sábado, 6 de septiembre de 2014

¿Qué voz escuchas?

Todos los días oímos muchas voces a nuestro alrededor, gritos de una sociedad que busca influenciarnos a toda costa. Personas que tratan de limitar nuestra libertad para sujetarnos a costumbres y creencias contrarias a Dios. Voces que sin pedir permiso, entran a nuestro interior y nos pueden engañar. Voces que nos atrapan y de las cuales es difícil escapar. Y todo sucede tan rápido que no nos damos cuenta.
Vamos al cine y aparecen escenas en donde se acepta el sexo antes del matrimonio, soberbia y violencia, entre otras cosas. Luego llegamos a casa, vemos la televisión y escuchamos noticias sobre secuestros, muertes, etc.  En seguida vienen a nuestra mente los recuerdos de aquellas palabras que en algún momento, dañaron nuestro corazón, como un padre que solo decía palabras destructivas, un maestro que nos dijo que no éramos los suficientemente competentes para finalizar nuestros estudios, un líder que nos menospreció y nos dijo que no podía confiar en nosotros, o un esposo(a) que nos ofende, todas esas voces se hacen presentes y nuestra mente se enreda. Sin embargo, en medio de toda esa confusión, la voz de Dios continuamente nos está llamando, y algunas veces la podemos escuchar.

Oscuridad y Silencio

“Todo tiene sus maravillas, incluso la oscuridad y el silencio, y yo aprendo, cualquiera que sea mi situación actual, a estar contenta”. Helen Keller
Esta cita toma un significado especial cuando conocemos la vida de la autora. Deja de ser sólo una frase bonita y nos lleva a ser agradecidos con lo que somos y tenemos.
Helen Keller nació el 27 de junio de 1880 en Alabama, Estados Unidos. Era una niña perfectamente saludable hasta que, a los 19 meses de edad, contrajo una enfermedad que la dejó sorda y ciega.
A los siete años había inventado más de setenta señas diferentes con las que podía comunicarse con su familia. En 1887 sus padres contactaron con Anne Sullivan, una maestra de la escuela de Ciegos en Watertown,  Massachusett, que con sus 20 años de edad, pudo enseñar a Helen a pensar inteligiblemente y a hablar usando el método Tadoma, que consiste en tocar los labios de otros mientras hablan, sintiendo las vibraciones y escribiendo el alfabeto en la palma de la mano. Helen no solamente aprendió a comunicarse así, también aprendió a leer francés, alemán, griego y latín en braille.
El 28 de junio de 1904, Helen se graduó “Con Honores” en la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sorda - ciega en obtener un título universitario. Ese mismo año habló por primera vez en público en la exposición de San Luis.
Helen se convirtió en una gran oradora y autora mundialmente reconocida. Fue precursora en la lucha de las personas con discapacidades sensoriales, y en 1915 fundó “Helen Keller International”, una organización sin fines de lucro para la prevención y tratamiento de la ceguera. En 1964, fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto premio para personas civiles otorgada por el presidente Lyndon Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York.
Poco antes de su muerte en 1968, a la edad de 87 años, Helen Keller le dijo a un amigo: “En estos oscuros y silenciosos años, Dios ha estado utilizando mi vida para un propósito que no conozco, pero un día lo entenderé y entonces estaré satisfecha.”
El 1 de junio de 1968, en Arcan Ridge, Helen Keller murió mientras dormía.
Las discapacidades de Helen nunca fueron un obstáculo y su vida fue plena. Ella sabía que Dios tenía un propósito con su vida y procuró dar lo mejor de sí para cumplirlo.

¿Qué dice la Biblia acerca de los juicios/demandas?

1 Corintios 6:1-8 instruye a los creyentes a no ir a la corte unos contra otros. Demostrar que los cristianos son incapaces de perdonarse unos a otros y reconciliarse a pesar de sus diferencias, es demostrar una derrota espiritual. ¿Por qué querría alguien hacerse cristiano, si los cristianos tienen los mismos problemas y son igualmente, incapaces de resolverlos entre ellos? Sin embargo, hay algunas circunstancias a tener en cuenta, que pueden hacer que una demanda podría ser la opción apropiada. Si se ha seguido el patrón bíblico para la reconciliación "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. (Mateo 18:15-17)" y la parte ofensora aún permanece en su error, en algunas ocasiones demandar puede ser la acción más apropiada. Esto solo puede hacerse después de orar mucho por sabiduría (Santiago 1:5) y de consultar con una guía espiritual.

