viernes, 27 de junio de 2014

Un amigo magnífico

La sociedad está compuesta por personas, hombres y mujeres, de tal manera que cuando se habla usando el término sociedad, se refiere a personas. Personas que se comunican y se relacionan entre sí. Ahora bien, para que las relaciones puedan tener un resultado, sea cual fuere, es necesario que actúen los miembros de dicha sociedad, y, con justa razón, se sostiene que la familia es el fundamento de ella. Es precisamente en la familia donde comienzan las primeras relaciones humanas, para luego relacionarse con otros como por ejemplo, los niños que por primera vez ingresan en el colegio. Allí surge el primer efecto de la nueva relación: los amigos.
amigos
Se cuenta la historia de un soldado que en plena batalla, dijo a su oficial directo: —Señor, mi amigo no ha regresado. Solicito permiso para ir en su búsqueda—. El oficial contestó; permiso denegado, no quiero que usted arriesgue su vida por un hombre que ya debe estar muerto—. El soldado, desobedeciendo la orden, se internó en el campo de batalla en busca de su amigo. Casi una hora después, regresó mortalmente herido cargando el cadáver de su amigo. El oficial al ver lo que había acontecido, montó en cólera contra el soldado y lo increpó duramente,—¡te dije que ya estaba muerto!, ahora en vez un soldado muerto, he perdido a dos valiosos hombres. Dime soldado, ¿valía la pena que corrieras peligro para traer un cadáver?—, el soldado moribundo, respondió,—¡por supuesto que sí!, cuando lo encontré todavía estaba vivo, y me dijo, “sabía que vendrías por mí”.

Tiempo de justicia

Cuando pasamos por alguna infamia, un engaño, una traición u otra experiencia dolorosa, queremos que la persona que nos dañó o las personas involucradas que lo hicieron, paguen por lo que hicieron. Una frase dice que “Si la justicia tarda, ya no es justicia”, porque tenemos aún el dolor o la rabia de lo acontecido a flor de piel, al extremo que inclusive queremos tomarnos la justicia por nuestra mano.
Cometemos el error de actuar reaccionando al impulso que nos causa la rabia y si no vemos, en ese momento, a esa persona pagando por lo que hizo, nos frustramos y creemos que no existe justicia en la tierra.
Justicia es dar a cada uno lo suyo, y ten por seguro que Dios te dará lo tuyo: consuelo, amor, paz y sanidad. Preocúpate más en recibir lo que Dios te está dando que en lo que recibirá la otra persona.
Dios tiene un tiempo para actuar en cada caso y su tiempo no será el mismo que el nuestro, puesto que Dios no hace justicia a aquellos solamente para que se arrepientan, sino para provocar el cambio en sus vidas. Su justicia va más allá de las leyes terrenales.
No te presentamos nuestras súplicas porque seamos justos, sino confiados en la grandeza de tu misericordia. Daniel 9;19

El placer de servir

Toda la naturaleza es un anhelo de servicio. Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco. 
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú. 
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los corazones y las dificultades del problema. Hay una alegría en ser sano y en ser justo, pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir. 
Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una tarea que emprender. Que no te llamen solamente para los trabajos fáciles ¡Es muy bello hacer lo que otros eluden! Pero no caigas en el error de que solo se hace méritos con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña. Aquel que critica, es el que destruye, sé tú el que sirve. 

Servir no es tarea de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, sirve. Podría llamarse así: Dios, “El que Sirve”. Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Tú serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

¡Vamos!…, vamos servir en aquello para lo que Dios nos llama. Pero no podremos servir con debilidad espiritual ni con un liderazgo inútil. 
• ¿Tienes claro el propósito de Dios para tu vida? 
• ¿Qué motiva tu servicio? 
• Si analizas tu ministerio ¿logras determinar si eres servido o estás sirviendo?


¿Qué nos espera el día de mañana?

