viernes, 8 de junio de 2012

Dios nos habla-vídeo

“Por eso me armo de valor, y me digo a mí mismo: «Pon tu confianza en Dios. ¡Sí, pon tu confianza en él!»”.(Salmos 27:14)
La mayoría de nosotros tenemos delante de Dios muchas consultas, y es que todos diariamente tomamos decisiones, pero hay decisiones importantes y trascendentales en nuestra vida las cuales llevamos delante de Dios para que Él nos guíe a tomar la más adecuada o la decisión perfecta para nuestra vida y para lo que Dios quiere de nosotros.
La mayoría esperamos a que Dios nos conteste y la verdad es que quisiéramos que Él lo hiciera rápido y a la vez muy claro, si fuese posible quisiéramos que nos hablara directamente y con voz audible para decirnos exactamente lo que tenemos que hacer.
Pero resulta que difícilmente escucharemos audiblemente su voz, y no es porque Dios no lo pueda hacer, sino que no acostumbra a respondernos de esa manera y por eso debemos estar atentos a sus instrucciones, a lo que Él quiere de nosotros.
Los últimos días y semanas he estado meditando una decisión que estoy por tomar, he estado orando a Dios pidiéndole su dirección, he hablado con amigos y personas que son importantes para mí para que me den su punto de vista sobre la decisión que estoy por tomar y todos me han dicho casi lo mismo. La Biblia dice que en la multitud de consejeros esta la sabiduría (Proverbios 15:22 RV1960), por esa razón es recomendable que podamos escuchar la opinión de personas llenas del Espíritu de Dios para que puedan darnos una palabra.
Sinceramente para mí es un poco difícil tomar esta decisión hablando en sentido humano, pero por alguna razón sé que es momento de tomarla, tanto es así que Dios, constantemente, me ha estado enviando palabras y mensajes que hablan directamente a mi corazón acerca de esta decisión que voy a tomar.
Y es que pasa que a veces también queremos demorar el hecho de tomar ciertas decisiones, tenemos temor a enfrentar nuevos retos y a sentirnos “desprotegidos” de cosas que siempre estuvieron allí, pero la llamada de Dios es más fuerte que cualquier temor y es que cuando Él da instrucciones no hay por qué temer.
Dios me ha enviado toda clase de mensajes, a través de personas cercanas a mí, a través de videos que he visto, a través de mensajes a mi teléfono móvil, a través de comentarios y cartas que he recibido, a través de versículos bíblicos específicos o estados en perfiles de amigos míos en redes sociales, todo concuerda, cada cosa, a pesar que la mayoría de mensajes provienen de personas que no saben nada acerca de mi decisión. Dios me confirma cada día lo que tengo que hacer, cada uno de esos mensajes me hacen sentir que es hora de tomar esa decisión, que es el tiempo.
Reflexionando en esto pensaba en lo duro que somos a veces para escuchar lo que Dios tiene que decirnos, pensaba que, al igual que yo, hay miles de personas que están pidiendo dirección a Dios por algo, y al igual que a mí Dios les habla a través de muchos medios, pero la pregunta es: ¿Cómo estamos reaccionando frente a sus frecuentes mensajes sobre la decisión que tenemos que tomar?
La mayoría de nosotros, y me incluyo yo, no queremos entender que Dios nos está impulsando a tomar esa decisión, tal vez porque humanamente sentimos cierto temor, pero hay algo que debemos recordar y que aun cuando lo sepamos debemos de asimilar muy bien y esto es: DIOS NO NOS VA A DEJAR SOLOS.
Y es que cuando tú o yo dependemos de Él, depositamos nuestra vida, nuestros sueños y todo lo de nosotros en sus manos, entonces debemos estar seguros, porque si alguien cuidará de nosotros es Él, si lo ha hecho hasta ahora, ¿Por qué no lo hará más cuando nos disponemos a depender de Él?
A veces lo único que nos falta es valor para tomar esas decisiones que sabemos que mejoraran nuestra relación personal con Dios y todo en nuestra vida. El temor es lo único que nos puede impedir llegar más lejos, alcanzar más, pero con Dios de nuestro lado no tendría el temor por qué influir, Dios jamás ha perdido una guerra, ¿Entonces?, ¿Cuál es el temor?
Hoy quiero motivarte y al mismo tiempo motivarme a que seamos valientes, a que si Dios te está guiando a tomar cierta decisiones, entonces ¡Hazlo!, no puedes pasarte la vida esperando a que Dios te confirme con cada cosa que se te ocurra, para saber que es de Él, Dios no necesita demostrarte nada para que le creas, solo necesita tu valor para dar ese paso y comenzar a hacer en ti cosas maravillosas como las que te ha prometido.
Podemos pasar toda la vida tratando de pedirle señales a Dios de todo tipo, toda clase de ocurrencias nuestras, o podemos creerle y dar ese paso de FE con valentía y comenzar a andar sobre el sendero que Dios quiere para ti.
Valentía es todo lo contrario al temor y Victoria todo lo contrario a la derrota, entonces para obtener la Victoria solo necesitas ser VALIENTE, si Dios te está confirmando cada día lo que tienes que hacer, ¿Qué esperas para hacerlo?, ¿Qué mas tiene que hacer Dios para que entiendas que es hora de ser valiente y tomar decisiones importantes?
Cuando Dios te habla, lo menos que puedes hacer es OBEDECERLE.

