viernes, 12 de mayo de 2017

Es por tu gracia y tu perdón......

por su gracia y su perdon

que podemos ser

llamados instrumentos

de tu amor.



"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo". (1 Corintios 15:10)



Hay un salmista actual que ha tenido una carrera comercial del evangelio muy grande; pero dejando a un lado su éxito, hay que reconocer que tiene canciones con una profundidad teológica excelente. 
Desde luego no han faltado las críticas a Jesús Adrián Romero, pero la verdad es que debe tener una relación personal con Dios para poder componer estas alabanzas. No lo juzgaremos sino que disfrutaremos lo que llega a nuestro corazón y nos impacta. 
Merece la pena reflexionar en un estribillo de la canción-vídeo que se anexa al final del ensayo. 

"Y es por tu gracia y tu perdón que podemos ser llamados instrumentos de tu amor". 

Gracia de Dios: Lo gratuito, la elegancia y la belleza de Dios, dadas en un favor inmerecido y como don concedido por Dios, para ayudar al hombre a salvarse y hacerlo santo. Y esto sucede solo por el esfuerzo, la iniciativa y el poder de Dios. ¡Nada puede aportar el hombre!
Porque la gracia es el sentimiento más profundo dentro de nuestro corazón, del que Dios ha estado enamorado desde las edades eternas de nuestras almas. 
¡Oh! qué misterio de la deidad. Hemos recibido una señal extraterrestre, un destello divino que parte el corazón y el alma en dos. Y desde el más allá nos envían una santa revelación que nos dice: Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31;3
Los que recibimos esta gracia sabemos 
que este verso de Jeremías es para nosotros. Y estas palabras nos llegan hasta los huesos y penetran en lo más hondo de nuestras almas.
Ya nada; nada puede cambiar esos sentimientos de parte de Dios hacia nosotros. Somos personas selladas por y para Dios, desde la eternidad y para la eternidad.

Ya no serán más nuestros esfuerzos religiosos, obras de piedad o cualquier otro tipo de aparente religiosidad, las que nos garantizan el favor y la compasión del Señor por nosotros, sino su Inmerecida gracia.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. (Efesios 2:8 y 9) 
Entonces, es por la gracia de Dios que hacemos esto o aquello; no es para acumular méritos ni galardones. Es un sencillo y humilde gesto de parte nuestra, como correspondencia a ese amor eterno de Dios por nosotros.

Hemos sentido en lo más interno del corazón la sincera compasión y fidelidad de Dios por nuestras miserables almas, y estamos seguros de que: 
“ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39). 
A los que Dios nos ha revelado esta gracia nos ha insertado un chip divino en nuestras mentes y corazones, que nos garantiza la fidelidad y el compromiso eterno de Dios para salvarnos y rescatarnos del mismo infierno. Este pacto de Dios no falla y jamás se desvanece. 
¡Oh¡ Aleluya,... éste es un aleluya genuino, porque no será por nuestras miserables obras de bondad en esta tierra, sino porque hemos reconocido que el bueno, el santo, el justo, el fiel y verdadero es Dios y no somos nosotros.
El romance de Dios con nuestras almas ha sido desde antes de la fundación del mundo. Dios ha tenido un plan eterno para nosotros, y quienes hemos recibido esa gracia de Dios reconocemos que somos tan malos que:
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. (1 Juan 4:19). 

Desde el primer día que vinimos a esta tierra, Dios ha estado trabajando con nosotros y no cesa ni un instante de hacerlo. Su gracia va paulatinamente dando frutos y obras en nosotros, las cuales no se generan por nuestros esfuerzos sino porque el Espíritu Santo está obrando en nosotros.
A través de cada situación y de cada detalle de nuestras vidas, Dios ha venido enamorándonos; ha querido que le amemos desenfrenadamente y sin reparos, relación en la que Él es cada día más el Rey y el Señor de nuestras vidas.
Los que conocemos la gracia divina no estamos muy preocupados por nuestra conducta, sino que estamos anonadados e impactados de tanta gracia, de tanta belleza, y del amor y misericordia del Señor para con nosotros. 
En tal estado de romance divino de Dios con nosotros y de nosotros con Dios, nuestras almas quieren ofrecer “algo”. 
Tienen un agradecimiento indescriptible por el que dar a Dios “alguna miseria” a través de nuestras frágiles vidas, y expresar con canciones, escritos, sermones, estudios bíblicos, programas especiales, ministerios, etc., algo de ese amor divino tan desbordante que fluye (por la gracia de Dios) en nosotros.

El Sabio de Egipto

Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio.
El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario era una cama, una mesa y un banco.
-¿Dónde están sus muebles? Preguntó el turista.
Y el sabio, rápidamente, también preguntó: 
-¿Y dónde están los suyos?
– ¿Los míos?, se sorprendió el turista. ¡Pero, si yo estoy aquí solamente de paso!
– Yo también. Concluyó el sabio. La vida en la tierra es solamente temporal.
Sin embargo, algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices.
El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables y personas incomparables.

