
Al mirar al cielo, yo encuentro una comunión y una paz casi
inexplicable. Me pongo a meditar y a dialogar con mi Creador, y le pregunto por
qué me ama tanto. Siento que soy inmerecedor de tanta gracia y amor, y me
pregunto por qué Él es tan paciente y sublime conmigo.
Hizo magnífica la Creación, pero empleó más tiempo y todo su
corazón en crearnos a su imagen y semejanza. Bordó cada tejido y puso cada
célula nuestra. A la naturaleza le habló y fue hecha por su palabra, pero al
hombre Él mismo lo formó con sus manos amorosas. Organizó y dio buen
funcionamiento a cada parte del cuerpo. Nos puso sentidos para que
disfrutáramos y saboreáramos de todo lo bueno. Creó flores primorosas y las
vistió con sus mejores galas. Pero aún así, de mí tuvo más cuidado. En el
vientre de mi madre me fue formando y soy su estrella, su rosa, su tesoro y su
lucero. Él me hace sentir tan especialmente cuidado y amado, que no tengo
palabras para describir esta emoción que mi alma aclama.