sábado, 28 de junio de 2014

Cosas que pueden paralizar tu vida (2) - El individualismo y el orgullo te paralizan

Habiendo entrado de nuevo en Capernaúm varios días después, se oyó que estaba en casa. Y se reunieron muchos, tantos que ya no había lugar ni aun a la puerta; y Él les exponía la palabra. Entonces vinieron a traerle un paralítico llevado entre cuatro. Y como no pudieron acercarse a Él a causa de la multitud, levantaron el techo encima de donde Él estaba; y cuando habían hecho una abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico.
Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Pero estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Está blasfemando; ¿quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que pensaban de esa manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Y él se levantó, y tomando al instante la camilla, salió a vista de todos, de manera que todos estaban asombrados, y glorificaban a Dios, diciendo: Jamás hemos visto cosa semejante. –Marcos 2:1-12 

Vivimos en un mundo atiborrado de gente, pero llenos de soledad o mal acompañados. Los amigos son un regalo de Dios. Pero solo los buenos amigos, porque los malos pueden paralizar nuestra vida. Individualismo o amistades equivocadas son el primer elemento que puede paralizar nuestra vida. Jesús comienza por ser nuestro mejor amigo. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre. –Juan 15:14-15

El ojo del Espíritu


¿Cómo se pueden comprender algunas cosas que se desarrollan o suceden en el mundo espiritual? Esto se logrará si se aprende a mirar con el "tercer ojo": la exploración del mundo espiritual.
En este momento, la ciencia tiene su auge con la civilización moderna. Es una época en la que se mide hasta dónde puede llegar la razón del hombre. 
Y la ciencia se desarrolla en base a la razón. En otras palabras, traído al contexto cristiano, la ciencia no es otra cosa que el desarrollo del alma del hombre.
No obstante, la fe no es una ciencia basada en la razón, no se descubre ni se desarrolla en base a la misma. Aun así, muchos cometen el error de considerar a la fe como un mecanismo del alma, de la razón y de la ciencia.
Algunos modernos teólogos, intentan explicar la fe desde el punto de vista de la ciencia. Erróneamente, llegan a la conclusión de que La Biblia es sólo un mito antiguo. Esto es un grave error. La Biblia, que relata episodios de encuentros entre el Dios eterno y el hombre temporal, no puede ser considerada como un mero objeto de análisis académico.
Obviamente, la razón adquiere un mayor conocimiento a través de los sentidos, es decir, comprendemos, perseguimos y sistematizamos los objetos a través de los sentidos: la vista, oído, olfato, gusto y tacto. Pero Dios habita en el mundo espiritual, un mundo que está por encima del mundo sensorial. De manera que resulta imposible conocer y percibir a Dios por medio del alma. Sólo es posible conocer a Dios a través del tercer ojo, es decir, el ojo espiritual. 

¿Y cómo podemos conocer a Dios a través del tercer ojo?
Pues por medio de nuestro espíritu. La vida cristiana se lleva a cabo en el espíritu, no en el alma. Nuestro espíritu no vive de la razón, sino de la inspiración divina, es decir, de la visión. Por eso la vida cristiana no está en un plano racional ni carnal, sino espiritual. El mundo espiritual abraza al mundo racional, y éste ocupa apenas una porción muy pequeña en el mundo espiritual. La vida cristiana consiste en comprender y creer en la Palabra de Dios mediante la revelación espiritual, para luego recibir la salvación, quebrantar la carne y administrar la vida mortal mediante el alma.

Podemos ver el mundo espiritual, cuando nacemos de nuevo en agua y en el Espíritu Santo. No es que nuestro espíritu, por sí mismo, pueda conocer el mundo espiritual. El hombre posee espíritu, sí, pero para llegar al conocimiento del mundo espiritual, tenemos que nacer de nuevo en agua y en el Espíritu Santo, tal como advirtió Jesús a Nicodemo.
El Espíritu Santo mora en nosotros, una vez que recibimos a Jesús y recibimos el perdón de nuestros pecados. Es entonces, cuando comenzamos a creer que La Biblia es La Palabra de Dios. No es que "comprendamos" La Biblia, sino que la "creemos". Y no queda, entonces, margen a la duda en cuanto a la Creación, la división del mar Rojo, el nacimiento virginal de Jesús, el milagro de los cinco panes y los dos pescados, y la resurrección de Jesús pasados los tres días de su muerte en la cruz. Toda aquella palabra que uno no podía comprender por medio de la razón y los sentidos, es revelada de tal forma, que uno comienza a creer como si la viera o escuchara directamente.

De esto trata el mundo espiritual, del mundo de la fe. La fe pertenece al mundo espiritual. Por añadidura, no la vemos con nuestros ojos físicos pero la tenemos, y ejerce una gran influencia en el plano espiritual.

