viernes, 27 de mayo de 2016

Preocupaciones

Muchas veces nos preocupamos por las cosas antes de que pasen… ansiedad, angustias, que nos causan preocupaciones que al final del día no nos permiten ver que Dios tiene el control de todas las cosas.
Pues que a su amado dará Dios el sueño. Salmos 127:2.
Nuestra vida no debe ser una vida de preocupaciones e inquietudes, sino una vida de fe, de una fe gozosa y tranquila. Nuestro Padre celestial proveerá las necesidades de sus propios hijos, y sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos.
Por lo tanto, podemos retirarnos a nuestro lecho a su debido tiempo, sin necesidad de velar para trazar planes y proyectos para el futuro.
Si sabemos confiar en nuestro Dios, no estaremos desvelados durante la noche con el corazón atormentado por el temor, sino que echaremos nuestra solicitud en manos del Señor, solo pensaremos en su gracia y tendremos un sueño dulce y reparador.
Nuestra mayor gloria consiste en ser amados del Señor, y quien la posee no debe ambicionar otra cosa; por tanto, debe desaparecer todo deseo egoísta.
¿Qué hay más grande en el cielo que el amor de Dios?

Justo lo que necesito

Justo lo que necesito
… que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación… 2 Corintios 1:4.
Mientras escuchaba el coro que dirigía mi hija Lisa, que cantaba en un centro para personas de la tercera edad, me preguntaba por qué había elegido el himno "Está bien con mi alma", ya que lo habían interpretado en el funeral de su hermana Melissa, y sabía que solía conmoverme.
Inline image 1Las palabras de un hombre sentado a mi lado interrumpieron mis pensamientos: Es justo lo que necesitaba escuchar. Entonces, me presenté y le pregunté por qué necesitaba esa canción. La semana pasada perdí a mi hijo en un accidente de motocicleta, respondió.
¡Vaya! Estaba tan concentrado en mí mismo que no pensé en las necesidades de los demás, y Dios estaba usando esa canción exactamente donde y como Él quería. Llevé aparte a mi nuevo amigo, un empleado del centro, y le hablé del cuidado de Dios en ese momento tan difícil de su vida.

Las promesas de Dios

“… porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”
2 Corintios 1:20
La Palabra de Dios contiene numerosas promesas para cada uno de nosotros. Si queremos vivir en plenitud, disfrutar de la vida cristiana y cumplir el propósito de Dios debemos movernos en razón de las promesas de Dios.
Hay promesas que son generales, para todos; pero también hay promesas específicas, dadas de manera particular a cada persona por medio del Espíritu Santo. Sean promesas generales o específicas, ellas demandan de nosotros algunas acciones: creerlas, compartirlas, enseñarlas, aplicarlas y poseerlas. Estas promesas tienen el propósito de fortalecernos, inspirarnos, dirigirnos, ayudarnos a caminar en dirección a un objetivo.

No escuches

“De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica.”
Salmos 130, 1-2
No escuches esa voz que te ataca y te acusa de ser de lo peor
No escuches las sentencias que llegan hasta tu corazón
No escuches sus amenazas ni el modo en que llama tu atención
No pretendas alimentarla con tus súplicas de ya no por favor
No es bueno que la tengas cerca
Aléjala sin razón
No te tortures pensando que Dios ya no te perdonará,
o que quizás ya te abandonó
porque ese es tu objetivo, que tú te sientas de lo peor; ya que creer ello es tan duro y desgarrador que es casi seguro que sientas un profundo vacío en tu corazón
Creer que Dios se ha ido de tu lado y que nunca más te amará, es como creer que el oxígeno
se ha ido y no queda ni un poquito para respirar
El dolor que sientes ahora y la angustia que no deja de susurrar,
trata de no hacerle caso y aunque falles sin piedad,
no te des por vencido(a) y sigue, no le des la paz
Entra a tu habitación y habla con Papá
Cierra la puerta con cerrojo y echa a tu corazón volar
En tu interior existe la imperiosa necesidad de hablar con Él
Y aunque no lo creas, Él espera por ti
Sea lo que desees pedirle, preguntarle, clamarle,
no te niegues la oportunidad de hacerlo
No te encierres en tus miedos, más bien demuéstralos
a tu Padre del cielo.

No escuches, no le prestes atención, solo escucha a Dios quien hoy te dice: ÁBREME TU CORAZÓN, sonríe.