jueves, 3 de noviembre de 2016

Nunca se agota

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros. 1 Pedro 1;3-4
Cuando le pregunté a una amiga que está a punto de jubilarse, qué le asustaba más de la próxima etapa de su vida, me dijo: «Quiero asegurarme de que no se me acabará el dinero». Al día siguiente, mi consultor financiero me aconsejó sobre cómo evitar quedarme sin dinero. Sin duda, todos queremos estar seguros de que tendremos los recursos necesarios para el resto de nuestra vida.
Ningún plan financiero puede garantizarnos la seguridad absoluta en este mundo. Pero hay un plan que alcanza más allá de esta vida, que va a un futuro interminable. El apóstol Pedro lo describe así: «Dios (…) según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible» (1 Pedro 1:3-4).
Cuando ponemos nuestra fe en Cristo para que perdone nuestros pecados, recibimos una herencia eterna mediante el poder de Dios. Gracias a esta herencia, viviremos para siempre y nunca nos faltará nada.
Si podemos, es una buena idea hacer planes para jubilarnos. Pero lo más importante es tener una herencia eterna que nunca se agota, y que solo está disponible por medio de la fe en Cristo Jesús.

Querido Dios, quiero asegurarme la herencia eterna. Pongo mi fe en Cristo para que perdone mis pecados. Amén.
La promesa del cielo es nuestra eterna esperanza.

Un dulce y nuevo amanecer

“El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas” (Hechos 17:24-25 NVI)
un-dulce-y-nuevo-amanecerAmanda es una mujer de aproximadamente 23 años, prostituida desde niña, rechazada por su padre, abandonada, triste, sola, maltratada y humillada; abusada y sin esperanza. No podía anhelar aquello que ignoraba que existía, el amor verdadero, la lealtad, la calidez y la dulzura…¿Crees que tu vida ha sido dura?, no puedes ni imaginar lo que ella ha tenido que enfrentar, su dignidad le fue arrebatada…solo un milagro puede darle una vida nueva, un salvador, alguien dispuesto a dar su propia vida por ella, sin pedir nada a cambio….
Allí está Él, el Omnipresentesusurrándole al oído que la ama como nunca ha amado a nadie, está a su lado, la observa detenidamente en todo tiempo y todo lugar (Jeremías 23:24 NVI). Desea habitar en su corazón, restaurar y sanar las heridas profundas que los hombres le causaron. Él es diferente, no miente, da vida, da aliento… lo da todo (Hechos 17:24 NVI).
Ella no lo sabe, Él es Omnisciente, conoce su pasado, su presente y su futuro. Lo que ha hecho, lo que está haciendo y lo que hará. Al leer sus pensamientos ve que navega entre la incertidumbre y la oscuridad; nada escapa ante sus ojos. (Hebreos 4:13).

Cambios y estabilidad

(Jesús dijo a su Padre:) He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Juan 17:6
Viviendo (Cristo) siempre para interceder por ellos. Hebreos 13:5; 7:25
«Llamé por teléfono al médico que me había atendido durante muchos años, pero la secretaria me informó que acababa de jubilarse y que otro médico, desconocido para mí, lo reemplazaría. Colgué el teléfono consternada, me sentía como abandonada…
Desde hace algún tiempo recibo cuidados médicos a domicilio; pero el personal cambia frecuentemente. Cuando uno es mayor, es difícil readaptarse, volver a explicar…

–Desde hacía cincuenta años tenía los mismos vecinos, y nos ayudábamos mucho unos a otros. Si tenía un problema podía llamar a su puerta, incluso durante la noche. Pero acaban de mudarse…
En realidad, en nuestro mundo nada es duradero. Las circunstancias que nos servían de apoyo cambian súbitamente. Nuestros padres o amigos parten…
Pero soy cristiana, y hay una cosa que me consuela:Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Nunca me dejará… Dios, su Padre, me confió a sus cuidados para la vida presente y para la eternidad. Dio su vida por mí en la cruz y me salvó del juicio que merecían mis pecados. Ahora, fiel a su Padre, se ocupa de mí cada día con sabiduría y amor. Me considera como un don de su Padre y por eso me ama. Sabe todo sobre mí, mucho mejor que yo misma. Y como vive eternamente, cuidará de mí hasta el final. Cuando se acabe mi vida terrenal, me llevará junto a Él para siempre. ¡Qué estabilidad y qué seguridad!

Los verdugos del Rey

Parábola del siervo que no quiso perdonar. Mateo 18;21-35

¿Cuántos de nosotros, en alguna ocasión de nuestra vida hemos sido ofendidos? Puede que te ofendiera tu hermano, un primo, un amigo, un cuñado o hasta tu suegra.
Pero, ¿cuántos de nosotros hemos ofendido alguna vez a alguien?
En este relato bíblico, encontramos una historia que Jesús contó a sus discípulos para ilustrar la manera en que debemos responder a los que nos ofenden.
I. ¿Cuántas veces debemos perdonar? (versos 21-22)
Resultado de imagen de el perdónPedro le hizo esta pregunta a Jesús y Él respondió: “SIEMPRE”.
• 70 veces 7 es un numero simbólico que representa todo lo perfecto, sagrado y que es eterno. Es decir, para el perdón no debe haber límites.
II. Somos llamados a dar cuentas (versos 23-24)
• Cuando debemos algo a alguien, lo que menos queremos es rendir cuentas para pagar, porque pagar es doloroso y costoso.
• Dios, tarde o temprano, nos llamará para hacer cuentas.
III. Dios perdona nuestra deuda (versos 25-27)
• El hombre le debe mucho a Dios, tanto, que ni con su vida, la de su familia y sus generaciones le puede pagar.
• La Biblia enseña que había un acta de decretos que nos era contraria. Ahí estaba todo lo malo que hicimos cuando estábamos sin el Señor. Pero Él tomo el acta y la clavó en la cruz. Colosenses 2:13-15
• Este hombre, incapaz de pagar la deuda, se postró, se humilló delante del Rey, y no solo fue puesto en libertad, sino que el Rey le perdonó su deuda.