lunes, 1 de diciembre de 2014

Un Dios de Cerca

9

¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice el Señor, y no Dios desde muy lejos? ¿Se ocultará alguno… en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice el Señor, el cielo y la tierra? Jeremías 23:23-24.
Se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo. Hechos 23:11.
El hombre es muy pequeño con relación a la tierra y ésta no es más que un granito de arena en el vasto universo; sin embargo, el gran Dios de los cielos, Creador y Salvador, quiere ser un Dios próximo a cada uno de nosotros. En la Escritura hallamos un largo libro de cuarenta y dos capítulos, el de Job, que nos muestra el interés que Dios tiene por una sola, y cada persona.
Dios de Cerca Reflexiones CristianasJob, probado en cuanto a sus bienes, a su familia y a su salud, comprende que Dios está detrás de todo y concluye: “He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; pasará, y no lo entenderé” (Job 9:11). Esta proximidad incomprendida llega a ser causa de turbación que le hace decir: “¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada, y no me soltarás?” (7:19).
Pero mediante la prueba, Job descubre que Dios se interesa de forma personal por él a pesar de su insignificancia, y que es objeto de sus compasiones. Comprende la lección, y entonces, Dios deja de ser para él alguien lejano e impersonal, y Job puede decir: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (42:5).
Dios quiere ser para los suyos un Dios cercano porque los ama. Si Él nos conduce por circunstancias en que nos sentimos solos, podemos tener la misma experiencia que el apóstol Pablo: “Todos me desampararon… Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas” (2 Timoteo 4:16-17).

Un padre que agoniza

Iba de un lado a otro, miraba nerviosamente a todas partes y su rostro reflejaba una consternación tal que algunos de los que estábamos allí en el parque, nos acercamos para preguntar qué le pasaba.
-Mi hijo de tres años se ha perdido, nos dijo. Hace un momento estaba aquí y ahora ya no está. Se llama Lucas, es rubio, lleva pantalones vaqueros azules, camiseta blanca y anda en su bicicleta. 
Un escalofrío recorrió mi estómago. No había que tener poderes telepáticos para saber lo que, en ese momento, cavilábamos cada uno de los que estábamos allí. Estábamos pensando en lo peor. No era la primera vez que oíamos de un secuestro por un descuido inocente. Las personas infames pueden estar agazapadas en cualquier parte, esperando la más mínima oportunidad para consumar sus más oscuras fechorías. Intentamos darle ánimos al padre, pero no pudimos menguar su angustia lo más mínimo. Cada segundo que pasaba suponía una distancia mayor entre este hombre agobiado y su pequeño hijo desaparecido.
Otros paseantes desconocidos se sumaron a una búsqueda ansiosa para encontrar a Lucas. No era una tarea fácil y no sabíamos por dónde empezar. El parque José Antonio Labordeta de Zaragoza tiene cuarenta hectáreas. Mucho terreno para un puñado de transeúntes inexpertos, pero era la mejor ayuda de la que disponía aquel padre afligido. La policía llegaría instantes después y se sumaría a la pesquisa. Todos éramos desconocidos unidos por una misma causa, movidos por la desesperación de un padre por su hijo perdido. Caminamos, corrimos, mirábamos por todas partes mientras experimentábamos en carne propia, un poco del profundo dolor que atravesaba a aquel hombre en ese instante.
¡Lo encontré, lo encontré, aquí está Lucas!, gritó uno de los improvisados rescatadores. Está bien, solo se fue un poco lejos con su bici y no sabía cómo encontrar el camino de vuelta. El padre abrazó al hijo, le besó,... examinaba cada parte de su cuerpo para asegurarse de que todo estaba bien. El nerviosismo lacerante se convirtió en gozo y algarabía. ¡He hallado a mi hijo, ya no está perdido, está aquí, conmigo!