Me quedo con la más bella

Aquel muchacho esperaba con impaciencia, todos los días por la mañana, el tren de pasajeros que venía de Santiago de Cuba para La Habana. Vendía flores en la estación de ferrocarril del pueblo de Jovellanos, y la muchacha de sus sueños viajaba en este tren desde Perico, el pueblo anterior, con destino a la ciudad de Matanzas, haciendo escala en el primero.
Ella siempre se sentaba en uno de los asientos de las ventanillas que daban a la estación, y la primera vez que él la vio, fue el día que se bajó a comprarle unas rosas, a pesar que llevaba una puesta en la cabeza.
Resultado de imagen de la rosa más bellaA partir de ese día, él quedó muy impresionado con ella, y nunca más esperó que se bajara a comprarle, sino que corría desesperadamente hacia ella con una rosa en cada mano y se las entregaba a través de la ventanilla, albergando la esperanza de ser premiado al escuchar de sus labios, las gracias que creía merecerse. Pero ella las tomaba y guardaba silencio.
Después las recortaba como la que tenía en la cabeza y las ponía una a cada lado. Se llevaba las tres como compañeras de viaje ignorando al galán que cada día complacía su gusto por las flores. Así pasaron muchas mañanas, repitiéndose lo mismo cada día; pero las famosas gracias, por medio de las cuales él quería iniciar una romántica conversación, nunca se escucharon.
Un día, sin embargo, el tren se detuvo como de costumbre en la estación, al mismo tiempo que él estaba ocupado con varios clientes. Comenzó a ponerse nervioso al ver que el tren podía irse sin que le entregara las rosas a quien consideraba el significado de cada mañana. Por fin, logró deshacerse de los compradores, tomó las dos rosas y corrió ciegamente hacia el tren.
Estaba tan afanado, que no se fijó en el reloj para comprobar que todavía quedaban siete minutos, y tampoco pudo ver un objeto en el suelo que lo hizo tropezar y caer de bruces ante la ventanilla de la joven, quien lo miraba perpleja y con compasión por si algún daño se hubiera causado.
Entonces él, sin incorporarse aún, miró su mano derecha y vio que la rosa había desaparecido. Trató de regalarle la de la izquierda pero tampoco estaba. Finalmente, para no dejar de regalar, le quiso expresar lo que realmente sentía: decirle que la amaba, pero cuando se dispuso a hacerlo, se detuvo, y en su lugar dijo: -No obstante, Cristo te ama.
La joven, al escuchar esto, se bajó del tren y parada ante él, le dijo: -Nunca me habían dicho lo que tú me acabas de decir. Ha sido la más bella flor que en todo este tiempo me has regalado, y me quedo con ella porque es la más bella. Todos estos días he estado tan afligida que ni siquiera tus rosas lograron aliviarme. Solo estas palabras han levantado mi ánimo.
Y se quitó su rosa, se la puso a él en la cabeza y diciendo adiós, se fue alegremente en el tren.
¿Cuántas veces hemos visto a alguien afligido y nos hemos detenido a decirle “Cristo te ama? Recordemos que la palabra de Dios es vida a los que la hallan y medicina a todo su cuerpo.
“…Hijo mío, está atento a mis palabras. Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos, guárdalas en medio de tu corazón, porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo...” (Proverbios 4:20-22)

Testigos activos

Éste (Juan) vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. Juan 1:7
En un proceso judicial, los testigos son participantes cuya acción ayuda a determinar el resultado de un caso. Lo mismo se aplica sobre nuestro testimonio de Cristo. Debemos participar de forma activa en una cuestión trascendental: la verdad sobre la muerte y la resurrección de Jesús.
Cuando Juan el Bautista habló de Jesús, la Luz del mundo, lo hizo declarando lo que sabía de Él. Y Juan, el discípulo que registró estos sucesos, testificó: «Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14 LBLA). El apóstol Pablo ampliaría esta idea, cuando le dijo al joven Timoteo: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros» (2 Timoteo 2:2).
Todos los cristianos han sido convocados ante el tribunal del mundo. La Biblia enseña que no somos meros espectadores, sino participantes activos. Testificamos sobre la verdad de la muerte y la resurrección de Jesús. Juan el Bautista fue la voz que clamaba en el desierto. Nuestras voces pueden escucharse en el trabajo, el vecindario, la iglesia y entre nuestros familiares y amigos. Debemos ser testigos activos y hablar sobre la realidad de Jesús en nuestra vida.


¿De qué maneras creativas podríamos testificar hoy?
El evangelio es demasiado bueno como para no compartirlo.