La cruz de Cristo

La escena de la Cruz permite vislumbrar algo del carácter de Dios. Dios se enfrenta con la humanidad y en una escala infinitamente menor, yo me enfrento con... aquella dama o aquel hombre. ¿Cómo puede ser justo y amable a la misma vez? ¿Cómo puede ser veraz y misericordioso al mismo tiempo? ¿Cómo puede redimir al pecador sin endosar el pecado?
¿Puede un Dios santo pasar por alto nuestras faltas? ¿Puede un Dios amable castigar nuestras faltas?
Desde nuestra perspectiva, hay solo dos soluciones a estas preguntas, igualmente inapelables las dos. Pero desde su perspectiva, hay una tercera. Se llama "la Cruz de Cristo".
La cruz. ¿Puedes dirigir la mirada a cualquier parte sin ver alguna? Encaramada en lo alto de una capilla. Esculpida en una lápida en el cementerio. Tallada en un anillo, o suspendida de una cadena. La cruz es el símbolo universal del Cristianismo. Extraña decisión del símbolo. Extraño el hecho que un instrumento de tortura llegara a representar un movimiento de esperanza. Los símbolos de otras religiones son más optimistas: la estrella de seis puntas de David, la luna en cuarto creciente del Islam, una flor de loto del Budismo... ¿pero una cruz para el Cristianismo? ¿Un instrumento de ejecución?
¿Te pondrías una pequeña silla eléctrica en el cuello? ¿Crearías una horca de oro plateado en la muralla? ¿Imprimirías una foto de un pelotón de fusilamiento en una tarjeta de negocios? Pero eso es lo que nosotros hacemos con la cruz. Muchos incluso hacen la señal de la cruz cuando oran. ¿Por qué no hacer la señal de la guillotina? En lugar de la señal triangular, que la gente se hace en la frente y en el pecho, ¿por qué no un golpe de kárate en la palma de la mano? ¿No vendría a ser lo mismo?
¿Por qué es la cruz el símbolo de nuestra fe? Para hallar la respuesta no hay que ir más lejos de la misma cruz. Su diseño no podría ser más sencillo. Un madero horizontal y el otro vertical. Uno mirando hacia fuera, como el amor de Dios. El otro hacia arriba, como lo hace la santidad de Dios. Uno representa la anchura de su amor; el otro refleja la altura de su santidad. La cruz es la intersección. La cruz es donde Dios perdonó a sus hijos sin rebajar sus estándares. ¿Cómo pudo hacer tal cosa? Digámoslo en una frase: Dios puso nuestros pecados sobre su Hijo y los castigó allí.
"Dios puso lo malo sobre quien nunca hizo lo malo para que así nosotros pudiéramos aparecer como justos ante Dios" (2 Corintios 5.21).
O como se traduce en otra versión: "¡Cristo nunca pecó! Pero Dios lo trató como a un pecador, para que así Cristo pudiera hacernos aceptables a Dios".
Visualiza el momento. Dios en su trono. Tú en la tierra. Y entre tú y Dios, suspendido entre tú y el cielo está Cristo sobre su cruz. Tus pecados han sido puestos sobre Jesús. Dios, que castiga el pecado, libera su justa ira sobre tus faltas. Jesús recibe el castigo. Como Cristo está entre tú y Dios, no estás tú. El pecado es castigado, pero tú estás a salvo, a salvo a la sombra de la cruz. Esto es lo que hizo Dios, ¿pero por qué? ¿Por qué lo hizo? ¿Cuestión moral? ¿Obligación celestial? ¿Exigencia paternal? No. Dios no tiene por qué hacer nada.

A los que Aman a Dios

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8:28.

Seguramente este versículo te parece familiar. Es un versículo que consuela a las personas en los momentos de dolor y de prueba. Su sentido principal es que nada sucede a los hijos de Dios sin un propósito. Dios sabe por qué permite que el dolor llegue a la vida del cristiano. Pero, el texto no es la simple promesa de que todo dolor tiene un propósito; si se analiza el contenido con detenimiento, se ve que la promesa es solo para los que “aman a Dios”.

Personalmente, si le entregas el corazón a Jesús, te colocas en las manos de un Dios que jamás pierde el control de las cosas. El mundo puede estar cayéndose a pe­dazos, pero tu vida está segura porque, aunque los hijos de Dios también sufren en esta tierra, el dolor, para ellos y para ti, tiene un propósito formativo. Es en el dolor como creces; es en medio de las lágrimas como aprendes a depender de Dios.

Pero, ¿por qué sufren los hijos de Dios? Hay varios motivos. El principal, es que vivimos en un mundo de pecado, en el cual el dolor es como la lluvia o como el sol que, cuando llegan, llegan para todos, para justos e injustos. Sin embargo, en el contexto de Romanos 8, los hijos de Dios muchas veces sufren, y no saben lo que es bueno para ellos. Esto es lo que dice el versículo 26: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.

Vuelve a casa - Reflexiones

Una viuda vivía con su hijo en un miserable desván. Tiempo atrás, la mujer se había casado en contra de la voluntad de sus padres y se marchó a vivir con su esposo a un lejano país.
Volver a casaSu esposo fue un hombre infiel e irresponsable y después de varios años, murió sin haber hecho ahorro alguno para ella y su hijo. Con muchas dificultades, logró hacer frente a las necesidades básicas de la vida.
Los momentos más felices en la vida del niño, fueron cuando la madre lo tomaba en sus brazos y le contaba sobre la casa de su abuelo en el antiguo país. Le hablaba sobre el césped verde, los elevados árboles, las flores silvestres, los hermosos paisajes y las deliciosas cenas.
El chico nunca había visto la casa de su abuelo, pero para él, era el lugar más hermoso de todo el mundo. Anhelaba la llegada del momento en que iría a vivir allí.
Cierto día, el cartero tocó a la puerta del desván. La madre reconoció la escritura en el sobre y con dedos temblorosos, lo abrió. En su interior había un cheque y una hoja de papel en la que podían leerse solo tres palabras: “Vuelve a casa”.