El verdadero amor captura toda la atención del que ama. Al hacerme novio de Silvia toda mi atención estaba centrada en ella. Me levantaba cada mañana pensando en mi “Silvita”. Caminaba al trabajo con su imagen en la mente. Era el centro de mi atención, estaba enajenado, sentía mariposas flotando en mi estómago. Continuamente recordaba su mirada, sus ojos, su simpatía y los tiempos de charla, estaba profundamente enamorado. De camino al trabajo o a la facultad, en mis horas de estudio o simplemente en los momentos de descanso, no podía quitarla de mi mente; bueno, tampoco quería. Conocerla cambió la visión que tenía de la vida, me sentía feliz y hacía felices a los demás.
Pero los momentos de romanticismo no tienen por qué estar reservados sólo al noviazgo. El matrimonio ha sido diseñado por Dios para disfrutar del compañerismo de la pareja todos los días, toda la vida. En la comunidad del matrimonio se aprende la lección más importante de la vida: amar.
El matrimonio tiene enormes beneficios. Juntos les va mejor, crecen y sirven mejor. Dios les ha regalado dones y talentos que se complementan y Dios quiere que dependamos el uno del otro para la realización de sus propósitos.
El verdadero amor sirve a la persona amada. Mi deseo era que “Silvita” se sintiera una reina a mi lado, por lo que siempre tenía un regalito para hacerle. Intentaba ganarme su corazón; descubrir qué cosas le gustaban y cuáles eran sus intereses, hábitos y pasatiempos.
Cada vez que me encontraba con ella, tenía algo especial que sabía era su debilidad, por ejemplo, bombones de frutas o rosas amarillas, rosas que me costaban mucho conseguir en las diferentes épocas del año.
Cada vez que me encontraba con ella, tenía algo especial que sabía era su debilidad, por ejemplo, bombones de frutas o rosas amarillas, rosas que me costaban mucho conseguir en las diferentes épocas del año.
El verdadero amor se centra en cómo servir mejor a la persona amada y no en cómo ser servido. Es lo opuesto a nuestra tendencia egoísta. El ejemplo de Jesús debería modelar nuestra conducta marital. El amor de Dios por nosotros nos da la razón para amarnos el uno al otro.
El amor nos impulsa a dejar de lado nuestras necesidades y a ofrecernos de forma extraordinaria y totalmente altruista, para satisfacer las necesidades de nuestra pareja. Amar así significa que apartamos nuestras preferencias, comodidades, metas, seguridad, dinero, energía o tiempo, para beneficiar al amor de nuestra vida.
Cuando un hombre está enamorado, comienza a preocuparse por su esposa tanto como por sí mismo. Experimenta la satisfacción de su pareja como si fuera propia. Puede soportar fácilmente cualquier contratiempo para hacerla feliz, porque su felicidad le hace feliz. Aunque los hombres enamorados necesitan recibir amor, su mayor necesidad es darlo.
La Biblia dice que debemos mostrar amor cada vez que tengamos oportunidad. El día de hoy podría marcar un nuevo comienzo en su relación matrimonial, si se anima a aprovechar cada oportunidad que tenga para amar. Hoy es el mejor momento para expresar amor, porque usted no sabe cuánto tiempo tendrá para hacerlo. Si quiere dar amor, debe ser ahora.