro. Al bajar, nuevamente preguntó a las personas reunidas si lo creían capaz de cruzar, pero esta vez sin la barra de equilibrio, y casi al unísono contestaron que creían que sí lo podía hacer. 
Como la vez anterior, cruzó de torre a torre sin mayores dificultades. Luego preguntó a los que estaban disfrutando de su acto, si creían que podría cruzar pero esta vez empujando una carretilla, la multitud calló, el silencio los dominó a todos. El equilibrista dijo: ¿no hay nadie que crea en mí, que sí puedo cruzar de torre a torre empujando una carretilla? La voz de un hombre se hizo oír diciendo: Yo creo, creo que puedes, tengo confianza en ti y ¡lo puedes hacer! Bueno, dijo el equilibrista, si en verdad crees, entonces te invito a subirte en la carretilla. 
Y sucedió que le trajeron un paralítico tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Pero Jesús, volviéndola y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. Mateo 9: 2,22.

Instrumentos de honra

Resulta alarmante el poco cuidado que prestamos a los diferentes miembros de nuestro cuerpo, aunque sabemos que cada uno de ellos tiene valor para el organismo humano.
Por descuido nos clavamos un clavo o nos golpeamos el dedo, y qué decir de los que usan mal la sierra y pierden algunos dedos de su mano, o de aquellos que constantemente se meten en peligros, en los que ponen en riesgo su integridad física.
Lo cierto es que cada ser humano conoce la importancia de cada miembro de su cuerpo. Y nadie se corta la nariz por no poder distinguir un olor, o se corta la oreja por no oír, o se arranca una pierna porque le duele al caminar. Hacerlo sería causa más que suficiente para considerarlo un loco digno de atar.
Estudiémoslos. Nuestros miembros pueden tener dos tipos de uso, para bien o para mal. Usarlos para mal significa ponerlos en manos del pecado, para ser usados como instrumentos útiles a la maldad y a la iniquidad. Usarlos para bien representa entregarlos a Dios como instrumentos de su justicia. Ellos no pueden elegir, somos nosotros los que con nuestras actitudes los podemos convertir en herramientas que den honra a Dios, o que sencillamente nos pongan en el bando de sus enemigos.