martes, 15 de septiembre de 2015

Al Final De Mi Cadena

Nosotros somos descendientes de Abraham, le contestaron, y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados?
Juan 8.33
En una ocasión viajamos a otro país para dar un seminario un fin de semana. Cuando llegamos a la casa en donde nos alojaríamos, vimos que en el frente la propiedad estaba bordeada por hermosos árboles gigantes y viejos. Encadenados a cada árbol había un perro guardián.
Algunos de los perros se quedaron en su lugar ladrando, sabiendo que por sus cadenas, no podían ir muy lejos. Sin embargo, uno de los perros hizo algo diferente.
Cuando veía a un pájaro o un coche pasar, salía corriendo tras él. Y siempre, justo cuando estaba a punto de llegar a su meta, la cadena lo jalaba y sacudía al perro con el tirón. Era como si el perro no supiera que estaba encadenado a un inmenso árbol inamovible.
Pues muchos de nosotros vivimos la vida como ese perro. Aunque si le preguntases a una persona que vive de esa manera, si está viviendo en libertad, probablemente te respondería que sí.
Probablemente te diría, “Mira al país en el que vivo. Mira a mis padres o a mi vecindario. Mira mi trabajo, mi casa y mis cosas. No soy esclavo, soy tan libre como es posible. Mira la iglesia a la que asisto, soy cristiano.”

El éxito a la manera de Dios

¿Por qué algunas personas fracasan, y otras logran sus metas? Quizá las principales razones sean, como algunos suponen, los antecedentes familiares, la educación y por supuesto, las habilidades propias. Pero ¿por qué, entonces, hay personas que triunfan a pesar de tener un pasado difícil, falta de habilidades o poca capacitación? Sin duda, hay algo más que influye en el logro de nuestras metas.
Contrariamente a la definición de la sociedad, que usualmente involucra fama, fortuna o poder con el éxito, el verdadero triunfo significa convertirse en las personas que Dios quiere que seamos, y lograr las metas que Él ha fijado para cada uno. Hebreos 12.1 ofrece la perspectiva del Señor en cuanto a esto: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”.
Aquí vemos las claves del éxito. Primero, es importante encontrar estímulo en las vidas de otros creyentes, que han visto la fidelidad de Cristo y que han seguido su dirección. Luego, debemos deshacernos de todo lo que nos impida obedecer a Dios. Y por último, debemos perseverar, aun en los tiempos de dificultad y desánimo. Este pasaje responde a nuestra pregunta original: lo que nos permite alcanzar el éxito es confiar en la dirección y en el poder de Jesús.
Dios tiene un plan maravilloso para bendecirle y darle una vida plena, y parte de ese plan es que viva con propósito y perseverancia. La dirección del Padre celestial se le hará más clara a medida que lea su Palabra, que ore pidiendo orientación, y que busque su consejo piadoso. ¿Sabe usted cuáles son las metas que Dios tiene para su vida?

¿Cuál es la importancia del bautismo cristiano?

El bautismo cristiano de acuerdo con la Biblia, es un testimonio externo de lo que ha ocurrido internamente en la vida de un creyente. Ilustra la identificación de un creyente con la muerte de Cristo, Su entierro y Su resurrección.
La Biblia declara, “¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en Su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en Su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva” (Romanos 6:3-4 NVI). En el bautismo cristiano, la acción de ser sumergido en el agua representa ser sepultado con Cristo. Y la acción de salir del agua representa la resurrección de Cristo.

Un Mensaje de Dios para Ti: "CONFÍA EN MI"

¿Por qué te enervas y confundes por los problemas que te trae la vida? Déjame controlar todas tus cosas e irán volviéndose mejores.

Cuando te entregues totalmente a mí, todas las cosas serán resueltas con tranquilidad, de acuerdo con mis planes. No te frustres, y tampoco ores como apresurándome, como si quisieras forzarme a realizar tus planes.

En lugar de eso, cierra los ojos de tu alma y con paz dime: “JESÚS, YO CONFÍO EN TI”.
Trata de evitar esos pensamientos que te angustian, al querer comprender las cosas que te pasan. No arruines mis planes tratando de imponer tus ideas, déjame ser tu Dios y actuar libremente en tu vida. Entrégate a mí con completa confianza y deja tu futuro en mis manos. Dime frecuentemente: ”JESÚS, YO CONFÍO EN TI”.


Lo que más te hiere es que tratas de razonarlo todo de acuerdo con tus pensamientos, e intentas resolver tus problemas a tu manera. Cuando me digas “JESÚS, YO CONFÍO EN TI”, no seas como el impaciente que le dice al doctor “cúreme”, pero le sugiere la “mejor” forma de hacerlo. Déjate curar por mis brazos divinos, no tengas miedo, Yo te amo.
Si ves que las cosas se vuelven peores o más complicadas aunque estés orando, mantén la confianza en mí, cierra los ojos de tu alma, y continúa diciendo en todo momento: “JESÚS, YO CONFÍO EN TI”.

Necesito mis manos libres para poder manifestarte mis bendiciones. No ates mis manos con tus absurdas preocupaciones. Satanás quiere que te frustres, hacerte sentir triste, quitarte la paz.

Confía en Mí, descansa en Mí, entrégate a Mí. Yo hago milagros en la medida en que tú te abandonas a Mí y de acuerdo con la fe que me tienes. Así que no te preocupes, dame todas tus frustraciones y duerme en paz, y siempre dime: “JESÚS, YO CONFÍO EN TI”, y verás grandes milagros.

Te lo prometo con todo mi amor… 
Jesús

La gran proclamación de la Santa Cena

“Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11:26).
Uno de los momentos más memorables de los servicios de la Iglesia es la celebración de la Santa Cena, donde los creyentes se reconcilian con Dios y reciben su perdón. Sin embargo, hay unas palabras que a menudo olvidamos en estos instantes tan solemnes: “Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios. 11:26). 
Sí, el Servicio de Comunión tiene un gran mensaje central: “El rito de la comunión señala la segunda venida de Cristo. Estaba destinado mantener esta esperanza viva en la mente de los discípulos. En cualquier oportunidad en que se reuniesen para conmemorar su muerte, relataban cómo Él “tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba de nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”. (…) En su tribulación, hallaban consuelo en la esperanza del regreso de su Señor. Les era indeciblemente precioso el pensamiento: ‘Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga”.