sábado, 18 de abril de 2020

¿Qué dice la Biblia acerca de cómo encontrar el propósito de la vida?

Resultado de imagen de ¿Qué dice la Biblia acerca de cómo encontrar el propósito de la vida?La biblia es muy clara en cuanto a cuál debe ser nuestro propósito en la vida. Los hombres, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, buscaron e intentaron descubrir el propósito de la vida. Salomón, el hombre más sabio que jamás haya vivido, descubrió la futilidad de la vida cuando se vive solo para este mundo. Salomón nos da estas importantes conclusiones en el libro de Eclesiastés: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12:13-14). Salomón dice que el todo de la vida es honrar a Dios con nuestros pensamientos y vidas, guardando Sus mandamientos, porque un día compareceremos ante Él en el juicio. Parte de nuestro propósito en la vida es temer a Dios y obedecerle.

Otra parte de nuestro propósito es ver la vida en esta tierra en perspectiva. A diferencia de aquellos que se enfocan solo en esta vida, David buscaba su satisfacción en el tiempo futuro. Él decía, “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmo 17:15). Para David, su satisfacción completa llegaría el día en que despertara (en la vida futura) mirando a Dios (en compañerismo con Él) y siendo como Él (1 Juan 3:2).

En el Salmo 73, Asaf habla sobre cómo él fue tentado a envidiar a los impíos, quienes parecían no tener problemas y aumentaban sus riquezas a expensas de aquellos de quienes se aprovechaban, pero entonces consideró su destino final. Entonces, en contraste con lo que aquellos anhelaban en sus vidas, declara en el Salmo 73 versículo 25 lo que más le importaba: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra”. Para él, una relación con Dios es lo que más importaba sobre todo lo demás en la vida. Sin esa relación, la vida no tiene un verdadero propósito.

La conversión del corazón

27- Después de estas cosas salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo:
—Sígueme.
28- Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
29- Leví le hizo un gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. 30- Los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo:
—¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?
31- Respondiendo Jesús, les dijo:
—Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 32- No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. Lucas 5:27-32
El camino del seguimiento de Jesús empieza con la renuncia al pecado. No podemos avanzar si antes no abandonamos totalmente nuestra vida pasada. Pero no debemos temer, porque Dios no busca que perezca nuestra alma sino que viva. Por eso debemos confiar en su misericordia y agradecerle todos los días, que vino a darnos la salvación mediante su Hijo.

I. Jesús nos llama a abandonar el pecado totalmente (versos 27-28)

Resultado de imagen de La conversión del corazónCristo conoce los corazones mucho mejor que nosotros mismos. Por esto, vio que había predisposición en el publicano Leví para dejar el pecado. El pecado de Leví estaba representado por la mesa donde se sentaba a cobrar los impuestos. Él le hizo el mismo llamado que tenemos nosotros los cristianos: “Sígueme” (verso 27).
El seguimiento de Jesús no es otra cosa que comenzar el proceso de la conversión para llegar, mediante el Espíritu Santo, a la justificación. Pero como todo camino en la vida, implica un primer paso, que es el abandono de la ocasión de pecar. Por esto Leví no lo dudó y abandonó la mesa que representaba su pecado. A cambio de algo material, recibió el comienzo de su vida espiritual.
Nuestro camino en la fe debe ser igual de radical. No tenemos tiempo para dudas. No debe haber medias tintas en la decisión de amar a Dios sobre todas las cosas. De lo contrario, dejamos la puerta abierta a la tentación para volver sobre nuestros pasos (Ezequiel 18:30b).
No debemos confundir la justicia de Dios con su misericordia. Dios es justo, castiga al pecador y premia a los que aman su Palabra y la practican. Pero que sea justo no significa que no admita el arrepentimiento, de lo contrario nadie estaría salvado. Si nos convertimos con sinceridad, grande es la misericordia de Dios para perdonarnos, por grandes que sean nuestras faltas (Isaías 55:7).

Una meta y un propósito

Pero de ninguna cosa hago caso ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. Hechos 20:24
En 2018, el atleta de resistencia Colin O’Brady hizo una caminata que nunca antes se había hecho. Arrastrando un trineo, recorrió toda la Antártida caminando solo; casi 1.500 kilómetros en 54 días. Fue un viaje trascendental en el que sobresalió la dedicación y la audacia.

Comentando sobre su espacio en el tiempo a solas con el hielo, el frío y la tenebrosa lejanía, O’Brady dijo: "Estuve encapsulado en un estado de concentración profunda (totalmente inmerso en el intento) todo el tiempo, enfocado en la meta final, mientras dejaba que mi mente hiciera un recuento de las importantes lecciones de este viaje".

Para los que hemos puesto nuestra fe en Cristo, esta declaración podría sonarnos conocida. Se parece mucho a nuestro llamado como creyentes: enfocados en la meta de caminar por la vida de una manera que honre a Dios y sea revelada a los demás. En Hechos 20:24, Pablo, familiarizado con las metas peligrosas, declaró: ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

A medida que caminamos en comunión con Cristo, que podamos reconocer el propósito de nuestro viaje y prosigamos hacia la meta de, un día, ver a nuestro Salvador cara a cara.
Padre celestial, ayúdame a honrarte
en todo lo que hago.