viernes, 18 de abril de 2014

¿Cómo puedo ser cada vez más parecido a Cristo?

Ser cada vez más semejante a Cristo es el deseo de todo creyente, y es alentador saber que Dios tiene el mismo deseo para nosotros. De hecho, la Biblia dice que Dios "predestinó a los creyentes, para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo." (Romanos 8:29). Haciéndonos semejantes a Cristo, la obra de Dios, la veremos cumplirse hasta el final (Filipenses 1:6).

Sin embargo, el hecho de que Dios nos transforme en semejanza a Cristo no significa que podamos sentarnos y ser llevados al cielo muy fác
ilmente. El proceso exige nuestra cooperación voluntaria junto con el Espíritu Santo. Llegar a ser más como Cristo requiere tanto el poder divino, como el cumplimiento de las responsabilidades humanas.

Hay tres cosas que contribuyen a ser más como Cristo: nuestra entrega a Dios, nuestra libertad del pecado y nuestro crecimiento espiritual.


1) Ser cada vez más semejantes a Cristo es el resultado de nuestra entrega a Dios.

Romanos 12:1-2 dice que, nuestro culto racional u homenaje implica una dedicación total a Dios. Ofrecemos nuestros cuerpos como "sacrificios vivos", y nuestras mentes son renovadas y transformadas.

Cuando Jesús dijo: "Sígueme", Leví dejó inmediatamente sus mesas de dinero (Marcos 2:14); así, todos rendimos voluntariamente todo lo que tenemos a fin de seguir al Señor. Como dijo Juan el Bautista, "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe."(Juan 3:30), por lo que nos enfocamos más y más sobre Jesús y Su gloria, acogiéndonos a Su voluntad.

2) Ser cada vez más semejantes a Cristo es el resultado de liberarnos del pecado. Puesto que Jesús vivió una vida sin pecado, cuanto más nos consideremos "muertos al pecado" (Romanos 6:11) y vivamos una vida de pureza, más seremos 
como Jesús. Al ofrecernos a Dios, el pecado ya no es nuestro maestro, y nosotros estamos más claramente identificados con Cristo (Romanos 6:1-14).

Jesús nos invita a seguirle, y tenemos Su ejemplo de obediencia (Juan 15:10), amor sacrificial (Juan 15:12-13) y sufrimiento paciente (1 Pedro 2:19-23). También tenemos el ejemplo de los apóstoles, quienes modelaron a Cristo (1 Corintios 11:1).

Y cuando se trata de restringir el pecado en nuestras vidas, tenemos la ayuda divina: Alabado sea el Señor por la Palabra de Dios (Salmo 119:11), la intercesión de Cristo (Romanos 8:34Hebreos 7:25) y el poder del Espíritu, quien mora en nosotros (Romanos 8:4Gálatas 5:16).
3) Ser cada vez más semejantes a Cristo es el resultado del crecimiento cristiano. Cuando primeramente, somos salvos, somos inmaduros en la sabiduría y el conocimiento, e inexpertos en la gracia y el amor. Pero luego crecemos. En cada una de estas cosas, nuestra responsabilidad es llegar a ser más fuertes y más como Cristo. "Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo." (2 Pedro 3:18). "Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos…" (1 Tesalonicenses 3:12).

La Adopción

Moisés, Jack Nicholson, John Lennon, Alejandro El Grande, Gerald Ford, Charles Dickens, Nelson Mandela y muchos famosos más, tienen algo en común: fueron adoptados.
Los conocemos por sus logros artísticos, políticos y deportivos, y no sabemos casi nada de sus antecedentes, pero podemos deducir que, además de determinación y talento, tuvieron una familia que les acogió y guió por el buen camino, para que lograran ser lo que soñaban.
Pese a la importancia que estas personas tienen y han tenido, sin duda alguna, hace más de dos mil años sucedió la adopción más transcendental de la historia de la humanidad: Jesús, quien siendo Dios tomó forma de hombre y fue adoptado en una familia terrenal.
José y María tuvieron el corazón y los oídos atentos para ser parte del plan de Dios y aún sin ser los padres biológicos de Jesús, se encargaron de su crianza, de amarle, de guiarle por el buen camino para que pudiera cumplir con su misión.

¿Qué Clase De Oración Hacemos?

La Biblia es palmaria en cuanto a la importancia de la oración. Dice, y sabemos, que la oración nos acerca a Dios, que nos libera de las presiones, nos permite contemplar milagros y clarificar la mente. Pero, ¿realmente estamos caminando por los auténticos senderos de la oración?
Sabemos que muchas de las oraciones que hacemos son inefectivas y a veces sin respuesta alguna, porque parecen ser sólo una lista de lo que queremos que Dios haga por nosotros; a veces, no son más que una lista de deseos egoístas.
El libro de Santiago lo dice claramente en el Nuevo testamento en el Capítulo 4:3
“No tienen, porque no piden. Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones”.

