Nosotros somos descendientes de Abraham, le contestaron, y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados?
Juan 8.33
En una ocasión viajamos a otro país para dar un seminario un fin de semana. Cuando llegamos a la casa en donde nos alojaríamos, vimos que en el frente la propiedad estaba bordeada por hermosos árboles gigantes y viejos. Encadenados a cada árbol había un perro guardián.
Algunos de los perros se quedaron en su lugar ladrando, sabiendo que por sus cadenas, no podían ir muy lejos. Sin embargo, uno de los perros hizo algo diferente.
Cuando veía a un pájaro o un coche pasar, salía corriendo tras él. Y siempre, justo cuando estaba a punto de llegar a su meta, la cadena lo jalaba y sacudía al perro con el tirón. Era como si el perro no supiera que estaba encadenado a un inmenso árbol inamovible.
Pues muchos de nosotros vivimos la vida como ese perro. Aunque si le preguntases a una persona que vive de esa manera, si está viviendo en libertad, probablemente te respondería que sí.
Probablemente te diría, “Mira al país en el que vivo. Mira a mis padres o a mi vecindario. Mira mi trabajo, mi casa y mis cosas. No soy esclavo, soy tan libre como es posible. Mira la iglesia a la que asisto, soy cristiano.”
Pues muchos de nosotros vivimos la vida como ese perro. Aunque si le preguntases a una persona que vive de esa manera, si está viviendo en libertad, probablemente te respondería que sí.
Probablemente te diría, “Mira al país en el que vivo. Mira a mis padres o a mi vecindario. Mira mi trabajo, mi casa y mis cosas. No soy esclavo, soy tan libre como es posible. Mira la iglesia a la que asisto, soy cristiano.”