     

El efecto boomerang de la amabilidad-video

SIN PALABRAS. NO SON PRECISAS.

Buenas y malas decisiones

¿Qué hago aquí? ¿Por qué estoy en este lugar? ¿Qué hice para merecer esto? ¡Yo era una buena esposa! No, ¡yo era una gran esposa! Así que, ¿qué estoy haciendo sin un hogar, sin un empleo y con tres niños asustados y desplazados en el albergue de una mujer en Jacksonville, Florida?
La habitación comenzó a llenarse con mujeres y niños desconcertados y estropeados. El albergue de mujeres estaba atestado al máximo aquel jueves en la mañana. La Biblia dice: “Hay un tiempo para todo”, aparentemente esa semana de enero de 1981 era un tiempo para correr.
Justo el día anterior, una de mis hijas me había confesado que mi esposo con el que yo llevaba casada diez años le molestaba. Mi espina dorsal se derritió. Me sentía caliente y fría. Iba a vomitar, pero en vez de hacerlo, llamé al Departamento del Alguacil de Jacksonville.
Mi hija tuvo que esperar que la asistente a cargo del departamento le llamase de vuelta. No fue una espera larga. Su voz fue compasiva y sus instrucciones, breves. “Usted necesita irse con los niños a un lugar seguro. Haremos los arreglos. Recoja algunas cosas para un par de noches. Déjele una nota a su esposo indicándole que usted y los niños están a salvo y que le llamará en un tiempo especificado. Entonces, váyase”. 
Ella me dio la dirección del albergue y comencé a llamar a mis amigos cercanos. En veinte minutos descubrí que no tenía ninguno. Finalmente llamé a alguien a quien apenas conocía. Ella dejó todo, y sin hacer pregunta alguna, se convirtió en una de las más grandes bendiciones de mi vida. En hora y media estábamos en el albergue.
Así que allí me hallaba yo en una fría mañana de enero, preguntándome qué giro del destino me había traído a este lugar. ¿Por qué debería pasar una hora con un grupo de mujeres sin hogar, escuchando a una extraña hablarme sobre mi vida? ¿Qué pudiera decirme ella que yo no supiese ya?
Había gastado diez años esquivando gritos y golpes, tratando con todas mis fuerzas de “hacer agradable” una vida que se había tornado una pesadilla. Le había mentido a todos, especialmente a mí misma, sobre cuán “santo” era mi esposo. Me había insinuado a mí misma entre mi esposo y mis hijos, tratando de mantenerlos a salvo, y obviamente había fracasado. Me sentía tan baja y perdida como nunca lo había estado en mi vida.
La reunión comenzó con breves presentaciones e historias de todas. Todas jadeamos al escuchar a la mujer a la que habían prendido fuego, y gemimos al escuchar a las mujeres que insistían en regresar con sus maridos o novios, sin importar cuán atroces hubiesen sido sus acciones. Finalmente, conté mi historia, jurando que nunca volvería y creyendo con todas mis fuerzas que seguiría adelante. Eventualmente, la líder del grupo comenzó a hablar.
Finalmente, la líder llegó al climax de su charla. Buscó en cada rostro en aquella habitación. Recuerdo su mirada reposando sobre mí… compasiva y determinada. “Hay una razón”, dijo ella, “por la que todas están aquí. Algo muy específico las ha traído aquí hoy. Conocemos todas las historias de amor, traición, brutalidad y dolor, pero ¿sabemos la pregunta que responderá a todas sus preguntas? Miró de nuevo a cada rostro.
Nadie comprendió la pregunta que contestaría cada pregunta. Incluso me sentí un poco irritada, como si ella estuviese “escudriñándonos”. Ella continuó. “Cada una de ustedes necesita hacerse una pregunta: ‘¿Cuáles son las opciones que he tomado en mi vida que me han traído a este momento?’ Sólo entonces podrán contestar la pregunta”. El salón se llenó inmediatamente de murmullos, luego de susurro, y finalmente de observaciones gritadas.
Unas pocas de nosotras permanecimos en silencio. Los momentos pasaron, entonces, de repente, la niebla en mi mente se disipó y ¡caí en la cuenta! ¡Realmente caí en la cuenta!. Nunca se me había ocurrido que era yo quien había escogido las opciones… la opción de no terminar la escuela, la opción de casarme con un hombre al que no conocía, opción de traer niños a mi mundo incierto. Mis hijos eran todo para mí y, si para salvarlos tenía que tomar aquella dura mirada hacia mi misma, así sería.
Desde el momento de aquella primera mirada tentativa, mi vida comenzó a cambiar. Comprendí que todo lo que pasara a partir de ese momento en adelante sería el resultado de mis opciones personales. Fue el primer pequeño paso para mí mientras comenzaba a comprender cómo cambiar mi vida y la de mis hijos. Al querer mirar hacia adelante tuve que hacer una terrible travesía a mi pasado, para comprender dónde había abdicado mi libertad para escoger.
Todavía sigo en esa travesía en el momento de escribir este artículo. En los últimos veinticuatro años, he tomado buenas y malas opciones. Todas mías. Y sí, tomo el viaje a mi pasado cada día quitando las persianas y abriendo las puertas. Dejo que el sol penetre; correteando las sombras de mi alma, y cada día la travesía se torna más victoriosa. Cada día me acerco más a comprenderme a mí misma.
Hoy la risa me viene fácil. Raras veces me siento atemorizada. Soy feliz. Puedo ver, por la gracia de Dios que ya no soy una víctima, porque me ha sido dada la victoria.
Jaye Lewis
Puso luego David guarnición en Siria de Damasco, y los sirios fueron hechos siervos de David, sujetos a tributo. Y Dios dio la victoria a David por dondequiera que fue. 2 Samuel 18:10.
Tú, el que da victoria a los reyes, El que rescata de maligna espada a David su siervo. Salmo 144:10. 

