
De acuerdo a Jesús, el pecado imperdonable es único. Es la única iniquidad que nunca será perdonada ("nunca" es el significado de "ni en este siglo ni en el siglo venidero" en Mateo 12:32). El pecado imperdonable es la blasfemia ("irreverencia desafiante") contra el Espíritu Santo, en el contexto de la obra del Espíritu en el mundo a través de Cristo. En este pasaje, los fariseos, habiendo sido testigos de pruebas irrefutables de que Jesús estaba realizando milagros en el poder del Espíritu Santo, en vez de reconocerlo, aseguraban que Él estaba poseído por el demonio “Beelzebú” (Mateo 12:24; Marcos 3:30).
Los líderes judíos de los días de Jesús cometieron el pecado imperdonable al acusar a Jesucristo (en persona, en la tierra) de estar poseído por el demonio. No tenían excusa para tal acción. No hablaban por ignorancia o por malos entendidos. Los fariseos sabían que Jesús era el Mesías enviado por Dios para salvar a Israel. Sabían que las profecías se estaban cumpliendo. Vieron las maravillosas obras de Jesús, y oyeron su clara presentación de la verdad. Sin embargo, deliberadamente escogieron negar la verdad y calumniar al Espíritu Santo. Estando de pie ante la Luz del Mundo, inmersos en Su gloria, cerraron obstinadamente sus ojos y se cegaron voluntariamente. Y Jesús pronunció que ese pecado era imperdonable.