viernes, 22 de enero de 2016

Antes de que clames, responderé

Muchas veces creemos que Dios no nos escucha, porque no contesta tal como nosotros creemos que debería, pero…….
Esta es la historia de un médico que trabajó en África.
Una noche trabajé duro con una madre en su parto, pero a pesar de todo lo que hicimos, falleció dejándonos un pequeño y prematuro bebé y una niña de dos años que lloraba desconsoladamente. Tuvimos grandes problemas para mantener vivo al bebé; no teníamos incubadora ni electricidad para hacer funcionar una. 

Tampoco teníamos alimentos especiales para estos casos. Además, en nuestro país, las noches son frías con peligrosos vientos.
Una estudiante que me ayudaba, fue a buscar una manta de lana que teníamos para los bebés. 

Otra fue a atizar el fuego y a traer una bolsa con agua caliente. Volvió casi inmediatamente, muy preocupada, para decirme que la bolsa se rompió al llenarla. ¡Y era nuestra última bolsa!, exclamó.
-“Muy bien”, dije, “pon al bebé lo más cerca posible del fuego y acuéstate entre el bebé y la puerta, para evitar las corrientes de aire frío. Tu trabajo es mantener con calor al bebé.”
Al mediodía, como hacía todos los días, fui a orar con los chicos del orfanato que querían reunirse conmigo. Les daba sugerencias sobre cosas por las cuales orar, y también les conté del pequeño bebé. Les expliqué nuestro problema para mantener al bebé con calor suficiente, la bolsa de agua caliente que se había roto, y que el bebé fácilmente podía morir si se enfriaba. También les conté acerca de su hermana de 2 años, que lloraba porque su madre había muerto.
Mientras orábamos, una de las niñas, de nombre Ruth, hizo la usual sincera oración que los niños hacen en África. “Dios, por favor, envíanos una bolsa de agua caliente hoy, mañana será demasiado tarde porque el bebé habrá fallecido, por favor envíala esta tarde”.

 Mientras trataba de contenerme por la osadía de su oración, ella añadió: “y también ¿podrías, por favor, enviarnos una muñeca de juguete para la niña, y así ella puede ver que Tú realmente la amas?”

Quien no se siente agradecido por las cosas buenas que tiene...


Quien no se siente agradecido por las cosas buenas que tiene,
tampoco se sentirá satisfecho con las cosas que desearía tener.
Y quien no aprende el idioma de la gratitud no podrá dialogar con la felicidad, 
y aprender de ella que...

...La felicidad empieza cuando uno deja
de lamentarse por los problemas que tiene,
y agradece por los problemas que no tiene.

El Dr. Alexander Whyte, de Edimburgo, 
era famoso por sus oraciones en el púlpito.
Siempre encontraba algo por lo cual agradecer a Dios,
hasta en las épocas más difíciles.

Un día tormentoso, un feligrés se puso a pensar:
“No creo que el pastor tenga nada que agradecer
a Dios en un día como éste”.
Pero Whyte empezó su oración de la siguiente manera:
“Te damos gracias, Señor, porque no todos los días son como éste.”

Matthew Henry, el conocido hombre de letras,
fue asaltado por unos ladrones que le robaron la cartera.
Ese día escribió en su diario:
“Estoy muy agradecido porque, primero,
nunca me habían robado antes;
segundo, porque a pesar de que se llevaron
mi cartera, me dejaron con vida;
tercero, porque aunque se lo llevaron todo,
no tenía mucho; y cuarto, porque me robaron
a mí y no fui yo quien robó”…

Las bendiciones más hermosas son las que
se obtienen con oración y se lucen con gratitud.
“He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación.”
Esta frase no significaría mucho si no hubiese sido dicha
por un hombre que fue tratado injustamente, encarcelado
sin razón y que, finalmente, murió a manos del verdugo:
¡El apóstol Pablo!

Nuestros ancestros se las arreglaron
sin azúcar hasta el siglo XIII,
sin carbón hasta el siglo XIV,
sin pan hasta el siglo XV,
sin patatas hasta el siglo XVI,
sin pudín hasta el siglo XVIII,
sin huevos, fósforos ni electricidad hasta el siglo XIX
y sin productos enlatados hasta el siglo XX.

