viernes, 18 de julio de 2014

La Buena cosecha - Reflexiones

No hace falta ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere una buena semilla, buen abono y riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se para, impaciente, frente a la semilla sembrada, tirando de ella con el riesgo de echarla a perder, y gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita seas!
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés, no apto para impacientes:
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, al extremo, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas estériles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de solo seis semanas la planta de bambú crece más de 30 metros. 
¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que creció en siete años y seis semanas.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces, que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Tu almacén espiritual

Tener fe consiste en estar agradecido antes de que la oración sea contestada. Es estar convencido de que Dios siempre está presente y nos ayuda. Sin embargo, a veces estamos demasiado pendientes en lo que tenemos o necesitamos y nos olvidamos de ser de bendición a otros. Queremos ayudarles sin antes ir a buscar a Dios para que nos llene de su amor. 
No podemos dar de lo que no tenemos, porque nos encontraremos con hijos que no reciben el amor que necesitan. Y esta situación se da por ejemplo, con gente, no porque sus padres hayan sido malos, sino porque de niños pueden no haber recibido correctamente el amor que necesitaron y en el momento de ejercer la paternidad, no saben hacerlo.

En la vida, tenemos un depósito de cariño, de paciencia y de amor. Este es el regalo más valioso: el amor, que no se demuestra con palabras bonitas, sino con tiempo y acciones. Sin embargo, el nerviosismo, el estrés y las muchas preocupaciones pueden distraernos de demostrar amor a quienes más amamos. Y le dedicamos más tiempo a los amigos, a los compañeros de trabajo, etc.. Pero luego al llegar a nuestra casa, lo que más necesitamos es el amor que no estamos dando.

Pero no podemos dar amor si no lo tenemos. No podemos dar palabras de fe si previamente no las usamos en nuestra vida. ¿De qué estamos llenando nuestro depósito espiritual? ¿Del amor de Dios, de la Palabra o de información variada que nada tiene que ver con lo espiritual?

Debemos cuidarnos de lo que alimenta nuestra mente y espíritu. Puede que estemos todo el día mirando los correos electrónicos, los mensajes del móvil y las noticias, pero cuando ya estamos a punto de quedarnos dormidos, decidimos leer con poco ánimo la Palabra de Dios. Esto no llena nuestro depósito espiritual. Si no tenemos comunión con nuestro Padre Celestial, estaremos basándonos en nuestras fuerzas. Estaremos dando de nuestro limitado amor y no de lo grandioso que el Señor tiene para nosotros.

Lo más importante personalmente, siempre es el amor más que las palabras. Y el amor se ve representado por las acciones. Se trata de una demostración de lo que es más importante. Pero, ¿qué es lo más importante para ti?
Uno puede decir que la familia, el trabajo, la carrera, el deporte... Sin embargo, deberíamos preguntarnos si Dios es o no lo más importante, porque si decimos que somos cristianos, es porque seguimos a Jesús; por lo tanto, lo más importante para Él debiera ser lo más importante para nosotros también.

El Poder del Espiritu Santo

Sin duda muchos cristianos nos preguntamos: ¿Por qué necesito la presencia y poder del Espíritu Santo en mi vida? Haga poco o mucho tiempo de nuestro creer en Jesús de Nazaret como nuestro Salvador y Señor, todos necesitamos la sabiduría, el poder y la dirección del Espíritu Santo para vivir conforme a la nueva vida que hoy tenemos por Él.
En la palabra de Dios, la Biblia, que es nuestra norma de fe y conducta, encontramos varias razones, entre ellas las siguientes:
1. El Espíritu Santo nos enseña, guía y capacita a vivir, según la verdad espiritual que Jesucristo enseñó.
San Juan cita las palabras de su Maestro: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14.26; 16.13).

2. 
El Espíritu Santo glorifica a nuestro Salvador; constantemente honra, exalta y celebra lo que Jesucristo ha hecho y hace por nuestra salvación y santificación.
Jesús mismo afirma: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16.14).

