No podemos convertirnos en personas justas salvo como resultado de la intervención divina.
El sermón del monte
5 Viendo la multitud, subió al monte y se sentó. Se le acercaron sus discípulos, 2 y él, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
Las bienaventuranzas
3 «Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran,
porque recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos,
porque recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos,
porque alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón,
porque verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores,
porque serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran,
porque recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos,
porque recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos,
porque alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón,
porque verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores,
porque serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
12 »Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros. Mateo 5:1-12.

El proceso de quebranto, con el cual repudiamos la manera en que hemos estado viviendo hasta este momento, bien podríamos emplearlo para que nosotros mismos decidamos producir un cambio en nuestras vidas, no importa cuál sea el coste ni el camino a recorrer. He aquí el verdadero peligro que lleva esta revelación: creer que es suficiente con el arrepentimiento, que nos da la licencia para iniciar la transformación de nuestros propios corazones. Al comprender el punto en el que hemos fallado, hacemos votos para que no vuelva a suceder y ponemos toda nuestra energía en producir el cambio que juzgamos necesario, para no deslizarnos hacia nuestro estado anterior.
Pero las bienaventuranzas revelan el camino de la acción soberana de Dios.