domingo, 18 de noviembre de 2012

¿Cuál es el momento más feliz de tu vida? - Reflexiones

La diplomática y exestrella infantil, Shirley Temple Black, contó una historia sobre su marido, Charles, y la mamá de este. Cuando Charles era niño, preguntó a su madre cuál fue el momento más feliz de su vida.
—Este momento, ahora mismo—respondió ella.
—Pero, ¿qué hay de todos los momentos felices de tu vida?—dijo sorprendido—¿Qué fue del día de tu matrimonio, por ejemplo?
—En aquel entonces, mi momento más feliz fue ése—respondió ella—. Ahora, mi momento más feliz es "ahora mismo". Solo puedes vivir de verdad el momento en el que estás. Por eso para mí siempre es este el momento más feliz.
La madre de Charles Black mostró sabiduría al decir esto. Cuando usted se enfoca en el pasado o en el futuro, le resta potencial al presente. Pero cuando presta atención a lo que está ocurriendo en el momento actual y trata de tener una actitud positiva al respecto, usted se abre a todas las posibilidades que contiene el presente.
Hoy es un día clave. No permitas que las experiencias del ayer te roben la oportunidad de ver las bellezas actuales, del hoy. Muchas personas viven mirando hacia atrás y, en ese desespero, pierden de vista las bellas flores que están al lado del camino que hoy transitan. Que este sea el día más feliz de tu vida y recuerda: solo Jesús te da la verdadera felicidad.
Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz. Salmo 36:9
He aquí, Dios es el que me ayuda; El Señor está con los que sostienen mi vida. Salmo 54:4
Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos. Salmo 63:4

Mensaje de Jesús - Reflexión en vídeo


Jesús, yo confío en ti

  

Todos fallamos, pero todos podemos ser perdonados y restaurados

¿Quién de nosotros no ha cometido grandes errores? ¿Quién de nosotros no ha tomado una mala decisión que ha traído tristes consecuencias? ¿Quién de nosotros no ha cometido algún pecado que le ha traído vergüenza y tristeza?
A veces se nos olvida que no somos tan perfectos como creemos; a veces se nos olvida que tenemos un cuerpo corrupto, con deseos engañosos, muy, pero  que muy inclinado a hacer siempre lo malo; así es nuestra naturaleza, pecaminosa.
En una ocasión una multitud seguía a una mujer adúltera para apedrearla, pero para que tengamos más clara la historia leámosla a continuación:
“Al día siguiente, al amanecer, Jesús regresó al templo. La gente se acercó y Él se sentó para enseñarles. Entonces los maestros de la Ley y los fariseos llevaron al templo a una mujer. La habían sorprendido teniendo relaciones sexuales con un hombre que no era su esposo. Pusieron a la mujer en medio de toda la gente y le dijeron a Jesús: 
—Maestro, encontramos a esta mujer cometiendo pecado de adulterio. En nuestra ley, Moisés manda que a esta clase de mujeres las matemos a pedradas. ¿Tú qué opinas? Ellos le hicieron esa pregunta para ponerle una trampa. Si Él respondía mal, podrían acusarle. Pero Jesús se inclinó y empezó a escribir en el suelo con su dedo. Sin embargo, como no dejaban de hacerle preguntas, Jesús se levantó y les dijo: 
—Si alguno de ustedes nunca ha pecado, tire la primera piedra. Luego, volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el suelo. Al escuchar a Jesús, todos empezaron a irse, comenzando por los más viejos, hasta que Jesús se quedó solo con la mujer. Entonces Jesús se puso de pie y le dijo: 
—Mujer, los que te trajeron se han ido. ¡Nadie te ha condenado! Ella le respondió: 
—Así es, Señor. Nadie me ha condenado. Jesús le dijo: 
Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar.” Juan 8:2-11 (Traducción en lenguaje actual).
Leer este suceso hace pensar en varias cosas:
Primero: Todos estamos propensos a fallar, por lo que no deberíamos juzgar duramente a los que lo hacen, ni tampoco deberíamos ser duros con nosotros mismos. Tampoco se trata de sentirse bien al hacer el mal, porque entonces Dios no habitaría en nuestra vida; una persona nacida de nuevo nunca sentirá placer al pecar, al contrario, sentirá tristeza, vergüenza y dolor en su corazón por haberle fallado a Dios.
Segundo: Dios no acusa y tampoco condena. A pesar que Jesús era el único digno de tomar una piedra y lanzarla a la mujer, decidió no hacerlo, decidió perdonar. Y es que Jesús siempre tendrá como primera opción para nuestra vida PERDONARNOS; entonces, partiendo de esto: ¿por qué no buscamos su perdón?. La mayoría de personas, al fallarle a Dios, sienten que ya no son dignos de Él y prefieren, en muchos casos, alejarse totalmente de Dios en lugar de buscar su perdón. Aunque para los más duros y religiosos esto no sea  fácilmente asimilable, tenemos que entender que no importa cuántas veces le pidamos perdón a Dios, Él siempre estará dispuesto a perdonarnos, eso si, mientras haya oportunidad.
Y Tercero: La voluntad de Dios al perdonarnos es que no volvamos a lo mismo: “Ella le respondió: —Así es, Señor. Nadie me ha condenado. Jesús le dijo: —Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar.” Juan 8:11 (Traducción en lenguaje actual). Cuando Dios nos perdona, lo hace con el propósito de que podamos ir y vivir de una manera diferente para no volver a cometer los mismos errores, pero si en alguna ocasión los volvemos a cometer, no significa que Dios nos deseche, se canse de nosotros o nos dé la espalda. El Apóstol Pablo escribió: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” 1 Juan 2:1 (Reina-Valera 1960).
Debemos comprender que todos estamos expuestos a fallar, a pecar, a cometer graves errores o a tomar muy malas decisiones pero, en medio de nuestros fracasos, debemos comprender que hay un Dios que no nos rechaza, que no nos da la espalda, que no se cansa de nosotros y que siempre está dispuesto a extender su mano, abrazarnos, perdonarnos y, si nos dejamos, restaurarnos.
No sabemos cuántas veces hayamos fallado en esa área que ha sido nuestro tropezadero, pero debemos entender que Dios quiere perdonarnos y no condenarnos, que su amor es lo que necesitamos, y que, al perdonarnos, Él quiere que pongamos todo de nosotros para no volver a ser los mismos. Porque Él ha dado todo de sí para nosotros al morir en esa cruz por nuestros pecados.
¡Levántate este día!, deja de creer que Dios se cansó de ti o que ya no te perdonará más, Él es grande en Misericordia, por lo tanto ve a Él, arrepiéntete genuinamente y pídele perdón, porque sin duda en ÉL SIEMPRE ENCONTRARÁS EL PERDÓN que necesitas.