Un Regalo Especial - Reflexiones

Desde la muerte de su padre, tres años antes, la familia de Roberto había luchado por subsistir, pero a pesar de los esfuerzos de su mamá, nunca había suficiente para todos. La pobre mujer trabajaba en el turno de la noche en el hospital, pero lo poco que ganaba no le alcanzaba para nada más que lo estrictamente necesario.
Lo que le faltaba en lo económico a la familia de Roberto, lo compensaban todos con amor y unidad familiar. Tanto sus dos hermanas mayores como su hermana menor ya le habían hecho a su mamá un bonito regalo de Navidad.
No es justo, pensaba Roberto, que tenía apenas seis años de edad. Ya era Nochebuena, y él no tenía absolutamente nada que darle a su mamá.
Procurando contener las lágrimas, se encaminó hacia la calle en la que había visto varias tiendas. Pasó por una tienda tras otra y contempló los escaparates decorados. Todas las tiendas mostraban regalos que él nunca podría comprar.
Al caer la noche, Roberto se dio la vuelta, cabizbajo, para volver a casa, y notó de pronto, el reflejo del sol en una moneda que brillaba en la acera.
¡Nunca, nadie se sintió tan rico como Roberto al recoger esa moneda! Con su nuevo tesoro en la mano, entró alegre en la primera tienda que vio. Pero su ánimo decayó en cuanto el vendedor le explicó que allí no podía comprar nada con una sola moneda de ese valor. Así que fue a una florería que vio enfrente, e hizo cola detrás de unos clientes. Cuando le llegó el turno a Roberto, el dueño del establecimiento le preguntó.
—¿En qué puedo servirle, jovencito?
Roberto le mostró la moneda y le preguntó si eso alcanzaba para comprar una flor para su mamá como regalo de Navidad. El comerciante lo miró con ternura, se agachó para estar a su altura y le dijo:
—Espera aquí un momento, que voy a ir a ver si hay algo que pueda servirte.
Ante el asombro de Roberto, el dueño regresó al rato con una docena de rosas rojas y otras florecitas blancas atadas con un bello lazo plateado.
—Ahora sí me puedes dar la moneda que tienes en la mano, jovencito, le dijo el hombre. Tenía estas rosas a un precio rebajado, ¡la docena por una sola moneda! ¡Menos mal que llegaste a tiempo para comprarlas; si no, ¡nadie hubiera aprovechado esta magnífica oferta!

Cuando Dios guía

8

guia“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.” Hebreos 12:28.

Una vida monótona no es la más adecuada para el crecimiento espiritual. Se puede alcanzar la más alta norma de la espiritualidad solo mediante un cambio en el orden regular de las cosas. Cuando en su providencia, Dios ve que los cambios son esenciales para el éxito en la edificación del carácter, altera la mansa corriente de la vida…
Vamos a ver, Dios ve que un obrero necesita estar más estrechamente relacionado con Él; para lograr esto, lo separa de sus amigos y conocidos. Cuando preparaba a Elías para la traslación, lo llevaba de un lugar a otro para evitar que se arraigara en la comodidad y fracasara en obtener poder espiritual. El plan de Dios era que la influencia de Elías constituyese un poder, que ayudara a muchas almas a obtener una experiencia más amplia y provechosa.

El privilegio de la oración

Piense en alguno de sus mejores amigos. ¿Recuerda el momento en que lo conoció? Seguramente, al principio, solo tenían algunas cosas en común, pero con el tiempo aprendió a interesarse por cada aspecto de su vida. La relación surgió con naturalidad, no por obligación.
Piense ahora en lo diferente que sería la amistad entre ustedes si solo buscara a su amigo cuando necesitara algo. Pues así es como tratamos a Dios algunas veces. En vez de ir a Él para gozar de su compañía, oramos solo cuando necesitamos su ayuda.
Pero el Señor nos creó para que tuviéramos una relación estrecha y amorosa con Él, y por eso nos ha dado el privilegio de buscarlo en oración en cualquier momento. De hecho, su Palabra dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia” (Hebreos 4.16). Si no tenemos en cuenta este privilegio, pasarán desapercibidas las respuestas a nuestras oraciones y perderemos la maravillosa oportunidad de conocer a Dios de manera personal.
El Señor se revela a nosotros de varias maneras. En Mateo 7.9-11, leemos que nuestro Padre celestial siempre da cosas buenas a quienes le pidan. Sin embargo, no somos nosotros quienes decidimos lo que es bueno. Dios es un Padre sabio que mira más allá de nuestros deseos inmediatos y ve lo que necesitamos.
Al observar cómo responde Dios a nuestras peticiones aprendemos de su tiempo perfecto. El desánimo que sentimos al no ver una respuesta inmediata a nuestras oraciones, es una de las principales razones por las que dejamos de orar. Sin embargo, lo que no podemos ver es la actividad del Señor y a veces, Él está preparando las circunstancias antes de enviar una respuesta; y frecuentemente, antes nos prepara para que recibamos lo que Él quiere darnos.
La clave para orar con fe es tener confianza en nuestro Padre celestial, y ésta solo se adquiere cuando acudimos a Él para estar en su presencia y no para obtener algo. Él nos conoce y desea que conozcamos el gran amor que nos tiene. Pasar tiempo con Dios transforma nuestro corazón y lo hace más como el suyo.