“Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.” Hebreos 10:17.
Cuando el pecado está a la luz de Dios, el primer instinto del hombre es temer a que sea imperdonable, pues sabe en su interior, que ha ofendido a Dios y que el pecado acarrea castigo, por lo que nace la culpa en su corazón.
Cuando una persona no puede pasar por alto fácilmente las ofensas cometidas por otros, llega a la determinación de que, así mismo, el Señor no podrá perdonarle. Ese pensamiento ayuda a profundizar en la seguridad de que Dios no pasará por alto su falta y en consecuencia, se encontrará desalentado y desesperanzado de alcanzar misericordia.
Pero lo cierto es que Dios perdona los pecados de una forma completa, y aunque muchos creen que Dios tiene guardado un gran castigo para ellos, debemos recordar Isaías 43:25 que dice: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.” Si dice en su Palabra que borrará y se olvidará de nuestras rebeliones ¿por qué Dios prepararía un castigo para después?
¿Pero por qué olvida Dios nuestro pecado? Por el gran hecho de que Él mira a Su Hijo Jesús cargando con el pecado. Cuando el Padre vio a Su Hijo Unigénito sufriendo hasta la muerte, le causó una impresión tremenda, y Él recuerda el sufrimiento de Su Hijo en el lugar y posición de todos nosotros. Esto realizó una limpieza total en la eterna memoria de Dios, de todos los pecados de aquellos por los que Cristo murió.