jueves, 8 de junio de 2017

Soy o no soy

Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !Ojalá fueses frío o caliente!  Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
Apocalipsis 3: 15-16
Muchas veces pecamos, una y otra vez, nos arrepentimos, le pedimos perdón a Dios y volvemos hacer lo mismo. Si bien es cierto que Dios es amor y en su infinita misericordia nos recibe con sus brazos abiertos, y si confesamos nuestros pecados Él los olvida, esto es así solo si lo hacemos de corazón y que el arrepentimiento realmente nos duela, no porque la conciencia no nos deja en paz.
Si cometemos el mismo pecado tan seguidamente, debemos trabajar en ello y no dejarnos vencer por los deseos de la carne, y tener bien claro si soy cristiano (a) o no lo soy.
Debemos tener la convicción de que Dios sea lo primero en nuestras vidas, y a partir de ahí tendremos su temor, no tener miedo, sino un temor de obedecerlo por amor, por lo que Él ha hecho por cada uno de nosotros.
Seguir a Cristo no es nada fácil; tentaciones, pruebas... Las cosas que el mundo ofrece son momentáneas, en cambio el gozo de Dios permanece siempre en nuestro corazón y nadie nos lo puede arrebatar. El negarse a sí mismo para que Jesús reine en nuestras vidas no se trata de una emoción o por costumbre, es una DECISIÓN.
Con su sangre preciosa no se debe jugar, no es un amuleto o una varita mágica con la que pecamos y decimos: para esto Jesús murió por mí, no soy perfecto.
Inventamos excusas, pretextos y seguimos cometiendo los mismos errores hasta que nos podemos ver envueltos otra vez ahí, de donde una vez nos sacó Jesús. Pero ÉL no te obliga a nada, Él quiere que lo busques y te rindas a Él, a sus pies, para glorificarse en tu debilidad, siendo olor grato a ÉL, estando del lado del campeón, y no con un pie en “Cristo” y otro en el mundo.
Es hora de tomar decisiones, de decidir de qué lado estamos,
¡SI SOY O NO SOY!, porque Dios nos quiere decididos y solo los valientes heredarán su reino.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”.
Mateo 11: 12

La seductora mujer de la noche

Resultado de imagen de La seductora mujer de la noche«No desvíes hacia esa mujer tus pensamientos; no te pierdas por ir tras ella, porque a muchos los ha herido de muerte; ¡sus víctimas son numerosas!» (Proverbios 7: 25-26).
Un joven iba caminando por la calle al atardecer cuando, al girar la esquina, una mujer vestida como una prostituta salió a su encuentro. La mujer, descaradamente, abraza y besa al joven (ver Proverbios 7: 9-13). Proverbios 7 continúa describiendo cómo esta mujer seduce al pobre joven con «palabras melosas e insistentes» (verso 21). Lo tienta diciéndole que su cama está cubierta con los mejores linos de Egipto y sus sábanas perfumadas con mirra, áloe y canela —aparentemente eran las armas de seducción de aquellos tiempos—.

Su esposo está ausente y no regresará hasta la luna llena. Ella lo invita a beber de la copa profunda del amor hasta el amanecer y, «como un buey rumbo al matadero» (verso 22), el joven sigue su juego. Salomón les suplica a sus propios hijos, a quienes está escribiendo, que no sean víctimas de este tipo de mujer, pues ha herido de muerte a muchos hombres poderosos y el camino a su casa es «el camino de la muerte» (versos 26, 27).

Palabras duras, pero es que las consecuencias del adulterio son duras. ¿Cuántos han pensado jugar a este juego simplemente por un tiempo, y acabaron perdiendo su matrimonio, su familia, su carrera y todo por lo que habían luchado en la vida? El adulterio no es un juego, un simple desliz te puede mandar a la tumba.

¿Qué queremos?

Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros. Romanos 8:11
«Vi un coche tirado a caballos como también un hombre que caminaba en la luna», le dijo el anciano a su nieta. Pero, luego, reflexionó: «Qué rápido pasa todo…».
La vida es breve, y muchos acudimos a Jesús porque queremos vivir para siempre. No está mal, pero no entendemos bien qué es la vida eterna. Siempre estamos esperando algo mejor, y pensamos que está a punto de llegar. Entonces, un día, escuchamos como un eco la voz de nuestro abuelo, al preguntarnos adónde y cómo se ha ido el tiempo.

La verdad es que tenemos vida eterna ahora mismo. El apóstol Pablo escribió: «la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8:2). Después, afirmó: «Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu» (verso 5). Es decir, nuestros deseos cambian cuando nos acercamos a Cristo. «El ocuparse del Espíritu es vida y paz» (verso 6).
Una de las grandes mentiras de la vida es que necesitamos estar en otra parte, haciendo otra cosa con alguien más, antes de empezar a vivir de verdad. Pero eso sí, cuando encontramos nuestra vida en Jesús, dejamos de lamentarnos por la brevedad de la vida y empezamos a disfrutarla con Él, desde ahora y para siempre. 
Señor, ayúdanos a desear lo que Tú quieres.
Para vivir para siempre, debemos permitir que Jesús viva en nosotros ahora.