jueves, 2 de junio de 2016

Con fuego en el corazón de Dios

La historia bíblica está relacionada con el fuego, de forma que miramos cómo Sodoma y Gomorra fueron destruidas por fuego, cómo la fe de Abraham fue pasada por el fuego, cómo el llamado de Moisés fue a través de una zarza que ardía en fuego, cómo la manifestación de Dios en el monte Sinaí fue con relámpagos y fuego, los israelitas eran alumbrados por las noches por una columna de fuego, Elías sacó de la confusión al pueblo de Israel con fuego en el altar, o los compañeros de Daniel fueron pasados por el fuego, Juan bautizaba en agua pero Cristo lo haría en Espíritu Santo y fuego, cómo a los 120 que estaban en el aposento alto se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego. Podemos ver que la Biblia está llena de fuego.
Los cristianos de la iglesia primitiva, con fuego el corazón, evangelizaron al mundo de ese entonces, se tomaron en serio la gran comisión, y debido a su fidelidad hoy tenemos un mensaje de esperanza y vida en Jesús.
Como creyentes tenemos la responsabilidad de evangelizar al mundo. Mañana, cuando no estemos, la responsabilidad estará en manos de nuestros hijos. No es fácil hacer este trabajo, pero si el fuego del Espíritu Santo está en nuestros corazones, lo lograremos.

El camino hermoso

La meta no es tratar de ajustar a Dios a nuestros planes, sino ajustarnos nosotros a los de Él.

¿Ha tenido usted alguna vez la impresión de que su vida es solo una serie de sucesos aleatorios que, a pesar de todos sus planes y esfuerzos, hacen que su rumbo siga yendo en direcciones imprevisibles? Algunos hechos o circunstancias parecen intrascendentes y sin importancia, pero otros/as cambian radicalmente la dirección de su vida. ¿Cómo puede encontrarle sentido a éstos?
Lo bueno es que Dios ha establecido un camino para cada uno de nosotros que debemos recorrer, y Él es quien nos ayuda a transitarlo desde el punto de partida hasta la línea de llegada. El escritor de Hebreos asemejó nuestra vida a una “carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12.1), y debemos recordar que es el Señor quien señala el rumbo. La meta no es tratar de ajustar a Dios a nuestros planes, sino ajustarnos nosotros a los de Él. Los incidentes que parecen causarnos desvíos, pueden ser la manera que tiene el Señor de redirigir nuestra ruta. Su propósito es que nuestra vida lo glorifique a Él, a medida que nos conforma a la imagen de su Hijo (Romanos 8.29).

Ponte el manto de alabanza

Para conceder que a los que lloran ( . . . ) manto de alabanza en vez de espíritu abatido; para que sean llamados robles de justicia, plantío del Señor, para que El sea glorificado (Isaías 61:3, NBLH).
winner2Cuando te pones el manto de alabanza, el espíritu de angustia tiene que irse. A veces no tendrás ganas de hacerlo, no tendrás ganas de tener una buena actitud, o no tendrás ganas de estar agradecido. Pero precisamente por eso Dios insiste en que ofrezcamos sacrificio de alabanza. Dios sabe que no siempre será fácil. Tendrás que mantenerte firme y decir: “Dios, no tengo ganas de hacer esto. No parece que vaya a funcionar. Estoy cansado, y me siento solo y desalentado. Pero Dios, sé que Tú sigues estando en el trono. Sé que Tú eres bueno, y que siempre lo eres, y por eso escojo darte alabanza. Escojo darte gracias de todos modos”. 
Cuando ofreces sacrificio de alabanza comienzan a suceder cosas sobrenaturales. La Escritura cuenta la historia del apóstol Pablo y su compañero Silas. Estaban encarcelados por compartir su fe, y habían sido injustamente golpeados ese mismo día. ¿Qué estaban haciendo en la medianoche en su celda de la cárcel? ¿Se quejaban? ¿Sentían lástima de sí mismos? ¿Acaso decían: “Dios, no es justo?, ¿dónde estabas hoy?”
No, ellos estaban cantando alabanzas y dando gracias a Dios. En efecto, decían: “Dios, sabemos que Tú eres mayor que nuestros problemas. Sabemos que sigues teniendo el control. Tú puedes sacarnos de aquí”. En efecto, a medianoche hubo un gran terremoto, y las puertas de la cárcel se abrieron. Las cadenas cayeron, y Pablo y Silas salieron de allí como hombres libres. ¿Qué dio comienzo a todo? Que ellos ofrecieron sacrificio de alabanza.

Sin Rencor

 “El mejor regalo que se puede dar es el perdón.” 
Perdonar es muy importante si tú quieres vivir una vida extraordinaria. Hay personas atrapadas en sus culpas, pesares y en rencores, muchas de ellas queriendo poder perdonar pero “no pueden”. Están luchando consigo mismo, y pasa porque sus expectativas son equivocadas acerca del perdón.
Es cierto que la vida no es justa, que hay gente que te lastimó, que te han hecho daño y que no merecen tú perdón. Pero, ¿es eso lo que Dios quiere para tu vida?, ¿será que Él quiere que vivas amargado?
Sabemos que el rencor no es un sentimiento agradable. Cada vez que piensas en la persona o en la circunstancia que lo provocó, vuelves a experimentar todas esas sensaciones desagradables como: ira, impotencia, frustración, dolor, ansiedad… pero todo eso es basura tóxica que te causa estragos, físicos en tu salud y emocionales en tu mente.
Pero si Dios no quiere que viva amargado, ¿qué hago con esas heridas?, ¿cómo me saco este rencor?, ¿cómo perdono?
Es importante comprender lo que es el perdón, y lo que no es.
1.      No es un asunto emocional. No tenemos que esperar sentir alguna simpatía por el ofensor para perdonarlo.
2.      No es excusar. No se trata de aprobar lo que hizo esa persona. No necesitamos estar de acuerdo con el ofensor ni tenemos por qué buscar excusas u argumentos para justificar su comportamiento.
3.      No significa confiar nuevamente en el ofensor. Esto es particularmente importante cuando el ofensor no se arrepiente (y es muy frecuente el caso). El perdón, en este caso, no significa que la relación personal sea restaurada. La relación es restaurada solamente cuando el ofensor se arrepiente sinceramente, pide perdón y hace restitución. Mientras no sucede esto, no hay razón para confiar en él, ni mucho menos tener una relación amistosa con él.
4.      No es olvidar. Algunos piensan que no han perdonado realmente, porque siguen sintiéndose heridos y no pueden olvidar la ofensa. El “olvidar” de Dios significa que Él ya no tendrá en cuenta esos pecados “en contra de nosotros” (Salmo 79:8), o sea, ya no los usará para acusarnos.
5.      Perdonar es una decisión. Es un asunto “propio”. Perdonar significa “saldar” o “condonar una deuda”.
6.      Perdonar es un proceso. Nunca es bueno presionar a nadie: “nada más que perdona”, – esto conduce solamente a un perdón muy superficial.