3. N
ecesitamos el poder y habilidad que el Espíritu Santo genera, para cumplir con la tarea de proclamar la buena noticia de que Jesús de Nazaret es el único Salvador y Señor del universo, comenzando por nuestra familia, amistades, vecinos, hasta llegar a todo rincón del mundo.
El Señor dijo a sus discípulos: “…recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1.8).
4. Después de ser adoptados hijos de Dios por la fe en Jesucristo, Dios envía el Espíritu Santo a nuestro corazón, para confirmar que somos sus hijos herederos y coherederos con Cristo de su reino (Romanos 8.15-17).
Después de esta experiencia personal, tenemos la libertad, la seguridad y la plena confianza de dirigirnos a Dios como nuestro querido Padre, igual que su Hijo unigénito, manifestando obediencia a su voluntad (Marcos 14.36).

¿Cuál es la definición de una secta?

Frecuente es la creencia de que una secta es un grupo de adoradores de Satanás que sacrifican animales; que tiene que ver con lo malo, con rituales paganos. Pero en realidad, la mayoría de las sectas aparentan ser mucho más inocentes. La definición cristiana específica de una secta, es un grupo religioso que niega uno o más de los fundamentos de la verdad bíblica. O en términos más simples, una secta es un grupo que enseña algo que causará que una persona no se salve, si cree en lo que ella dice. A diferencia de una religión, una secta es un grupo que se dice ser cristiano y sin embargo niega una o varias verdades esenciales del cristianismo bíblico.

Las dos enseñanzas diferenciadoras más comunes de las sectas son, que Jesús no es Dios y que la salvación no es solo por fe. La negación de la deidad de Cristo concluye en que la muerte de Jesús no fue un pago suficiente por nuestros pecados. Y la negación de la salvación solamente por la fe, concluye en que la salvación se obtiene por nuestras propias obras, algo que la Biblia niega constante y vehementemente. 


Los dos ejemplos más conocidos de sectas son los Testigos de Jehová y los Mormones. Ambos grupos dicen ser cristianos, sin embargo, ambos niegan las dos doctrinas claves antes mencionadas. Los Testigos de Jehová y los Mormones creen muchas cosas que concuerdan o son similares a las que enseña la Biblia. Sin embargo, el hecho de que nieguen la deidad de Cristo y la salvación únicamente por la fe, los califica como sectas. Muchos Testigos de Jehová, Mormones y miembros de otras sectas son “buenas personas”, personas que verdaderamente buscan a Dios y creen poseer la verdad, pero...
Nuestra esperanza y oración es que mucha gente involucrada en las sectas “cristianas”, vea más allá de las mentiras y sean llevadas hacia la verdad de la salvación a través de Jesucristo.

¿Hablaste hoy con Él?

Ahora es el momento oportuno: ¡busquen a Dios!; ¡llámenlo ahora que está cerca! Arrepiéntanse, porque Dios está siempre dispuesto a perdonar; él tiene compasión de ustedes. Isaías 55:6-7 (TLA)
Orar es hablar con Dios, es la manera en la que nos comunicamos con nuestro Padre y Creador. No se trata de repetir determinadas palabras aprendidas, sino de expresar todo lo que sentimos y compartir con Dios todo lo que tenemos guardado en nuestro interior; dicho de otro modo, es poner al descubierto nuestro corazón delante de Él.
Nuestra vida debe convertirse en una vida de oración. Por esto debemos desear tener tiempos con Dios, diarios y constantes. Los tiempos personales y grupales de oración se complementan, no se reemplazan los unos por los otros.
Cuando Jesús estuvo físicamente en la tierra, su prioridad siempre fue pasar tiempo a solas con su Padre. Aunque Jesucristo era completamente Dios, también era completamente humano. Se vio sometido a una vida de impresionantes presiones y de continuas persecuciones. Al llevar a cabo su ministerio, tuvo que enfrentarse con una creciente oposición, continuamente acosado e incluso teniendo hambre y sed. Pero para poder manejar todo esto Jesús se apartaba a orar. Se retiraba a solas, para buscar a su Padre y tener comunión con Él.
En Mateo 26:39-46 la biblia nos relata lo siguiente:
Cuando Jesús llegó a Getsemaní con sus discípulos, les dijo: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.
Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
Vino luego a sus discípulos y los halló durmiendo y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya y descansad. He aquí ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.