¡HOY DIOS QUIERE PERDONARTE! ¿ACEPTAS SU PERDÓN?

En la Cima - Reflexiones- vídeo

Un joven alpinista iba acompañado por dos fuertes y experimentados guías en su primer intento por escalar los Alpes Suizos, y se sentía seguro al tener un guía delante y otro detrás de él.
Escalaron varias horas. Sin aliento y exhaustos lograron por fin llegar a las rocas, que entre la nieve sobresalían, justo antes de llegar a la cima. Al faltar solo unos metros para llegar a la cima, el guía que iba al frente se echó a un lado para que el joven alpinista pudiera ver el paisaje por primera vez, una maravillosa vista panorámica de picos cubiertos de nieve y un brillante y despejado día en el cual no se veía una sola nube.
Aferrándose a las rocas mientras escalaba, el joven dio un último salto hasta la cima.
El guía rápidamente le asió y tiró de él hasta bajarle. El joven no sabía que frecuentemente fuertes vientos soplaban sobre las rocas de la cima, cuya velocidad podían hacerlo caer.
Al instante, el guía le informó de tal peligro diciéndole: ¡Tiene que arrodillarse señor! ¡Nunca estará más seguro aquí arriba que de rodillas!
Este joven descubrió que aunque creía estar bien preparado para escalar, aún había mucho más por aprender. La vida está saturada de errores y el peligro mayor radica en no aprender de ellos.
“LO QUE ERES, ES EL REGALO DE DIOS PARA TI. LO QUE HACES DE TI MISMO, ES TU REGALO PARA ÉL.”
Santiago 1:4
…Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna…

El tamaño de las personas - Reflexión


 Los tamaños varían conforme el grado de compromiso. 
Una persona es enorme, cuando habla de lo que leyó y vivió, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe inocente.

Es pequeña cuando sólo piensa en sí misma, cuando se comporta de una manera poco gentil, cuando fracasa justamente en el momento en que tendría que demostrar lo más importante que debe haber entre dos personas: la amistad, el cariño, el respeto, el celo y asimismo el amor.

Una persona es gigante cuando se interesa por tu vida, cuando busca alternativas para tu crecimiento, cuando sueña junto contigo.

Una persona es grande cuando perdona, cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro, cuando obra, no de acuerdo con lo que esperan de ella, sino de acuerdo con lo que espera de sí misma.

Una persona es pequeña cuando se deja regir por comportamientos dogmatizados. Una misma persona puede aparentar grandeza o pequeñez dentro de una relación, puede crecer o disminuir en un espacio de pocas semanas.

Una decepción puede disminuir el tamaño de un amor que parecía ser grande. Una ausencia puede aumentar el tamaño de un amor que parecía ser ínfimo.

Es difícil convivir con esta elasticidad: las personas se agigantan y se encogen a nuestros ojos. Nuestro juicio está hecho no a través de centímetros y metros, sino de acciones y reacciones, de expectativas y frustraciones.

Una persona es única al extender la mano, y al recogerla inesperadamente se torna otra. El egoísmo unifica a los insignificantes. No es la altura, ni el peso, ni los músculos que tornan a una persona grande… es su sensibilidad, sin tamaño alguno.