Un viernes Jesús fue llevado a la cruz, acusado injustamente.
En ese fin de semana sucedieron tres eventos dramáticos: el juicio de Jesús, su muerte en la cruz, y por último, Su resurrección.
Después de su tiempo de angustia y oración en el huerto de Getsemaní, Jesús se entregó cuando lo fueron a buscar. Entonces comenzó a comparecer seis veces; primero fue llevado ante Anás (padrastro de Caifás); de allí lo llevaron a Caifás, el sumo sacerdote; éste lo hizo llevar ante el Sanedrín, que era el tribunal supremo de los mandatarios religiosos, quienes deciden quien debe ir ante Pilatos (el gobernador romano del área de Jerusalén); éste decide llevarle ante el gobernador del área de Galilea, llamado Herodes, quien a su vez lo hace regresar de nuevo ante Poncio Pilatos.
Compareció ante estos 6 estrados y en todos ellos se llegó a la conclusión de que era inocente. ¡Que no había hecho nada malo! Aun así, para los religiosos de la época y para el gobierno romano, Jesús era un hombre que causaba revuelo, aunque su revolución era pacífica, haciendo milagros y hablando a las multitudes. Así es como finalmente, encuentran un motivo para acusarle, el hecho de que se auto-proclamara como “El Hijo de Dios”. Para Pilatos no era una razón para condenarlo, por eso se lava las manos y permite que hagan el intercambio de un preso criminal llamado “Barrabás” por un inocente… por Jesús.