Eso sí, después del diluvio, cuando existieron los diferentes lenguajes, los grupos que hablaban el mismo idioma se mudaron con otros de la misma lengua. Al hacerlo, la reserva de genes de cada grupo disminuyó drásticamente porque ya no tenían a toda la población humana con quien mezclarse. Entonces surgió la endogamia (norma que restringe el matrimonio a los miembros del mismo grupo social), y con el tiempo, ciertos rasgos y características fueron acentuados en estos diferentes grupos. Mientras más endogamia ocurría a través de las generaciones, la reserva de genes fue disminuyendo más y más, hasta el punto en que toda la gente que tenía un lenguaje familiar tenía características y rasgos similares, y sería muy raro que surgiera uno diferente.
Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
lunes, 23 de enero de 2017
¿Cuál es el origen de las diferentes razas humanas?
Eso sí, después del diluvio, cuando existieron los diferentes lenguajes, los grupos que hablaban el mismo idioma se mudaron con otros de la misma lengua. Al hacerlo, la reserva de genes de cada grupo disminuyó drásticamente porque ya no tenían a toda la población humana con quien mezclarse. Entonces surgió la endogamia (norma que restringe el matrimonio a los miembros del mismo grupo social), y con el tiempo, ciertos rasgos y características fueron acentuados en estos diferentes grupos. Mientras más endogamia ocurría a través de las generaciones, la reserva de genes fue disminuyendo más y más, hasta el punto en que toda la gente que tenía un lenguaje familiar tenía características y rasgos similares, y sería muy raro que surgiera uno diferente.
La Mano De Dios En La Historia
Él muda los tiempos y las edades, quita reyes y pone reyes; da la sabiduría a los sabios y la ciencia a los entendidos. Daniel 2:21
La biblia es la historia más antigua y extensa puesta a nuestra disposición. Surgió de la fuente de la verdad eterna, y una mano divina ha preservado su pureza a través de los siglos. Ilumina el lejano pasado en el cual en vano trata de penetrar la investigación humana. Solamente en la Palabra de Dios contemplamos el poder que fundó la tierra y extendió los cielos. Solo en ella hallamos el relato auténtico del origen de las naciones. Únicamente en ella se presenta la historia de la humanidad libre de prejuicios y del orgullo humanos.
Desde los anales de la historia humana, el crecimiento de las naciones, y el levantamiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y las proezas humanas. Los acontecimientos parecen ser determinados, en gran parte, por el poder, la ambición o el capricho humano. Sin embargo, en la Palabra de Dios se descorre el velo, y podemos advertir detrás, encima y entre la trama y la urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los seres humanos, los agentes propios del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los designios según su divina voluntad.

La Biblia revela la verdadera filosofía de la historia. En las palabras llenas de belleza inmaculada y ternura que el apóstol Pablo dirigió a los filósofos de Atenas, se expone el propósito que tenía Dios al crear y distribuir los pueblos y las naciones. Él «de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación, para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarlo, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros» (Hechos 17: 26,27). El Señor declara que cualquiera que lo desee puede «entrar en los vínculos del pacto» (Ezequiel 20:37). Al crear la tierra, su propósito era que fuese habitada por seres cuya existencia fuera una bendición para sí mismos y para los demás, y que honraran a su Creador. Todos los que quieran pueden identificarse con este propósito. De ellos se dirá: «Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará» (Isaías 43: 21).
Un tesoro para compartir
Pero
tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de
Dios y no de nosotros. 2 Corintios 4:7
En marzo de 1974, mientras cavaban un pozo, unos
granjeros chinos descubrieron algo sorprendente: sepultados en terreno seco, en la China Central, se hallaron a los Guerreros de Terracota: unas esculturas hechas de arcilla endurecida a tamaño real que datan del siglo III a.C. Este extraordinario
hallazgo incluye unos 8.000 soldados, 150 caballos de guerra y 130 carros
tirados por 520 caballos. El lugar se ha convertido en uno de los sitios
turísticos más populares de China, visitado por más de un millón de personas
cada año. Este asombroso tesoro estuvo escondido durante siglos, pero ahora se
comparte con todo el mundo.
El apóstol Pablo escribió que los seguidores de
Cristo tienen un tesoro en su interior que deben compartir con el mundo: «Pero
tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de
Dios, y no de nosotros» (2 Corintios 4:7). El tesoro que tenemos dentro es el
mensaje de Cristo y de su amor.
No debemos esconder este tesoro sino compartirlo, a
fin de que, por el amor y la gracia de Dios, cada persona llegue a formar parte
de su familia. Mediante la obra del Espíritu, compartamos hoy este tesoro con
alguien.
Señor, la
buena noticia de Jesús es demasiado maravillosa para mantenerla en secreto.
Ayúdame a compartir hoy el evangelio con mi vida y mis palabras.
Además de escucharlo, que los demás vean tu testimonio.
Además de escucharlo, que los demás vean tu testimonio.
Cerca de Jesús es donde quiero estar
Desde el mismo pecado original se perdieron muchas cosas: se perdió inocencia, transparencia, bondad, seguridad, identidad, razonamiento, sentimientos, emociones, etc. Pero lo más grande que se perdió fue la relación personal e íntima con Dios.
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. (Génesis 3:8).
Todos los hombres tenemos la necesidad imperiosa dentro de nuestras almas, de encontrar una relación de amistad pura, de comunión con otra alma, de amor sublime, de sintonía perfecta con alguien.
Queremos saciar nuestra sed de relación a sin considerar el precio. Anhelamos compañerismo, lealtad..., desesperadamente queremos unirnos a alguien en este mundo pasajero y terrenal.
Soñamos con poder llevar a cabo una danza con alguien, con quien acoplarnos de una manera tan bella, que pudiéramos danzar con ella por toda la eternidad.
Todos, en nuestra necedad (generada por el pecado original), buscamos encontrar esta relación en la pareja, con los hijos, con los hermanos de la iglesia, con el vecino. Quizá en el grupo familiar, con el amigo, o incluso podemos caer en la trampa crucial de buscar esa alma gemela en el pastor de nuestra iglesia local, o con los hermanos de la iglesia.
Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua. (Jeremías 2:13).
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