Oración anhelada es la que parece una carretera de dos vías. No consiste solamente en yo corriendo por un canal, sino que Dios viene a mi encuentro en el canal contrario para darme su guía, corrección y enseñanza, y en muchas ocasiones tenemos que detener nuestra carrera egoísta y apresurada, para sentarnos a sus pies, y ser dirigidos y nutridos por él.
Salmo 37:4 dice: “Pon tu delicia en el Señor y él te concederá los deseos de tu corazón”. La palabra más determinante aquí es “Delicia” en el Señor. La belleza de la oración no es llegar con la lista en la mano, sino llegar a "deleitarnos" en su presencia.
Llegamos, sí, con nuestros propios deseos, pero al deleitarnos en Él, El Señor cambia nuestros deseos egoístas por los de Él y es entonces, cuando Dios cumple los deseos de mi corazón, los cuales ya no son los míos sino los que Dios ha sembrado en mi espíritu.
El Padre nuestro es el mejor modelo, ya que en esa oración modelo lo que sobresale es el Reino de Dios. “Venga tu Reino” y no el mío, y finaliza con “Porque tuyo es el Reino, el Poder y Gloria por los siglos de los siglos”. Amén.

Tu segunda oportunidad

Cuando la piel de Naamán quedó sana, quiso ofrecerle al profeta Eliseo algunos presentes como señal de su agradecimiento, pero él no se los aceptó porque reconocía que había sido Dios quién había hecho el milagro a través de él.
Cuando se había alejado bastante, Giezi, su siervo, corrió detrás de Naamán para conseguir algo. Le dijo que Eliseo le había enviado, porque dos profetas jóvenes habían llegado de Efraín, y le rogaba que le diera tres mil monedas de plata y dos vestidos completos.
Naamán le dio el doble, seis mil monedas de plata junto a los dos vestidos. Giezi los aceptó y regresó a la casa del profeta donde los guardó. Cuando se presentó delante de Eliseo éste le preguntó: 
-¿De dónde vienes?
-No he ido a ningún lado -contestó.
Pero Eliseo le dijo: -Yo sé que Naamán se bajó de su carro para recibirte, pues yo estaba allí con mi pensamiento. Este no es el momento de aceptar dinero, ropa, viñedos o huertos de olivos, ovejas, toros ni esclavos. Y como tú aceptaste el regalo de Naamán, su lepra se te pasará a ti y a tu familia para siempre.
testCuando Giezi se separó de Eliseo, ya tenía lepra. Su piel quedó pálida como la nieve. 2 Reyes 5:20-27
Al parecer, ya no había esperanza para este hombre, porque su descendencia y él habían sido condenados a ser olvidados y a morir solos.
Pero 2 Reyes 7:3-8 narra que, a la entrada de la ciudad había cuatro hombres enfermos de la piel, Giezi y sus tres hijos, quienes se decían entre ellos: “¿Qué estamos haciendo aquí sentados esperando morir? Si entramos en la ciudad, moriremos de hambre, pues no hay nada para comer, y si nos quedamos sentados, también moriremos. Mejor vayamos al campamento de los sirios; si nos perdonan la vida, qué bueno, y si nos matan, no importa, de todos modos vamos a morir”.
Al anochecer, fueron allí. Cuando llegaron al lugar, se dieron cuenta que no había nadie. Dios había hecho que el ejército de Siria escuchara ruidos como de carros de guerra, de caballos y de un gran ejército, por lo que huyeron, abandonándolo todo.
Al entrar a una de las carpas, se pusieron a comer y a beber. También tomaron oro, plata y ropa, y todo eso lo escondieron. Luego entraron en otra carpa, tomaron las cosas que allí había, y fueron a esconderlas. Pero después dijeron: “No estamos haciendo lo correcto. Hoy es un día de buenas noticias. Si nosotros nos callamos y esperamos hasta que amanezca, nos van a castigar. Mejor vayamos al palacio y avisemos de lo que sucede”.
El sabor amargo de los recuerdos y el dolor por la sentencia, hicieron que Giezi recapacitara, porque 7 años atrás, la codicia hacia las riquezas le había condenado al olvido y a la miseria. Otra vez se encontraba frente a la misma prueba, pero no la reprobó sino que determinó en su corazón superarla, y así lo hizo.