A sus pies- Instrumental

Cuando El Mundo Te Inunda
De Fatalidad,
Y Te Agobia La Vida
Con Su Mucho Afán,
Y Se Llena Tu Alma
De Preocupación,
Y Se Seca La Fuente
De Tu Corazón.
Cuando Quieras Huir
Porque No Puedes Más,
Porque Solo Te Sientes
Entre Los Demás,
Y No Hay Más En Tus Ojos
Brillo Y Emoción,
Y Se Cierra Tu Boca
Porque No Hay Canción.
Puedes Sentarte
A Sus Pies,
Y De Sus Manos Beber
La Plenitud Q Tu Alma
Necesita,
Puedes Sentarte A Sus Pies,
Y Cada Día Tener
Una Nueva Canción
Y Nueva Vida.
A Sus Pies Hay Paz,
Gracia Y Bendición
A Sus Pies Tendrás
Luz Y Dirección,
La Plenitud En El
Nunca Se Agotará,
Puedes Descansar
En Su Presencia.
“Te Amo Jesús!!

Un sueño hermoso

Treinta hombres, con los ojos inyectados en sangre y despeinados, estaban de pie ante un juez del tribunal de la policía de San Francisco.  Eran parte del grupo de borrachos y revoltosos, que a diario se presentaban ante el juez.   Unos eran ancianos y endurecidos, mientras  que otros dejaban caer con vergüenza sus cabezas sobre su pecho.
El desorden momentáneo que se creaba al traer los prisioneros cesó y en ese momento de calma algo extrañó sucedió.  Se dejó escuchar una fuerte y diáfana voz que comenzó a cantar:  Anoche mientras dormía, tuve un sueño tan hermoso…
¡Anoche!  O fue una pesadilla o un estupor de borrachera para todos.  La canción hablaba sobre un contraste directo y convincente:  Yo estaba de pie en la antigua Jerusalén, allí junto al Templo.
La canción continuó.  El juez hizo una pausa e indagó con serenidad al respecto.  Un antiguo integrante de una compañía de ópera muy famosa en toda la nación, esperaba ser enjuiciado por falsificación.  Era él quien cantaba desde su celda.
Mientras tanto, la canción continuaba y cada hombre que se encontraba en fila se emocionó.  Uno o dos de ellos cayeron de rodillas; un chico exclamó entre sollozos: ¡Oh madre, madre!
Los sollozos podían escucharse desde cada esquina de la sala del tribunal. Por fin un hombre protestó y dijo: ¿Señor juez, tenemos que someternos a esto?  estamos aquí para recibir nuestro castigo, pero esto…  Y él también comenzó a llorar.  Era imposible proceder con los negocios del tribunal y sin embargo, el juez no dio la orden de detener el canto:  ¡Jerusalén, Jerusalén!  ¡Canta, porque la noche se acaba!  ¡Hosanna en las alturas!
En un éxtasis de melodía se dejaron escuchar las últimas palabras, y luego hubo silencio.  El juez miró los rostros de los hombres que estaban frente a él.  No había ni uno solo, que no se conmoviera por la canción; ni uno solo en quien no se produjera un impulso de piedad.
El juez no llamó a los casos en forma individual; compartió con los hombres unas bondadosas palabras de consejo y luego los despidió a todos.  Ningún individuo fue multado o sentenciado esa mañana.  La canción logró hacer mayor bien que cualquier castigo.
Apocalipsis 21:10
Y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo de Dios.