Entonces,
¿de qué nos quejamos?
A veces, cuando uno se siente cansado o aburrido
le es posible recobrar su capacidad de asombro
haciéndose estas preguntas:
-Imagina que solo contaras con este momento presente.
-Imagina que esta puesta de sol, que esta salida de la luna,
que esta tostada con mantequilla, que este niño durmiendo
o que esa bandera proyectada contra el firmamento…
...¡suponte que esta fuera la última vez
que pudieras disfrutar de estas cosas!
Muy pocas cosas son aburridas en sí mismas.
Somos nosotros quienes, con el correr de los años,
dejamos de apreciarlas como se debe.

El que está agradecido por lo poco,
disfruta mucho.
“Aunque la higuera no florezca,
ni en las vides haya fruto,
aunque falte el producto del olivo,
y los labrados no den mantenimiento,
y las ovejas sean quitadas de la majada,
y no haya vacas en los corrales;
con todo, yo me alegraré en el Señor,
y me gozaré en el Dios de mi salvación.”
–Habacuc 3:17,18

La mejor evidencia de la clase de persona que somos
es nuestra capacidad para expresar gratitud.

La salvación es para todos

Muchas personas creen que necesitan hacer algo especial o difícil para recibir la salvación de Dios. Sin embargo, la palabra de Dios nos enseña claramente, que Dios puso la salvación al alcance de todos por medio de su hijo amado Jesucristo. Y no existe obra alguna, sea fácil o difícil, que podamos hacer para recibirla, ya que la salvación es por obra y gracia de Dios solamente.
“…Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe…” Efesios 2:8-9
“… Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo…” 1 Timoteo 2:5-6
Para recibir la salvación que Dios ofrece al hombre, lo único que se necesita hacer es reconocer a Jesucristo como nuestro Rey y Salvador, y querer a Dios con un corazón genuino y sincero, ya que, como encontramos en la palabra de Dios: “…Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación…” (Romanos 10:10)
La palabra de Dios nos dice: “…Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo….” (Romanos 10:11-13).

Hacer o no hacer. ¿Qué hago con mi vida?

“Nunca sopla viento favorable para el marino que no sabe en qué puerto echar anclas.” Proverbio
Una pregunta muy frecuente es ¿qué hago con mi vida? Estoy en una encrucijada, no se qué hacer y si lo debo hacer. Estoy indeciso, y no quiero tomar una decisión por temor a equivocarme, a fracasar. Razones tiene el proverbio mencionado arriba. Un relato árabe dice:
“Cuentan que aquella noche era especialmente fría en el desierto. Abdalá montó su pequeña tienda de campaña, tan pequeña que apenas cabía acostado. Se despidió de su camello, llamado “Indecisión”, acariciándole la cabeza pero dejándolo fuera, y se dispuso a pasar una noche tranquila y reparadora.
Apenas había conciliado el sueño, cuando el camello lo llamó con voz suave pero insistente. “Déjame meter la nariz en tu tienda, hace mucho frío y la tengo completamente helada…” Abdalá, que era un hombre bueno, accedió a la petición.
Pero ocurrió que en cuanto se durmió profundamente, el camello empujó un poco y metió la cabeza completa. Como la tienda era tan pequeña, al hacer esto chocó con la cabeza del hombre y lo desplazó hasta que éste sacó los pies por el otro extremo. Abdalá protestó, pero “Indecisión” le hizo ver que eso no era gran cosa. Pasó poco tiempo y el camello metió los hombros y empujó a su patrón afuera hasta las rodillas. “Indecisión” siguió introduciéndose en la tienda, llenándola por completo y sacando a Abdalá por el otro extremo, hasta que finalmente quedó completamente fuera.”
¿Le suena esto? ¿No le ha ocurrido alguna vez que al dejar entrar un poco de indecisión ésta lo llenó todo, sacándolo, (negándole), de las cosas buenas de la vida? La indecisión no es buena para nada, la indecisión es el obstáculo que te impide alcanzar un resultado extraordinario en la vida, en tu matrimonio, en tus finanzas, en tu carrera o en tu ministerio. Debes tomar decisiones.