miércoles, 13 de marzo de 2019

¿Qué diferencia hay entre misericordia y gracia?

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La misericordia y la gracia son confundidas frecuentemente. Aunque los términos tienen significados similares, la gracia y la misericordia no son lo mismo. En concreto, vemos que misericordia es que Dios no nos castigue como lo merecen nuestros pecados, y gracia es que Dios nos bendiga a pesar de que no lo merezcamos. La misericordia es la liberación del juicio. La gracia es la bondad extendida a quienes no la merecen. 

De acuerdo a la Biblia, todos hemos pecado (Eclesiastés 7:20Romanos 3:23 y 1 Juan 1:8). Como resultado de ese pecado, todos merecemos la muerte (Romanos 6:23) y la condenación eterna en el lago de fuego (Apocalipsis 20:12-15). Considerando esto, cada día que vivimos es un acto de la misericordia de Dios. Si Dios nos diera lo que merecemos, todos estaríamos, ahora mismo, condenados por una eternidad. En el Salmo 51:1-2, David clama, “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado.” Una súplica a Dios por misericordia es pedirle que detenga el juicio que merecemos, y en vez de ello nos conceda el perdón que de ninguna manera nos hemos ganado. 


No merecemos nada de Dios. Dios no nos debe nada. Todo el bien que experimentamos es resultado de la gracia de Dios (Efesios 2:5). Simplemente, la gracia es un favor inmerecido. Dios nos da cosas buenas que no merecemos y que nunca podríamos ganar. Rescatados del juicio por la misericordia de Dios, la gracia es todo lo que recibimos más allá de esa misericordia (Romanos 3:24). La gracia común hace referencia a la gracia soberana que Dios otorga a toda la humanidad, independientemente de su condición espiritual ante Él, mientras que la gracia salvadora es esa dispensación especial de gracia, por la que Dios extiende soberanamente la inmerecida asistencia divina sobre Sus elegidos, para su regeneración y santificación. 

La misericordia y la gracia se ilustran mejor en la salvación que está disponible a través de Jesucristo. Merecemos el juicio, sí, pero si recibimos a Jesucristo como Salvador, no solo recibimos misericordia de Dios y somos librados del juicio, sino que además, y esto es lo principal, en lugar del juicio recibimos por gracia la salvación, el perdón de los pecados, una vida abundante (Juan 10:10) y una eternidad en el cielo, el lugar más maravilloso imaginable (Apocalipsis 21-22). Por la misericordia y la gracia de Dios, nuestra respuesta debe ser caer de rodillas en adoración y agradecimiento. Hebreos 4:16 declara, “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”



Quietud reverente

¡Cuán innumerables son tus obras, Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; ¡la tierra está llena de tus beneficios! Salmo 104;24
Mi vida suele ser frenética y ajetreada. Corro de una cita a otra, devuelvo llamadas telefónicas y reviso aditamentos de mi aparentemente interminable lista de tareas. El caso es que, un domingo, exhausta, me desplomé en la hamaca de nuestro patio trasero. Mi teléfono estaba adentro, al igual que mis hijos y mi esposo. Al principio, pensé en sentarme solo un momento, pero en medio de la quietud y sin distracciones, empecé a notar cosas que me invitaban a quedarme. Podía escuchar el crujido de la hamaca que se mecía, el zumbido de una abeja y el aleteo de los pájaros. El cielo estaba azul brillante y las nubes se movían con el viento.
Se me llenaron los ojos de lágrimas al contemplar todo lo que Dios había hecho. Cuando me calmé lo suficiente para contemplar esa gran cantidad de cosas maravillosas que veía y oía, sentí deseos de adorar con gratitud ante el poder creador de Dios. El escritor del Salmo 104 también se sintió humillado ante la obra de las manos de Dios, y señaló: «colmas la tierra con el fruto de tus obras» (verso 13 NTV).
En medio de esta vida ajetreada, ¡un momento de quietud puede traer a la mente el poder creador de Dios! Las altas montañas y las ramas para las aves son evidencias de su poder y amor. «Hiciste todas ellas con sabiduría» (verso 24).
Señor, te alabo por tu creación. 
Estamos rodeados del poder creador de Dios.

Llamados a estar en el mundo

Juan 17:14-16 Yo les he dado tu palabra, y el mundo los odió porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Las palabras del Señor parecen ser, a primera vista, un poco contradictorias. Por un lado afirma que el mundo ha rechazado a sus discípulos, precisamente porque pertenecen a otro reino completamente diferente. Diferencia en estilo de vida, en valores y en compromisos, todo se conjuga para hacer evidentes las faltas de los que están identificados con este presente siglo malo. El resultado es, para los que están en Cristo, conflicto y persecución.

En la siguiente frase, sin embargo, Jesús le pide al Padre exactamente lo opuesto de lo que hubiéramos pedido nosotros: que no los quite del mundo. Es lo opuesto de lo que, instintivamente, haríamos nosotros, porque creemos siempre que lo mejor que le puede ocurrir al otro, si está dentro de nuestras posibilidades hacerlo, es que le evitemos pasar cualquier momento de dificultad. Pero Dios nos ha bendecido para que seamos de bendición a todos los que él pone en nuestro camino para bendecir. 
Cristo aclara en su oración, que los discípulos no son del mundo. Por esta razón no solicita en ningún momento, que se sientan cómodos en este entorno. A pesar de esto, muchos hijos del Señor están dedicados a buscar la manera de pasarlo lo mejor posible en la tierra, mientras caminan a la eternidad.