Todos los días oímos muchas voces a nuestro alrededor, gritos de una sociedad que busca influenciarnos a toda costa. Personas que tratan de limitar nuestra libertad para sujetarnos a costumbres y creencias contrarias a Dios. Voces que sin pedir permiso, entran a nuestro interior y nos pueden engañar. Voces que nos atrapan y de las cuales es difícil escapar. Y todo sucede tan rápido que no nos damos cuenta.
Vamos al cine y aparecen escenas en donde se acepta el sexo antes del matrimonio, soberbia y violencia, entre otras cosas. Luego llegamos a casa, vemos la televisión y escuchamos noticias sobre secuestros, muertes, etc. En seguida vienen a nuestra mente los recuerdos de aquellas palabras que en algún momento, dañaron nuestro corazón, como un padre que solo decía palabras destructivas, un maestro que nos dijo que no éramos los suficientemente competentes para finalizar nuestros estudios, un líder que nos menospreció y nos dijo que no podía confiar en nosotros, o un esposo(a) que nos ofende, todas esas voces se hacen presentes y nuestra mente se enreda. Sin embargo, en medio de toda esa confusión, la voz de Dios continuamente nos está llamando, y algunas veces la podemos escuchar.