Mi querido Timoteo:
Estaba un día mirando a través de la ventana de mi casa y vi algo que me llamó la atención. Eran unos jóvenes que parecían no tener sentido común, como si nada les importase. Por cierto, uno de ellos parecía estar totalmente falto de juicio; lo vi cruzar la calle, llegar a una esquina y encaminarse hacia la casa de una mujer. El día llegaba a su fin, y las sombras de la noche avanzaban. Este engaño ha llevado a muchos hombres, desgraciadamente, a la destrucción total de su persona, su familia, su ministerio y todo su futuro.
De pronto, la mujer, con aspecto de mujer de la noche y con visibles intenciones malsanas, vio que él se acercaba a su casa y salió a su encuentro. Allí mismo, en la calle, lo abrazó y lo besó. Con todo descaro le dijo: “Salí de casa precisamente para buscarte, y te he encontrado. Mi cama está hecha con sábanas de lino fino importadas y perfumadas con perfumes traídos de lugares exóticos. Ven, bebamos de la copa del amor hasta el amanecer. Mi esposo no está en casa. Ha emprendido un largo viaje y no regresará en varios días.”
Con sus palabras seductoras lo convenció, y con halagos, mimos y abrazos lo sedujo. Él en seguida la siguió, yendo tras ella como buey que va camino al matadero, como ciervo que cae en la trampa, como ave que se lanza contra la red.»
Esta historia, mi querido Timoteo, es una paráfrasis de la sabiduría de Salomón que se encuentra en Proverbios, capítulo siete. La traigo a colación porque quiero tocar el tema que esta alegoría de Salomón presenta: advertir de uno de los peligros más perversos, una de las artimañas más sutiles, uno de los engaños más perspicaces de Satanás.
¿En qué consiste este engaño? En una sola palabra: lujuria. Es decir, la tentación de la naturaleza pecaminosa del hombre.
Las tentaciones que incitan, y a veces conquistan, al siervo de Dios, son múltiples: el poder, la posición, el dinero, el orgullo, pero hay una tentación que es quizá la más intensa de todas: la lascivia, el apetito carnal insaciable. Una de las maneras como esta tentación se expresa es por la pornografía. El vocablo viene de la palabra griega "porne", que significa «prostituta».
La adicción a la pornografía ha llegado al culmen de cautivar a millones de hombres en todo el mundo. En 1998 los adictos a la pornografía gastaron novecientos setenta millones de dólares viendo escenas pornográficas en la red electrónica mundial, y quienes han hecho estudios del avance de esta práctica calculan que para el año 2003 la cifra ascenderá a más de tres mil millones de dólares.
En una encuesta realizada por la organización "Cumplidores de Promesas", un sesenta y cinco por ciento de sus adherentes confesaron haber sido adictos a la pornografía, y en otra encuesta entre pastores y líderes laico-cristianos realizada por "Leadership Magazine" (revista sobre el liderazgo), salió a la luz que un sesenta y dos por ciento confesaron haber estado involucrados en la pornografía. Se calcula que uno de cada cinco líderes cristianos es adicto a la pornografía, lo cual nos obliga a preguntarnos: ¿Cómo es posible que este elevado número de personas, que se identifican como creyentes en Cristo y, aun más, como líderes dentro de la iglesia, estén envueltos en algo tan inmundo, impúdico, corrompido y destructivo?