Días atrás me encontré con un amigo que estaba desconsolado, se había quedado sin trabajo, su matrimonio no andaba bien, se le terminaba el dinero que tenía y para colmo, tenía que pagar al banco a fin de mes.
Todos, de cierta forma y en algún momento de nuestras vidas, pasamos por preocupaciones, desesperanza e incertidumbres; y tampoco sabemos qué nos espera el día de mañana.
Las reacciones ante estas situaciones son muy diferentes. Algunos acuden a adivinos para hacerse una limpieza ¿de qué? y quitarse la mala suerte, cuando en realidad lo único que hacen es ensuciarse el alma. Otros no quieren luchar y piensan que el suicidio es una solución para no sufrir más; creen que de esta forma, sus problemas se resolverán. Otro gran porcentaje se refugia en el alcohol y las drogas, creyendo que así podrán olvidar y encontrar alivio, pero no se dan cuenta que este método es pasajero y no soluciona nada. Al contrario, lo empeora completamente.
Existe también un grupo más pequeño que acude a Dios. Nuestro pasado, presente y futuro debería estar en sus manos, pues no hay un lugar más seguro. Él es muro de fuego alrededor de todos aquellos que le teman, es la roca donde podemos construir nuestra vida, familia y sociedad, nuestro pronto auxilio en medio de las tribulaciones. Sólo en sus manos misericordiosas vamos a encontrar paz en medio de la tormenta.
No acudas más a los adivinos o a los vicios que ningún beneficio te traen, busca a Dios, Él tiene las manos extendidas ofreciéndote lo que necesitas.
Si quieres saber verdaderamente, qué te depara la vida más adelante, corre a los brazos de Dios, que en Él tu pasado, tu presente y tu futuro están asegurados.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmos 46 (RVR1960)

Entre apóstoles y apostolados

No había visto a este pastor amigo en unos... dos años. Lo encontré en la sala de espera de un aeropuerto. Fue una alegría intercambiar experiencias, recuerdos y momentos vividos en el pasado en el ministerio. Entonces, me vino a la mente una pregunta que habitualmente hago, a compañeros de ministerio a quienes no he visto en mucho tiempo. “¿Y cuál es tu próxima meta? ¿Hacia dónde Dios te está llevando para los próximos años?” Y mi amigo, con una sonrisa en los labios, me dijo: “Estoy viajando a... esa ciudad, porque recibiré la unción apostólica del apóstol fulano”. 

Me di cuenta de que mi amigo había sido atraído, como muchos más, por la corriente del momento. El aviso por los altavoces de la aerolínea para abordar, interrumpió sin misericordia alguna, nuestra charla. Ya en el avión, mi pensamiento me animó a decir la expresión: “la Iglesia de hoy está entre apóstoles y apostolados”. Es innegable que la Biblia en Efesios 4:11 habla de ministerios múltiples. Es decir, una red completa puesta al servicio de la edificación del cuerpo de Cristo, para que cada miembro desarrolle, proyecte y fructifique el ministerio dado por Dios. 
Sin embargo, recordemos que en los últimos cien años, la Iglesia cristiana evangélica se ha movido fundamentalmente, a través de la exaltación de nuevos enfoques que, al inicio toman vigencia y luego disminuyen en fuerza; enfoques que traen frustración, tanto a los ministros que corren en la búsqueda de alguna renovación, como del cuerpo de creyentes que espera la dirección de sus líderes. ¿Cómo afecta esto a la Iglesia? 

Veamos, necesitamos hacer la distinción entre forma y fondo. La forma en nada afecta, pero el fondo o fundamento sí. Pablo en la carta a los Efesios, explica claramente el fondo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Efesios 4:11-13.

O sea, Jesús es quien constituye, selecciona y nombra cada uno de los ministerios, no es un maestro, profeta o apóstol quien lo hace. Estos ministerios son múltiples, diferentes, únicos y equilibrados en su distribución. Ésta no depende de una escala jerárquica. La finalidad de los ministerios es “perfeccionar a los santos para la obra del mismo ministerio”, no es tenerlos para simplemente conocerlos. Es perfeccionarse con ellos y enseñar. Y la finalidad en general, es edificar a todo el cuerpo de Cristo. La meta final es que todos, tanto los ministros como los creyentes, lleguemos a la unidad de la fe. De manera que, cuando un ministerio en particular divide y fracciona, ha perdido la meta final: que todos lleguemos al conocimiento del Hijo de Dios, a la estatura de la plenitud de Cristo. El efecto final es ser como Jesús lo fue y, aunque era el Señor, nunca exigió supremacía alguna sobre los demás, sino que dio la mejor lección de humildad. Cuando mantenemos este fondo, la forma pasa desapercibida, y ésta solo podrá servir para hacer más práctica la labor de la extensión del Reino.