Algunas personas creen en la doctrina de la reencarnación. Incluso algunos cristianos llegan a compartir esa creencia, confundiéndola a veces con la doctrina de la resurrección. Pero si comparamos esas dos doctrinas, veremos que una no tiene nada que ver con la otra, sino que ambas se excluyen.
La resurrección significa resurgir, volver a la vida.
De este modo, Jesús resucitó porque murió y, al tercer día, volvió a vivir en el mismo cuerpo (su cuerpo había desaparecido del sepulcro: (Mateo 28,5-7; Marcos 16,6; Lucas 24,3-4 y Juan 20,1-9); aunque ese cuerpo se vuelva glorioso, pudiendo ser tocado (Juan 20:17,27) y también atravesar puertas y paredes sin la necesidad de que se abrieran o se derrumbaran (Juan 20,19). El cuerpo de Jesús resucitado es un cuerpo semejante al que recibiremos al final de los tiempos.Reencarnación significa volver a encarnar, materializarse nuevamente.
Es una doctrina espiritista que no posee ninguna base bíblica, ni encuentra amparo en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia; por lo tanto, no puede ser aceptada por ningún cristiano.
La doctrina de la reencarnación afirma que el espíritu del fallecido asumirá un nuevo cuerpo para fines de purificación, es decir, las sucesivas reencarnaciones de un espíritu lo hacen alcanzar la perfección al final de este largo proceso, purificándose de esta manera de las culpas y pecados cometidos en las reencarnaciones anteriores.
Algunos pensadores que creen en la reencarnación, llegan a afirmar otras dos aberraciones: que el espíritu humano puede reencarnarse en el cuerpo de algún animal o vegetal, y que cuando un espíritu alcanza la perfección puede transformarse en dios.