1 Corintios 6:4 dice “Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia?” Todo el contexto de 1 Corintios 6:1-6 trata sobre las disputas en la iglesia, pero Pablo se refiere al sistema de justicia cuando habla de los juicios concernientes a cosas que pertenecen a esta vida. Pablo explica que, para las cuestiones referentes a esta vida y que están fuera de la iglesia, existen los sistemas jurídicos. Después nos dice que los problemas de la iglesia no deben ser llevados a las cortes, sino que deben ser juzgados dentro de la iglesia.

Hechos capítulo 21 comenzando con el verso 26, nos narra cómo Pablo fue arrestado y acusado equivocadamente de algo que no hizo. Entonces los romanos lo aprehendieron, y en el capítulo 22, comenzando con el verso 24, leemos, “Mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente; ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?” Pablo usó la ley romana y su ciudadanía para protegerse a sí mismo. No hay nada de malo en
 usar el sistema jurídico, en tanto se haga con un motivo justo y un corazón puro.

Cambios en todo, a partir de la oración

“Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, él le oyó”(Salmos 22:24).
La idea de recorrer la autopista en una vieja motocicleta, no solo asaltó a los dos abuelos sino que tentados por la brillantez del aparato, que a primera vista lucía en buenas condiciones, decidieron emprender el recorrido a toda velocidad hacia un paraje apartado.
felicidadLa brisa golpeaba sus rostros generando una sensación de placidez. Conforme aumentaban el kilometraje, el color verde de los arbustos se mezclaba con el ocre de las montañas y el asfalto que se perdía en el horizonte, como si marcharan hacia el infinito.
Eran instantes de indescriptible emoción. Sin embargo, una piedra en el camino causó que salieran de su carril y cayeran aparatosa y ruidosamente, sobre el suelo pedregoso del arcén. El golpe les dejó sin sentido. Minutos después, cuando recobró la conciencia, la mujer comenzó a musitar una oración pidiendo la ayuda de Dios.
El lugar, además de distante, era poco frecuentado por vehículos. Aún así, un cabo de la patrulla de la policía dirigió el vehículo hacia aquella carretera. No entendía bien la razón pero lo hizo. A lo lejos, encontró a la pareja de ancianos tendidos en la orilla. Tenían heridas de cierta consideración. Los auxilió y pidió una ambulancia. Tardaría dos horas en llegar, lo que para el abuelo, todavía inconsciente, sería fatal. El agente musitó una oración al Señor: “Jesucristo, respóndeme, sólo Tú puedes ayudarlos”.
“Fue pura coincidencia”, aseguró el conductor de una ambulancia que minutos antes, había recibido una llamada que resultó ser una falsa alarma, y cuando pasaba a pocos kilómetros del accidente, captó el mensaje que transmitía el guarda, pidiendo un vehículo para transportar a los heridos. En poco tiempo estuvo en el lugar.
El oficial de policía que estuvo al frente del caso, atribuyó a un hecho milagroso el que la ambulancia se desviara de su ruta para atender la emergencia, y para los médicos fue una “coincidencia”. Pero...
No hay duda que Dios intervino en todo el asunto, explicó el oficial.

¿Y por qué?

Si eres padre o madre recordarás con especial ternura (o fastidio, dependiendo de tu experiencia), la etapa en que tus hijos preguntaban una y otra vez el por qué de las cosas. Días atrás conversaba con mi madre, y me decía que mis por qué superaban los mil diarios ¡de locos! Cada respuesta que ella me daba, era acompañada por cientos de por qué más, a los cuales respondía con la paciencia que solo una madre puede tener, pero nunca diciendo “porque sí” o “porque no”. Desde entonces, creo no conformarme con esa justificación.
Luego, en nuestra vida de adolescentes, ponemos a prueba las explicaciones que nuestros padres nos han dado, y si no hemos tenido el privilegio de tener una madre como la mía, los “porque sí” y los “porque no” de nuestros padres pierden total credibilidad, incluso causando irritación y rebeldía. Si no acostumbramos a las personas a crear, y hacer creer, sus propios “sí” y “no”, se dejarán influenciar por los “sí” y “no” de cualquier otra, o más aún, nunca cuestionarán razones o afirmaciones, ambas procesos tremendamente necesarios para formar el carácter.

Ya en nuestra vida de adultos, el cuestionamiento no es tan radical como lo era antes y es muy posible que, si hicimos bien el trabajo anterior, seamos capaces de defender nuestros “sí” y “no”, y también seamos capaces de explicarlos y justificarlos. Lo que es preocupante, es que en nuestra vida cristiana no seamos capaces de hacer esto, y más preocupante aún, es que las razones que demos para justificar nuestros “sí” y “no” sean ajenas y no provengan de una convicción de nuestro propio corazón.