Este pecado (enfermedad), consiste en el afán desmedido por adquirir y atesorar riquezas materiales, con el único objetivo de ser reconocido por la sociedad.
Jesús ya menciona en Su libro, la Biblia, que la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes, ya que eso es únicamente pasajero o temporal, que puede permanecer o incrementarse, o bien desaparecer de un momento a otro, que toda la riqueza del hombre no consiste en eso, sino en lo que posee en su interior.
Cierto es que todos anhelamos llevar una vida cómoda, segura, y que procuramos darles a nuestros hijos lo mejor, sobre todo si se proviene de una familia humilde, con carencias, donde se hubo de sacrificar muchas cosas para lograr una meta o sueño, para que aquellos no tengan que pasar por todas las vicisitudes por las cuales pasamos. Sin embargo, esto no legitima que se tenga que vivir inmerso en este deseo malsano de la avaricia, intentando a toda costa poseer cada día más y más, dejando todo de lado, incluyendo a la familia, perdiéndose lo mejor que Dios nos ha dado…¡¡el gusto por vivir!! Perdiendo cada momento, cada instante, cada segundo de disfrutar de todas las cosas bellas que nuestro Dios ha hecho para nosotros.