A veces desearíamos tener una especie de maquina del tiempo, para regresar y corregir eso que en el pasado hicimos mal, y de lo que hoy vivimos arrepentidos o con cierta tristeza por intentar cambiar lo que era lo correcto y no hicimos. Duele no poder hacerlo, no poder retroceder para evitar ese error cometido, pero duele más vivir cargando con la culpa de todos los errores pasados en el presente.
Todos nos equivocamos, dejaríamos de ser humanos si no cometiéramos errores; algunos fallamos en unas cosas y otros en otras, esa es nuestra naturaleza humana. Y el error lo vemos cuando las cosas ya han pasado, cuando analizamos y el resultado no es el que esperábamos, pero también es cierto que cuando nos equivocamos, nos damos cuenta de que nos falta mucho que aprender, y que es la única manera de valorar y comprender las situaciones de la vida.
Duele darse cuenta cuando se comete un error, cuando se tomó una decisión o actitud equivocada, pero detrás de todo sentimiento está la parte más importante: el aprendizaje consecuente de haber cometido esa equivocación. Aceptar que cometimos un error es el primer paso para superarlo, una persona que no acepta que se equivocó difícilmente puede corregir su rumbo, y el segundo paso es perdonarse a sí mismo. De nada sirve reconocer que cometiste un error, si pretendes superarlo, si en vez de pensar en la lección que recibiste, solamente piensas en que echaste a perder algo importante y no hay más que hacer.